GUSTAVO RIVERO

¿Cómo sacar a Maduro?

Conformarse con media arepa.

Gustavo Rivero, Gustavo Rivero
20 de septiembre de 2019

El éxodo venezolano podría superar los 8 millones de personas (una cuarta parte de la población) a finales de 2020 a menos que la democracia y la estabilidad regresen. Incluso así, no todos volverán. Hasta ahora, el mayor desplazamiento de personas en la historia de América Latina ha ocurrido sin mucho alboroto internacional. En parte, se debe a que ha tenido lugar principalmente por tierra, sin ser provocado por guerras o desastres naturales.

Cuatro quintos de los emigrantes se han quedado dentro de Latinoamérica. La buena voluntad con la que la mayoría de los países vecinos los han recibido hasta ahora ha permitido que otros ignoren la crisis. Los donantes extranjeros han dado solo $100 por cada emigrante venezolano vs. $5000 por cada uno de los 5,6 millones de refugiados sirios.

Pero a medida que la crisis de Venezuela se prolonga, los países de destino están retirando su cálida bienvenida inicial. Los refugiados recientes son más pobres que los de las oleadas anteriores.

Casi toda Venezuela estaba llena de esperanza en enero cuando Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional, se proclamó presidente interino y fue reconocido por 55 países que consideraron que el segundo mandato de Maduro es ilegítimo. "Pero eran solo palabras", dicen muchos exiliados que apoyan una invasión estadounidense recordando la que desalojó a Manuel Noriega en Panamá en 1989 a costa de 300 civiles muertos.

Pero Venezuela es mucho más grande que Panamá, su régimen está mejor armado y tiene a China y Rusia (también a Cuba) como aliados. A pesar de las fanfarronadas de Trump a principios de año ("Todas las opciones están sobre la mesa"), no hay señales de que tenga intención alguna de invadir. En cambio, confía en las sanciones. La expectativa de John Bolton (Consejo de Seguridad Nacional) era que rápidamente el ejército se rebelase. No ha sucedido así. Además, el 10 de septiembre, Bolton fue despedido.

La debacle económica hizo que Maduro comenzara conversaciones aparentemente serias con la oposición bajo los auspicios del Gobierno de Noruega. A finales de julio, según varias fuentes, los delegados del Gobierno acordaron unas elecciones presidenciales anticipadas para el próximo año. El 5 de agosto, Estados Unidos impuso sanciones adicionales sin consultar a la oposición. El Gobierno venezolano respondió suspendiendo las negociaciones.

Elliott Abrams, representante del Departamento de Estado para Venezuela, dijo: “No estamos tratando de torpedear las conversaciones. Creemos que nuestras políticas han hecho posible las conversaciones”.

Pero quedan varios obstáculos. En la parte superior de la lista, estaría la posición de Maduro en una eventual transición. "No hay forma de celebrar elecciones libres con él en el poder", dice Abrams añadiendo que Maduro podría ser un candidato. Los intransigentes de ambas partes podrían rechazar lo que los negociadores acuerden. Por otra parte, están los aliados de Maduro. Según algunos informes, Rusia ha enviado especialistas en seguridad a Venezuela. Y la administración Trump no ha dado a Cuba ningún incentivo para desalojar a Maduro al haber intensificado las sanciones contra la isla comunista en lo que parece un intento de asegurar el voto cubanoamericano en Florida.

Los críticos de la política estadounidense señalan que las sanciones nunca han derrocado a los dictadores que tienen determinación. Aunque la crisis humanitaria en Venezuela es producto de Maduro, cuanto más duran las sanciones, más se aferra al poder. ¿Cuál es la alternativa para salir del pantano? Incluso si fuera posible un golpe militar, "sabemos que una solución negociada es más probable que produzca una democracia estable", dice Abrams. Está frustrado porque la Unión Europea no ha ampliado las sanciones a determinadas personas para facilitar el acuerdo.

Según The Economist, solo es probable que la gente de Maduro acepte una transición si tienen garantías creíbles de que no serán encarcelados ni expulsados de la política. En lugar de una amnistía, eso significa un Gobierno de unidad nacional en el que tengan poder suficiente para protegerse, argumenta un exdiplomático estadounidense experimentado. "Todas las transiciones negociadas han implicado garantías para los perdedores".