OPINIÓN ONLINE

El uso y el abuso del poder  

El poder es un recurso escaso y como tal quienes tienen la oportunidad de ostentarlo pueden caer en la tentación de darle un uso perverso, manifestado en ocultar información o actuar en contra de los partícipes de la organización.

Gonzalo Gómez Betancourt
17 de agosto de 2016

La caída de la reputación de una empresa por lo general no se debe a un ineficiente desarrollo de sus productos o servicios sino a un uso inadecuado del poder. Razón por la cual en esta segunda entrega del especial titulado “El poder ¿Para qué?" basado en el libro el “Poder en la empresa” de Miguel Gallo, deseamos exponer las razones por las cuales a nivel empresarial el poder es considerado como un recurso escaso y por qué se cae con frecuencia en la tentación de abusar de él.

La primera razón por la cual el poder es escaso tiene su origen en la legislación de la mayoría de los países porque le confiere el beneficio del poder a los propietarios del capital a través de los órganos de gobierno como la Asamblea General de Accionistas que es el órgano supremo y a la Junta Directiva, órgano cuya responsabilidad recae principalmente en la estrategia; según el tipo de sociedad ésta puede ser remplazada por el administrador. Esta primera razón nos deja claro que son pocos los llamados a tener el poder en la organización, sin embargo, el hecho de que la legislación le confiera el poder a los propietarios no significa necesariamente que ellos sepan ostentarlo.

La segunda causa por la cual es escaso tiene su origen en la propia naturaleza de la empresa. Para que una empresa sea eficiente y competitiva es necesario que el poder esté concentrado en pocas personas para una más eficiente toma de decisiones.

La tercera causa es el incremento de la complejidad empresarial. A medida que las empresas crecen y evolucionan necesitan gobernarse con un elevado profesionalismo. Lo cierto es que son pocas las personas que saben gobernar con la altura y el rigor necesario, debido a que el mundo se está especializando cada vez más y se olvida de la tarea generalista de la dirección de empresas, y aquellas personas que no saben esta tarea suelen utilizar el poder coactivo, aunque puede ser cierto que en muchos casos vence la complejidad, la verdad es que la persona que utiliza el poder de esta manera no convence al resto de la organización y no genera la autoridad necesaria para el buen desarrollo de la misma.

La cuarta causa de su escasez tiene que ver con el ejercicio del poder en sí mismo y sus motivaciones extrínsecas, es decir, al ser el poder una motivación que viene de afuera, parecida al dinero, los propietarios o la personas que han sido delegadas por los dueños de empresa para ostentar el poder, siempre tienen la tentación de perpetuarse en él, bien porque les resulta cómodo y atractivo o porque pueden irse corrompiendo en su ejercicio y necesitan seguir ejerciéndolo para encubrir sus actos.

Además de estas cuatro razones, es importante tener en cuenta que quienes ostentan el poder solo lo delegan ante situaciones complejas o particulares como una enfermedad, incapacidad, fallecimiento, sustitución de propietarios, crisis económicas, pero muy pocas veces se delega por situaciones positivas.

Estamos ante el príncipe de los instintos: el poder. Sus características pueden ser tan nocivas que se deben crear mecanismos para mitigarlo. Comprender cómo se articula el ejercicio del poder es uno de los mayores retos y de los saberes más difíciles, es el acto más auténtico de gobierno porque significa encontrar el lugar ideal para cada persona. El ejercicio del poder plano y limitado es un elemento clave para el propio desarrollo y el de los demás. Las personas que reciben el poder tienen doble obligación, la primera estar dispuestos a recibirlo y la segunda saberlo ejercer, para ello debe conocer las virtudes y hábitos de un buen gobernante.

Por lo general quienes ostentan el poder por muchos años o aquellos que lo heredan deben entender la importancia de realizar un proceso de formación para poderlo ejercer. Usualmente están convencidos de que cuentan con los saberes necesarios para ejercerlo, olvidando las propias limitaciones humanas que son la inteligencia y la voluntad. No tenemos una sabiduría ilimitada y además nuestra voluntad está limitada por nuestras emociones, nuestros sesgos y nuestras preferencias personales.

