OPINIÓN ONLINE

¿En Colombia los de más poder y más educados son más corruptos?

Los recientes acontecimientos de corrupción con la alimentación escolar de los estudiantes más pobres demuestran que el nivel de degradación de algunos sectores de la sociedad y de los gobiernos locales y departamentales es inaceptable, se requieren medidas con urgencia.

Ángel Pérez
6 de mayo de 2016

Colombia esta asediada por la corrupción, basta señalar unos hechos representativos, como por ejemplo: los comisionistas de valores de Interbolsa; los empresarios del cartel del papel higiénico y de aseo; los políticos, contratistas y funcionarios que hicieron parte del cartel de la contratación en Bogotá, así como los funcionarios, políticos, empresarios y terratenientes que intervinieron en la defraudación del programa de Agro Ingreso Seguro. Detrás de estos hechos de corrupción siempre hay familias prestantes, empresarios acaudalados, directivos del más alto nivel de gobierno, políticos de todo tipo y personas exitosas, bien formadas que en algún momento de sus vidas cambiaron conductas morales y responsabilidades éticas para con la sociedad.

Un hecho de corrupción que involucra lo público como cualquiera de los antes señalados o el de ahora, siempre hay uno, el de la alimentación escolar, deslegitima a la sociedad y la hace inviable.

La corrupción con la alimentación escolar, además viola la dignidad humana, como lo demostró la valiente profesora que grabó un video y puso en las redes el tipo de alimentación que le entregaban a niños de menos de 10 años en Agua Chica, Cesar. Ella hoy está amenazada y tuvo que huir a otro lugar del país.   

Lo más grave y doloroso de estos hechos de corrupción es que siempre quienes están involucrados provienen de familias con poder económico o político, bien sea local, regional o nacional. Los corruptos de lo público son profesionales, personas educadas en los mejores colegios y universidades, como ocurrió con el grupo Nule, para sólo mencionar uno de tales actos.

Detrás de un hecho de corrupción hay un acto de egoísmo humano donde sólo importa el cómo voy yo, me olvido del resto de la sociedad, hombres sin nobleza, por ello se viola la Ley sin pudor. También detrás de la corrupción en el sector público o privado hay un beneficio del poder político, económico o social mediante el cual se consigue una ventaja, y para ello se otorga un puesto de trabajo (clientelismo, amiguismo), un ascenso (premio) o una coima económica, mediante la cual se vence una o más voluntades. (A propósito, cuándo habrá funcionarios públicos en municipios, departamentos y distritos nombrados en propiedad y en carrera administrativa que no tengan miedo a ser destituidos, y que además, evite que cada alcalde o gobernador llegue con la cuadrilla completa)

Los corruptos de lo público están ocultos, nunca dan la cara, y actúan a espaldas de la sociedad y de su institucionalidad, son peores que el delincuente que atraca en la calle. Con seguridad se puede afirmar que utilizan su posición social y conocimientos para planear con cuidado sus confabulaciones. Los corruptos no tienen en cuenta que la educación de buenos seres humanos es una responsabilidad de todos y que ellos con su ejemplo van en contravía de la conducta moral.

Enfrentar la corrupción es posible si avanzamos hacia la paz (la guerra y las armas facilitan la corrupción), fortalecemos la democracia, logramos una justicia eficaz, e instituciones públicas que promuevan la transparencia en todos sus actos de gobierno (información en tiempo real) y prevención.

A prevenir la corrupción deben ayudar varios sectores, pero sin duda, el sector educativo tiene enormes responsabilidades para que junto con las familias y los medios de comunicación ayuden a reformular valores donde por lo menos primen: primero, una cultura del esfuerzo y del trabajo para el éxito personal y social; segundo, que cada colombiano tenga un sentido ético y sea capaz de unificar las 2 preguntas claves: ¿cómo voy yo y qué le conviene a la sociedad?, menos egoísmo y más humanismo y; tercero, cambiar la concepción de los servidores públicos donde primen virtudes de excelencia, mérito y enorme compromiso por las responsabilidades sociales que entraña el ejercicio de tales cargos.

Por último, el sistema educativo debe demandar esfuerzos especiales a los colegios y universidades donde estudian los muchachos de la élite de la sociedad colombiana. Están en mora las organizaciones de colegios privados y las mejores universidades privadas y públicas de proponerle al país un programa educativo para que desde la educación inicial esos centros educativos formen y profundicen en valores y una cultura humana más social y menos individual. El día que la élite sea menos corrupta, a los colegios oficiales y a sus maestros se les facilitará trabajar en ética y formación ciudadana, hoy es muy difícil si los niños sólo tienen malos de ejemplos de los más educados y de los de mayor poder.