Opinión On line

¿En qué parará la tasa de cambio?

Desde hace unos años, particularmente desde 2009 en adelante la tasa de cambio ha vuelto a retomar su protagonismo propio de la década del 90 y nuevamente se convierte en un dolor de cabeza para el país. Opinión de Miguel Ángel Cristancho.*

Invitado
8 de octubre de 2013

La razón, es que desde hace aproximadamente unos cuatro años la tasa de cambio ha venido exhibiendo una marcada tendencia bajista, que al día de hoy tiene al peso colombiano con una apreciación cercana al 37% dejando repercusiones importantes en las exportaciones colombianas, especialmente en el sector agrícola como lo señaló José Antonio Ocampo en un entrevista que le realizó el diario El Espectador hace aproximadamente unos 15 días.

Así las cosas, parece muy razonable que en línea con uno de los objetivos de la política cambiaria: “moderar apreciaciones o depreciaciones excesivas que pongan en peligro (…) la estabilidad externa y financiera de Colombia” el Banco de la República haya optado por comprar dólares de manera sistemática. No obstante, no hace falta ser demasiado ilustrado en el tema para darse cuenta que quizás esta decisión no ha sido la mejor ya que en la práctica no ha tenido el impacto deseado.

La medida de comprar divisas es a todas luces errónea, pues basta con revisar algunos aspectos para ilustrar como ha venido perjudicando al país en vez de protegerlo; analicemos aquí algunos de ellos:
En primer lugar, hay que recordar que la implementación de cualquier política tiene un costo para la economía. En ese sentido, las compras de US$20 millones diarios que luego fueron ampliadas hasta US$40 millones diarios le han generado tan solo en este año pérdidas al Banco del orden de $1.6 billones, que es alrededor del 30% de lo que se recaudaría con la venta de Isagen y cerca del 25% de lo que se recauda anualmente a través del cuatro por mil. Así que la primera pregunta que surge es: ¿semejante costo ha valido la pena? Y en particular, si hemos decidido adoptar una política cambiaria flexible, ¿sería realmente consistente tratar de intervenirla?

Pues bien, los hechos muestran claramente que no. El primero de ellos, el más evidente es que luego de haber incurrido en un gasto de tal magnitud la tendencia bajista de la tasa de cambio no se revierte y no parece dar señales de recuperación; además, el marcado descontento por parte de los gremios frente a la situación muestra un panorama con un objetivo no cumplido, asociado a un alto costo de implementación, que termina por dejar en evidencia que el instrumento de política no ha sido el adecuado. Y ¿por qué no funciona?

Existen varias razones, unas internas y otras externas ambas con una cuota de culpa importante. Entre las internas podemos encontrar por lo menos dos fundamentales: la primera, el tamaño del mercado cambiario, pues es demasiado optimista pensar que comprar US$40 millones diarios tendrá alguna repercusión dentro de un volumen promedio cercano a los US$1.600 millones que se tranzan diariamente. La segunda, es la política de incentivos a Inversión Extranjera Directa (IED) que tan solo en 2012 casi alcanzó los US$16 mil millones, cifra ni siquiera comparable con los cerca de US$5.000 millones comprados por el Emisor durante 2012. Esto muestra que la medida tomada por el Banco ha sido más mediática que real, pues es muy poco probable que intervenciones tan tímidas efectivamente influyan en el tipo de cambio; incluso un estudio hecho por el departamento de investigaciones del Banco de la República mostró que las intervenciones intradía hechas por este, ni siquiera generan incrementos importantes en la volatilidad de la misma.

Estas dos razones son por si solas reveladoras; sin embargo, lo más grave de todo son las razones externas porque no dependen del Banco Central sino de lo que suceda internacionalmente. En primer lugar, no podemos limitarnos a pensar que el tema cambiario es algo que se puede manejar con mucha libertad; pues en la práctica somos una pequeña economía abierta que irremediablemente se ve afectada por las decisiones económicas de los países “grandes”. Así, la política ultra expansiva de los Estados Unidos con el objetivo de recuperar su actividad productiva ha generado fuertes depreciaciones del dólar que no solo ha tenido repercusiones en Colombia, sino también en la mayoría de los países latinoamericanos e incluso ha llegado a afectar varios países europeos.