Para todos aquellos que ostentamos el poder en las empresas o en el Estado, tenemos la responsabilidad de mejorar nuestros conocimientos, no solo estar al día sino innovar, adicionalmente debemos renovar nuestra voluntad con el hábito de la justicia. La responsabilidad de contrastar nuestras preferencias personales estudiando la opinión de otros, con disposición a cambiar y moderar nuestras intenciones personales en lo que sea preciso. 

Voy a ilustrar con algunos ejemplos las posibles situaciones que pueden presentarse frente al uso o abuso del poder, especialmente en empresas de carácter familiar. Recientemente me consultó un empresario mexicano quien quería iniciar su proceso de sucesión ejecutiva, deseaba que lo sucediera en el cargo alguno de sus dos hijos quienes actualmente ocupan cargos directivos, uno de 29 años y el otro de 32 años. Él esperaba que fuera yo quien decidiera entre ellos. Le manifesté que  me sentía un poco extrañado al ver que no tenía más candidatos, a lo que me contestó, simplemente “ellos son los dueños”, con lo cual confirmé que la mayoría de los fundadores dan por hecho que los hijos por el solo hecho de ser propietarios tienen las habilidades del ejercicio del poder. Le solicité que me dejara evaluar a los hijos y que la decisión no la iba a tomar yo, sino la misma organización.

Para la evaluación tomé como base las 10 competencias directivas más importantes como son: Liderazgo, proactividad, disciplina, capacidad de escuchar, capacidad de comunicar, capacidad visionaria y estratégica, capacidad de seguimiento, conocimiento de dirección de empresas, sencillez, prudencia. Les solicité a los directivos de la compañía que evaluaran a los dos hijos en cada una de estas competencias. Luego ambos se hicieron una autocalificación. Posteriormente se analizó la media ponderada y la desviación estándar, al hacerlo, ninguno de los dos fue bien calificado. No tenían liderazgo porque no eran disciplinados, no escuchaban o tenían baja capacidad de hacerlo y sus  conocimientos eran muy bajos.

Al exponerle los resultados al fundador y decirle que ninguno de los dos hijos estaba preparado aún para ser su sucesor, porque él, como muchos empresarios, graduó a los hijos de gerentes sin serlo. Este fundador quedó muy decepcionado, pero comprendió que cuando se es padre, se es muy laxo en la empresa y en este caso en particular, los hijos no se ganaron la autoridad de los demás por falta de voluntad y de conocimiento.

La solución que encontramos fue nombrar un gerente externo con las habilidades directivas necesarias con trayectoria y experiencia mientras los hijos se preparaban para el cargo, con un plan de mejora de  conocimientos y actitudes. Aplaudo a este fundador que ha querido escuchar a otros para el buen ejercicio del poder, no sólo aceptó al nuevo gerente sino que también conformó una Junta Directiva. Esto es un principio de ejercicio del poder.

En otra oportunidad, participé en una Junta Directiva del sector de ventas directas. Durante el proceso estratégico de la administración, el director general de la empresa quiso incursionar en el sector del calzado en iguales condiciones al de ropa, el negocio que siempre habían manejado. Le insistió mucho a la Junta introducir este producto, nos opusimos varios que conocíamos el sector del calzado porque estábamos convencidos de que las condiciones y capacidades de esa empresa no daban para manejar ese producto que presenta mayores dificultades asociadas a tallas, anchos, colores, rotación e inventarios muy fuertes. Sin embargo, en vez de aceptar las recomendaciones de la Junta Directiva, el director buscó todo tipo de justificaciones más de tipo emocional que estratégico. De hecho se lanzó a hacer una prueba y como era de esperarse le fue mal. Este es un ejemplo de uso inadecuado del ejercicio del poder en el cual las preferencias personales obnubilan la razón, en vez de escuchar a los demás, invalidó su experiencia y consejos.

Hay una pregunta que quiero hacerle a todos los empresarios y directivos de hoy: ¿A cuántos los ratificarían en su cargo, si la elección estuviera en manos de la mayoría del personal? Quizás no muchos se ratificarían por todas las razones aquí expuestas. Mi recomendación final es tener mucha prudencia en el ejercicio del poder, escuchar a otros y sobre todo no dejarse llevar por las preferencias personales, siempre está primero el bien común que el propio, así se trate de nuestra propia empresa.