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Costos globales por la caída de precios del petróleo

Las economías gestaron riesgos que hoy se han hecho evidentes con el fin de la bonanza. Las secuelas se manifiestan en crecientes desbalances fiscales y externos (déficits fiscales y en cuenta corriente) que ponen en aprietos a las autoridades económicas.

Invitado
17 de febrero de 2016

El comienzo del año se ha caracterizado por la alta volatilidad y el bajo apetito por riesgo en los mercados financieros alrededor del mundo. Uno de los factores que ha servido como combustible de este comportamiento es la tendencia bajista en los precios del petróleo que amenaza con llevar rápidamente el precio del crudo a niveles históricamente bajos de 20 dólares el barril.

Lo interesante del acelerado descenso en la cotización de esta importante materia prima es que hasta la fecha (cerca de 18 meses después de iniciado el movimiento bajista) parece no haber generado los efectos positivos esperados para la economía global. Por el contrario, los efectos negativos están dominando y, en consecuencia, alimentan la incertidumbre y otros factores de riesgo que ponen en vilo el futuro próximo del crecimiento económico global.

El efecto mas evidente, hasta ahora, es el impacto negativo sobre los exportadores de petróleo (principalmente economías emergentes) que se ha multiplicado al venir acompañado por un descenso igualmente fuerte en los precios de otros commodities. Luego de años con crecientes niveles de gasto público y de endeudamiento externo (tanto público como privado) soportados en significativos ingresos extraordinarios (exportaciones, inversión e impuestos) derivados de la explotación de materias primas, y en medio de un boom de precios denominado el superciclo de commodities, estas economías gestaron riesgos que hoy se han hecho evidentes con el fin de la bonanza.

Las secuelas se manifiestan en crecientes desbalances fiscales y externos (déficits fiscales y en cuenta corriente) que ponen en aprietos a las autoridades económicas para responder oportuna y adecuadamente al deterioro en el ingreso nacional y al menor crecimiento ocasionado por el choque externo. La devaluación de las monedas locales provocan brotes inflacionarios que finalmente conducen al aumento de las tasas de interés por parte de los bancos centrales y/o a la disminución de las reservas internacionales, mientras que los huecos fiscales implican necesidades de financiamiento público que conducen a mayores impuestos o endeudamiento que, en todo caso, actúan en contra de la dinámica económica, al menos, a corto plazo.

En consecuencia, el efecto multiplicador del choque negativo sobre los precios del petróleo y otros commodities sobre las economías exportadoras de éstos las ha hecho más vulnerables y, por ende, ha generado una mayor aversión al riesgo de los inversionistas globales. A la vez se ha producido un circulo vicioso con tasas de interés externas al alza por percepción de mayor riesgo de crédito, aun en un escenario donde las tasas de interés de las economías desarrolladas se mantienen en niveles históricamente bajos. Por lo tanto, la capacidad de las economías exportadoras de commodities para aportar al crecimiento global en la actual coyuntura económica es bastante precaria.

Por otra parte, el efecto del descenso en los precios del petróleo en el caso de economías importadoras de commodities que a primera vista se benefician, resulta más complejo dilucidar por las consecuencias observadas hasta el momento En el caso de las economías emergentes son principalmente las asiáticas quienes se han visto beneficiadas por el mayor margen de maniobra monetario al observarse una menor inflación. No obstante, en algunos casos, la devaluación ha contrarrestado los efectos positivos ante la necesidad de mantener la competitividad cambiaría, esencialmente, frente a monedas como el Euro y el Yen que han exhibido depreciaciones significativas. Esta situación está conduciendo a que todas las esperanzas de mayor crecimiento global a corto plazo se soporten en las economías desarrolladas.

En el caso de las economías desarrolladas que, en general, son importadoras de commodities, hay que recordar que el punto de partida de la fuerte caída de los precios del petróleo estuvo caracterizado por Estados sobreendeudados y sistemas financieros que apenas comenzaban a recuperarse y a restaurar el canal de crédito que había sido roto por las crisis financieras 2008 – 2010; por lo cual la aversión al riesgo es más proclive a súbitos incrementos en escenarios de incertidumbre.

Al respecto, una preocupación es la exposición del sistema financiero a la industria petrolera, particularmente la de yacimientos no tradicionales que se habían beneficiado de la bonanza petrolera y de fáciles condiciones de financiamiento ante la concurrencia de bajas tasas de interés en dólares y el fenómeno de búsqueda por yield que hoy se está desvaneciendo. Lo anterior ha implicado un aumento en la percepción de riesgo de la industria petrolera (a todas luces evidente), pero, simultáneamente, ha generado riesgos de contagio hacia otros sectores con altos niveles de endeudamiento y que no tienen calificación grado de inversión, así como hacia el sector financiero.

Por último, la caída en el precio del petróleo ha generado presiones de deflación (a corto plazo) en las economías desarrolladas que resultan inconvenientes en el escenario actual de temprana recuperación en la actividad económica, al afectar la credibilidad en el éxito de las gigantescas inyecciones monetarias de los principales bancos centrales para generar inflación. Una situación de deflación generalizada en las economías desarrolladas, sin el amortiguador que constituyeron las economías emergentes en la pos crisis 2008 – 2010, puede deteriorar de manera rápida y contundente la confianza de consumidores e inversionistas globales, transmitiéndose el ambiente de pesimismo a la economía real.

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