OPINIÓN ONLINE

¿Es la inversión extranjera la madre de todos los males?

Lo que debería ser considerado como una tendencia positiva de confianza inversionista en el país, se torna en un problema que carcome la economía nacional, subyuga a la industria y nos deja en una posición externa vulnerable ante las volatilidades típicas del mercado de capitales global.

Eduardo Bolaños
7 de abril de 2016

Las cifras más recientes de inversión extranjera de portafolio (IEP) en Colombia muestran que con corte al 18 de marzo habrían entrado al país US$811 millones y acorde a fuentes del gobierno, el flujo de entrada total en dicho mes rondaría los US$1.000 millones. Lo que debería ser considerado como una tendencia positiva de confianza inversionista en el país se torna en un problema que carcome la economía nacional, subyuga a la industria y nos deja en una posición externa vulnerable ante las volatilidades típicas del mercado de capitales global.

Debo iniciar aclarando que la intención de esta columna no es satanizar la IEP en Colombia, de hecho, es un flujo muy importante de divisas para la economía, dichas divisas ayudan a financiar nuestro déficit en cuenta corriente, acumular reservas internacionales, generar empleo y tener los recursos para honrar nuestras obligaciones en el exterior. Si bien son claros los beneficios de la inversión extranjera en general, también es cierto que puede haber graves consecuencias para las economías que se relajan ante masivas llegadas de capitales, ya sea consecuencia de un boom de materias primas  o de movimientos especulativos en los mercados.

Así las cosas, lo malo no es la inversión extranjera por sí misma, sino, la total ausencia de estrategias de desarrollo industrial y agropecuario de largo plazo que nos permitan aprovechar las épocas de vacas gordas para impulsar el aparato productivo nacional y no simplemente limitarnos a importar productos tan esenciales como los alimentos aprovechando el dólar “barato”, sin pensar en el futuro, sin un plan b.

Como se observa en el gráfico, el caso de la economía colombiana es particularmente preocupante si observamos que la inversión extranjera directa (IED) oscila al vaivén de los precios internacionales del petróleo; acaso esto no es “poner todos los huevos en la misma canasta”… ¿no es eso lo que siempre recomiendan evitar?

Al final del día solo nos queda la experiencia de lo ya vivido; de aquella enfermedad holandesa que vino y nos despertó del dulce sueño del boom petrolero a la cruda realidad de la incertidumbre internacional, donde de repente las decisiones tomadas en medio oriente afectaron el costo de vida de millones de ciudadanos que de un momento a otro se dieron cuenta que su salario no alcanza simplemente porque se subió el dólar, porque no estamos en capacidad de alimentarnos por nuestra cuenta, porque infortunadamente si no es para petróleo u obtener rentabilidades de corto plazo, no son tantos los que invierten en Colombia.