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El plan estratégico personal

Me he propuesto presentar un método sencillo para definir el plan estratégico personal. Las preguntas clave para identificar este plan estratégico personal son tres.

Jorge Gómez Pinilla, Jorge Gómez Pinilla
11 de mayo de 2017

Me he propuesto presentar un método sencillo para definir el plan estratégico personal. Las preguntas clave para identificar este plan estratégico personal son: en primer lugar, ¿dónde estamos?; en segundo lugar, ¿qué queremos ser?; y, en tercero, ¿cómo lo vamos a hacer? Cada pregunta nos enfoca hacia un paso que debemos ejecutar, los cuales se resumen en el análisis (pregunta 1), la decisión (pregunta 2) y la ejecución (pregunta 3).

Pasos para el plan estratégico personal:

Paso 1: El análisis

Antes de construir el plan estratégico personal debemos realizar una evaluación o diagnóstico personal que incluya nuestros puntos fuertes, las limitaciones y carencias y, especialmente, la respuesta a dos preguntas claves: ¿en qué soy bueno?, y ¿qué es lo que más me apasiona? Esta autoevaluación permite descubrir la situación actual de la persona y, sobre todo, entender gustos, motivaciones y talentos que pueden proyectar su desempeño y deseo de superación personal.

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Con frecuencia, los directivos descubren que después de diez o más años de carrera profesional ponen su escalera profesional en la pared equivocada  y, como consecuencia, persiguen objetivos sin ilusión, ni pasión y su carrera empieza a generar tedio y aburrimiento.

Paso 2: la decisión

Las decisiones son el núcleo de la estrategia personal. Es una obviedad decir que hay unas decisiones que cambian nuestra vida: qué carrera elegimos, con quién nos casamos o, en el mundo de las empresas, con quien nos asociamos. Pues bien, una de las claves de los planes estratégico profesionales es considerar aquellas decisiones que se deben tomar para el desarrollo de la carrera profesional. Por ejemplo, hacer un MBA, estudiar un segundo idioma, crear un negocio propio o tomar una hipoteca marcan el futuro porque cualquiera que sea la decisión, esta conlleva asignación de recursos (tiempo-dinero) y con cada una debe preguntarse: ¿qué me acerca o me aleja de mis objetivos personales?

Lo importante de las decisiones es que se tomen con prudencia y buen criterio. Para ello, se requiere el análisis descrito en el primer paso, la ponderación de los pros y contras y, ante todo, la valoración de los recursos disponibles. Eso lo he confirmado a diario en mi actividad como profesor de muchos directivos en Inalde Business School.

El criterio para distinguir entre las decisiones estratégicas y las decisiones operativas es reconocer que las primeras marcan un camino y tienen impacto para el largo plazo, mientras que las segundas tienen un alcance limitado y se enfocan en el corto plazo.

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Paso 3: la ejecución

Una vez se toman decisiones para la vida del profesional, viene la ejecución, que se resume en la expresión “hacer que las cosas sucedan”, lo cual implica dos elementos centrales en las actividades del profesional. Por un lado, la planificación y, por otro, la gestión de su agenda. La primera tarea consiste en la definición de unas prioridades que se traducen en un orden lógico de actividades que se deben realizar y las que no se deben realizar.

Por lo tanto, es fundamental la lista de tareas diarias que sigan la lógica de la priorización: “menos es más”. Luego, a la luz de las prioridades, se llevan las actividades a la agenda semanal y se asignan los tiempos. Esta es la mejor manera para que nuestra vida no vaya al ritmo de las prioridades de los demás (naturalmente, en unidad con nuestros compromisos profesionales).

En el campo de la ejecución corremos el riesgo de estar ocupados y no ser productivos. Para ello, la palabra clave es la planeación, la pausa (antes del actuar) y, sobre todo, la reflexión, con el fin de ejecutar la acción más conveniente para cada momento. Una buena fórmula para entender este argumento se resume en las “6 P” de Tracy: “Planificación previa pertinente previene pobre productividad”.

Finalmente, estos pasos se combinan con una cultura personal de aprendizaje en la que, una vez vamos ejecutando, nos vamos preguntando: ¿qué hice bien?, ¿qué hice mal?, y ¿qué puedo mejorar?

En conclusión, la clave del plan estratégico personal consiste en descubrir que el núcleo está en las decisiones que tomamos. Sin decisiones no hay resultados, logros ni elección de un futuro. Queda, en consecuencia, la pregunta: ¿cuáles decisiones nos acercan o nos alejan de nuestros objetivos personales.

Como vimos, esta metodología nos ayuda a construir nuestro futuro profesional. Sin embargo, debemos ser conscientes de que esta es una dimensión de nuestra vida y, como nuestra vida es integral, existen otras dimensiones que debemos diagnosticar, decidir y ejecutar como la familiar, la social, la física, la económica y la intelectual.

Lo más importante, al final, es reconocer que las personas también necesitamos tiempos para autoevaluarnos, incubar ideas, pensar proyectos y, sobre todo, prepararnos para que cuando lleguen las oportunidades estemos en el momento correcto y en el lugar adecuado. Pasteur decía que la suerte favorece a los preparados; porque en último término, el éxito personal depende de crear capacidades personales (estudios, idiomas, experiencia en algo, etc.) que luego nos permita aprovechar las oportunidades que se van presentando.

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