OPINIÓN ONLINE

El problema de la innovación: el proceso vs el sistema

El discurso de la innovación tiene que trascender de las metodologías para el proceso, a la estrategia y cultura de innovación. De lo contrario los resultados se convierten en productos del azar pero de poco impacto.

Juliana Sánchez Trujillo
26 de abril de 2016

La semana pasada, tuve la oportunidad de participar en el Encuentro de Innovadores Públicos, organizado por el Centro de Innovación Pública Digital y la Escuela Superior de Administración Pública ESAP, en el que se presentaron proyectos novedosos que dan solución a problemáticas públicas con impacto social. Adicionalmente se realizó un taller de co-creación para que miembros del sector público, del sector privado y de la academia tuvieran la oportunidad de contribuir con soluciones a problemáticas actuales que se presentan en entidades como el Congreso de la República, el Banco de la República y algunas universidades públicas. Debo confesar que me sentí bastante inspirada por los casos de éxito que se compartieron durante el evento, como el de una herramienta tecnológica para diagnosticar los comportamientos de matoneo en los colegios, o los programas del Ministerio de Educación para capacitar a los profesores y ayudarles a acceder a material pedagógico para nutrir sus clases a través del uso de las TIC.

Sin embargo, este encuentro, así como muchos otros congresos y eventos de innovación a los que he asistido en los últimos años, me dejan con la misma inquietud: estamos haciendo mucho énfasis por entender la innovación como proceso y no como sistema y aunque en el Centro se ofrecen servicios para el desarrollo de culturas de innovación, esto no es algo de lo que se habla tan abiertamente.  De esta manera, nos quedamos con la idea de que innovar es sumergirse en un proceso en el que a través de ejercicios de observación y de entendimiento del contexto identifico oportunidades, luego genero ideas y posteriormente las prototipo para ponerlas a prueba. Por supuesto estos procesos son un componente fundamental de la innovación, pero tenemos que dejar de pensar que las metodologías creativas como el pensamiento de diseño son la solución a todos nuestros problemas.

El discurso tiene entonces que trascender y dejar de plantear a la innovación desde “el bombo y el platillo”,  y empezar a pensarla desde un punto de vista más racional y estratégico. Innovación no es lo mismo que creatividad y es por esto que tenemos que dejar de deslumbrarnos con las salas de innovación, los post-its de colores y los juguetes en las mesas de trabajo y comenzar a hacer más énfasis en la estrategia de innovación y el desarrollo de una cultura que la soporte. No debemos olvidar que saber dónde innovar es tan importante como saber cómo innovar, por que la innovación no es simplemente un proceso que inicia con la concepción de la idea y termina con su implementación, sino que es un sistema con múltiples componentes que interactúan de manera armónica para generar valor.

Cuando lo anterior no se tiene claro, es cuando encontramos organizaciones que sienten que su proceso de innovación se agotó pues la gente ya no contribuye con ideas, pero a la hora de profundizar en el tema, nos damos cuenta de que la raíz del problema radica en el hecho de que hay una ausencia de soporte estratégico, lo que hace que los procesos de innovación se conviertan en buzones de sugerencias que cargan a la organización de frustración porque se generan muchas ideas pero nunca pasa nada ya que estas no se gestionan de forma correcta.

La innovación, por tanto, debe ser una mezcla entre estrategia, proceso y cultura; en la que existan unos focos estratégicos definidos de dónde innovar, un proceso que permita llevar esas ideas a la realidad y una cultura, métricas y valores organizacionales que soporten dichas interacciones.