Opinión Online

Cambios urgentes en los modelos de liderazgo

La eterna discusión alrededor de si los líderes nacen o se hacen nos ha llevado, en este, un país de caudillos, a concluir hipotéticamente que ante el déficit de liderazgo la primera de las dos alternativas sea la cierta.

Marcela Villamil Kiewu
18 de junio de 2015

La ausencia de liderazgo, carencia para ser más exactos por el costo que implica no tenerlo, no sólo la vemos en el entorno de lo público sino que aplica de igual manera en lo privado.

El país político hoy se debate entre dos modelos de liderazgo, los cuales para ser franco presentan lunares enormes. Uno es el de nuestro Presidente actual, quien por su falta de carácter, su lejanía con el ciudadano, su falta de presencia en momentos críticos y la delegación casi que absoluta de temas centrales, lo tienen hoy pasando agua, tocando el piso de una impopularidad que tendrá costos enormes en su capacidad para sacar avante su proyecto bandera (el de la paz) y las demás reformas que el país necesita sin hipotecar su alma.

En la otra esquina, el modelo de un expresidente que le sobra carácter y cercanía, que se involucra en los detalles, obsesivo con un modelo que no admite esquemas intermedios, pero que premió la lealtad al talento (típico de los caudillos), dejando entrar en sus afectos a uno que otro bandido que ha tenido que salir a defender, dejando de lado la defensa de valores que deberían ser superiores, pero gozando de las mieles y la popularidad que genera el atacar a un líder débil.

En el medio de estos dos modelos, millones de compatriotas que hemos asumido una actitud pasiva, complaciente, de sumisa observación. A diferencia de otras latitudes, el Colombiano pareciera ser valiente sólo con un arma en la mano, pero pusilánime cuando se trata de exigir por otras vías sus derechos.

En el entorno de lo privado, la situación no es muy diferente. Colombia se construyó alrededor de modelos jerárquicos, en donde el poder viene de arriba, las decisiones se delegan siempre hacia aquellos adornados por el título de jefe, y el temor reverencial (para no patear la lonchera como dicen por ahí) ha llenado el mercado de “yes men” de quienes no confrontan ni rebaten decisiones equivocadas, antiéticas, a veces incluso ilegales.

En su reciente libro “Actúe como Líder, Piense como Líder”, Herminia Ibarra, profesora de Insead, plantea un modelo de liderazgo diferente: el que se deriva de asumir responsabilidades como camino para ir afianzando las habilidades del líder. Ibarra, sin alejarse de la realidad de que seguirán existiendo personalidades iluminadas que muestran desde edad temprana las dotes de un líder, reta a las organizaciones a modelar culturas en donde a la gente se le entreguen responsabilidades que los formen en su capacidad para innovar, para retar los esquemas existentes, para exigir empresas o sociedades mejores.

Hemos construido una sociedad y una cultura empresarial que en aras de mantener una aparente calma, ha cedido la defensa de los valores y la toma de las decisiones a quienes por jerarquía detentan el mando. Los grandes cambios empresariales y sociales hoy en el mundo, los están gestando aquellos que se cansaron de delegarle las decisiones de su generación a quienes detentan el poder, y decidieron actuar a riesgo de equivocarse. Aquellos que tuvieron la visión y la valentía de modelar sus empresas entregando responsabilidades, asumiendo riesgos, aplaudiendo la equivocación. En el hacer esta el espacio de formación que necesita un mundo al que hoy le sobra información pero pareciera carecer de la valentía que se necesita para delegar hacia abajo.