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Cambio climático y ¿el final de la era del petróleo?

Además de las grandes presiones macro-económicas y políticas, las empresas se encuentran obligadas a proveer respuestas convincentes y estratégicas a acuerdos universales en materia social, y medio ambiental.

Invitado
14 de febrero de 2016

“La edad de piedra no se acabó porque se acabaron las piedras en el mundo, y la edad del petróleo no se va a acabar por se nos acabará el petróleo” dijo a The Economist en Junio de 1999, Don Huberts, el entonces director de la división de hidrógeno de Shell (The Economist, 1999).

Desde la década de los cincuenta (1950s) a raíz de accidentes ambientales (el derrame de mercurio por Chisso Corporation en Japón en 1950s; los escándalos en 1962 por el uso de DDT y pesticidas; el derrame de petróleo de la Union Oil en California en 1969; el derrame de petróleo del Amoco Cádiz en la costa norte Francesa en 1978; el desastre de gas en Bhopal en India en 1984;  la explosión del reactor nuclear en Chernóbil en 1986;  el derrame Exxon Valdez en 1989 en Alaska; el derrame en el golfo de México de la British Petroleum en el 2010, etc.), comenzaron a desatarse movilizaciones internacionales y debates públicos sobre los efectos negativos de la producción internacional en el medio ambiente. 

La industria petrolera mundial ha sido dominada por pocas empresas, debido entre otros aspectos a la coordinación (vertical y horizontal) que se requiere para sus operaciones.  En recuentos de la evolución histórica de la industria petrolera en relación al cambio climático por parte de los investigadores David L. Levy (University of Massachusettes), y Ans Kolk (University of Amsterdam), se puede resaltar que en el primer choque del petróleo en 1973 (y subsecuente crisis del petróleo en 1979), la industria comenzó a experimentar ciclos de volatilidad/consolidación en el precio; razón por la cual a comienzos de la década de los ochenta, varias empresas petroleras comenzaron a diversificar sus operaciones e inversiones (a carbón, otros minerales, energías renovables, e incluso generación de energía eléctrica). A finales de los ochenta, Estados Unidos detuvo los subsidios para la producción de energía renovable, haciendo que las empresas regresaran a inversiones en petróleo, gas e industrias químicas, y se concentraran en eficiencia operacional (reducción de costos de operación), en lugar de expansión, con lo cual las divisiones gerenciales al interior de estas empresas pasaron de estar geográficamente clasificadas a estar asociadas a productos.  Luego, el colapso de los precios del petróleo de 1998, promovió una intensa oleada de fusiones y adquisiciones, ya que en su momento se identificó que solo mediante economías de escala se podría sobrevivir y ser competitivo en esta industria (explicando con esto el periodo de alta internacionalización del sector).

Desde los noventa, se ha observado que las empresas multinacionales petroleras reaccionaron de diferentes maneras a los intentos internacionales de controlar las emisiones de gases de efecto invernadero. Algunas empresas han asumido la gravedad del asunto de manera proactiva, mientras otras han evadido las evidencias de la ciencia, y han mostrado resistencia a las demandas de la sociedad civil respecto al cambio climático. Por un lado, las empresas europeas (como British Petroleum y Shell) asumieron tempranamente las evidencias científicas de los efectos nocivos de la industria, acatando las recomendaciones dadas por el Protocolo de Kioto en 1997, y anunciaron en su momento inversiones sustanciales en energías renovables. Estas empresas, no solo avanzaron en energías renovables, sino que lograron avances significativos en cuanto a relacionamiento público, y en diálogos con partes interesadas. En contraste, las empresas estadounidenses (como Chevron y Exxon) retaron políticamente las evidencias científicas dadas en su momento, e hicieron costosas acciones de presión mediante lobby en contra de las iniciativas (tanto de mercado como políticas) propuestas por la comunidad internacional y organismos multilaterales para el control de emisiones.

En Diciembre 2015, 195 naciones, en el marco de la conferencia de las partes (COP21) en Paris acordaron enfatizar la urgencia de hacer frente al cambio climático,  reducir las emisiones globales de gases de efecto invernadero para el año 2020, y un compromiso de “mantener el aumento de la temperatura media mundial agregadas para poder mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de 2 ºC con respecto a los niveles preindustriales, y de seguir esforzándose por limitar el aumento de la temperatura a 1,5 ºC” (Convención Marco sobre el Cambio Climático, 2015, pág. 2). Sin embargo, eventos clave como la década del desarrollo (1960s), las Conferencias de Naciones Unidas sobre el medio ambiente y el desarrollo humano o Cumbres de la Tierra (Estocolmo UNCHE, 1972; Río de Janeiro UNCED, 1992; Johannesburgo WSSD en 2002, y Río+20 en 2012), y la reciente COP21 aunque han influenciado los discursos de las empresas multinacionales, no necesariamente se ha conseguido implementación de acciones radicales, ni se han conseguido los impactos requeridos para reversar al menos de manera parcial los efectos, ¿fue el COP21 el comienzo de la era que le pone fin a la era del petróleo?