Los anuncios que ha hecho la FED, han sido una muestra clara de que independientemente de la dirección que tenga la política cambiaria de nuestro país, no es posible ir en contra de tan fuerte corriente. Así, cuando la FED ha esbozado la posibilidad de cortar su programa de estímulo mediante la compra de títulos de deuda, la tasa de cambio se ha recuperado hasta niveles superiores a 1950 pesos por dólar; en contraste cuando ha definido la constancia de su política monetaria expansiva la tasa ha vuelto a caer a niveles ligeramente inferiores a 1900 pesos por dólar. Por lo tanto, en gran medida la dirección de la tasa de cambio dependerá de las decisiones que tome la FED sobre el retiro del estímulo monetario, en línea con la recuperación económica de Estados Unidos y eso evidentemente no tiene nada que ver con nuestras decisiones de política.

Otro punto a considerar es la credibilidad del Gobierno, algo trascendental a la hora de tomar posturas frente a las diferentes condiciones de la economía ya que en últimas, garantiza la efectividad de las políticas; sin embargo, conforme pasa el tiempo el tema cambiario es uno de las variables que más ha generado descontento. Ejemplo de ello son varios de los recientes paros como el cafetero en donde se apeló a fuertes pérdidas como consecuencia de la volatilidad de la tasa de cambio; por otro lado, es visible que el mercado parece tener claro que la dirección del peso y del dólar dependen de muchos otros factores antes que de las medidas de política internas ya que el comportamiento del dólar está más correlacionado con la situación económica global que con las medidas internas.

Alternativas como la inversión de los fondos de pensiones en moneda extranjera y la exigencia de que Ecopetrol por ejemplo se endeude en el mercado interno antes que en el exterior, han coincidido coyunturalmente con los anuncios de la FED y han dado la sensación de que la política está funcionando. Sin embargo, luego de algún tiempo a merced de los pronunciamientos de la Reserva Federal se destruyen por completo anuncios como los del conocido “dólar Cárdenas”, así que conviene preguntarse si realmente tiene sentido seguir tratando de intervenir un dólar que claramente depende más del contexto internacional que de acciones internas costosas de bajo impacto y enfocadas en el corto plazo.

Irónicamente, hace unos días se discutía en el congreso el presupuesto para la vigencia 2014 en donde el Gerente del Banco de la República apelaba a la necesidad de incluir en él alrededor de COP 1.4 billones para compensar las pérdidas que ha tenido el emisor con la medida cambiaria. Así que preguntémonos, ¿seguimos gastándonos – y digo gastándonos porque finalmente el dinero del presupuesto proviene de los impuestos que pagamos- más de un billón de pesos al año para que al final no se pueda generar un nivel de impacto medianamente significativo y favorable?

Algunos señalarían a favor de la intervención cambiaria que la competitividad de las exportaciones es prioritaria. No obstante, si bien la competitividad en el corto plazo depende de la tasa de cambio nominal; en el mediano y largo plazo dicha competitividad depende fundamentalmente de la tasa de cambio real, es decir de lo que vale un bien nacional en términos de un bien extranjero. Dicha tasa no requiere de intervenciones cambiarias sino de una política bien direccionada que promueva inversiones estructurales por ejemplo en infraestructura, a propósito de los TLC y del rezago que tiene el país en esta materia, así que nuevamente: ¿seguimos gastando un billón en una medida que sigue sin funcionar, o mejor usamos los recursos para invertir en sectores clave como la infraestructura?

* Líder área de Finanzas Corporativas de la Unidad de Análisis del Mercado Financiero –Facultad de Ciencias Económicas, Universidad Nacional de Colombia