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O enfrentamos la corrupción o se va al traste la economía

Aunque el país parece haber logrado superar la fase más dura de la crisis económica, la crisis institucional que vivimos, agravada por los más recientes casos de corrupción, puede pasarnos cuenta de cobro y llevarse la economía por delante.

David Barguil
26 de febrero de 2017

Es un secreto a voces que Colombia padece una profunda crisis institucional que puede acabar teniendo serias consecuencias sobre nuestra economía y el bienestar de nuestra sociedad. El país se encuentra en una suerte de sin salida por cuenta de los escándalos de corrupción y de abusos de poder.

Aunque estos problemas no son exclusivos de la sociedad colombiana, en el país los casos se destapan uno tras otro y no han dejado a ninguna de nuestras instituciones sin mácula; además, la situación se hace más preocupante en un contexto de excesiva polarización y conflictividad política, en el que la opinión pública se apresura a concluir que todos están untados y que la solución debe ser radical.

En este momento, cabe preguntarse si la incapacidad de nuestra dirigencia política para llegar a un acuerdo de mínimos que permita sacar adelante los programas y reformas institucionales que necesitamos, acabará siendo la puerta de entrada a radicalismos políticos que se lleven por delante lo que el país ha logrado en materia económica en los últimos15 años.

Si a finales de los años 90 Colombia parecía un país inviable por cuenta de su delicada situación de seguridad y orden público, hoy el país empieza a ser percibido como inviable porque nuestras instituciones parecen incapaces de adelantar reformas críticas para el desarrollo y progreso del país, sin que en estas acaben primando las conveniencias políticas y la corrupción sobre los criterios técnicos y las necesidades de millones de Colombianos.

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Hoy, los sobornos de Odebrecht tienen toda la atención mediática encima; pero lamentablemente son solo un caso más, o ya olvidamos el despilfarro de Reficar, los carruseles de la contratación en Córdoba o la gravedad del hecho de que los corruptos se roben los dineros de la alimentación de los niños en la Guajira, por solo mencionar algunos casos recientes.

Además, la desconfianza de la sociedad colombiana en sus instituciones también viene creciendo por cuenta de la excesiva polarización política y porque el sistema judicial está en serios problemas. A los colombianos, de poco les sirven las discusiones políticas actuales que han dejado de ser un debate de ideas en el que se vence al adversario con argumentos, para ser espacios en los que lo único que parece importar es ofender y descalificar al que piensa diferente. También es de poca ayuda una justicia involucrada en sus propios escándalos de corrupción e incapaz de enfrentar la impunidad, poniendo en cintura a los corruptos y frenando tanto abuso.

Aunque algunos podrán pensar que hablar de una profunda crisis institucional es pintar el escenario de manera demasiado dramática, creemos que hoy existen elementos adicionales que agravan la situación y que el país no está para lecturas demasiado optimistas. De una parte, estamos en una coyuntura económica bastante difícil que está golpeando a los colombianos de a pie.

El Dane reveló que nuestra economía apenas creció en un 2% el año pasado, y la última encuesta sobre la opinión del consumidor realizada por Fedesarrollo, demuestra que el Índice de Confianza del Consumidor, al situarse en -30,2%, ha llegado a su nivel más bajo desde que se inició su cálculo en noviembre de 2001.

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De otra parte, el momento político que se viene con la puesta en marcha del partido de las Farc será demasiado complejo. En contados meses, este grupo, en el escenario democrático, expondrá ideas que aunque ya demostraron ser fallidas, seguramente tentarán a una buena parte de los colombianos que están cansados de las noticias de corrupción política y abusos de poder. El surgimiento de ese nuevo grupo político seguramente le apostará a descalificar todas las instituciones públicas y políticas en un momento económico difícil y esto les dará réditos para las próximas elecciones.

En medio de este complejo panorama es que nos preguntamos si nuestra dirigencia política será capaz de llegar a un acuerdo de mínimos que permita dejar atrás la polarización para sacar adelante las reformas institucionales que el país necesita.

¿Será que por fin las necesidades de los colombianos y los criterios técnicos primarán sobre las conveniencias políticas? o ¿habrá llegado el momento en el que el bienestar de nuestros niños será superior a la avaricia de los corruptos? De no ser así estaremos abriendo la puerta para que se asienten en la población las ideas populistas vendidas en otros países con sus desastrosas consecuencias.

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