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Algo de lo mío también es tuyo

La generosidad no solo incrementa el bienestar del que ayudamos sino que puede incrementar nuestro bienestar en el corto y largo plazo.

Beatriz Yemail
21 de agosto de 2016

Hace un par de días pasé por uno de mis almacenes favoritos. El sitio es absolutamente estimulante. Me encantan sus paredes blancas decoradas con líneas interminables de palabras, los troncos secos que adornan los corredores, los techos bajos, la escalera sin baranda, la música y su divertida y hermosamente original ropa.

Por este almacén paso muy de vez en cuando porque está claramente por fuera de mi presupuesto. La verdad, me da como pena ir, preguntar qué está detrás de cada cosa y no comprar nada. 

Pero la última vez pasó algo muy especial. La vendedora me empezó a explicar cada pieza y, luego de un rato, cerró el almacén y nos dio un paseo maravilloso por los talleres del sitio. Esto lo hizo sabiendo que la probabilidad de que comprara algo era cercana a cero. Ella dio sin la expectativa de que le diera mucho de vuelta en el corto plazo, aparte de una montaña de preguntas y varios “uyyy” y “ooo”.

Esta experiencia unida a cosas de una profundidad tremenda como la crisis humanitaria en Venezuela, la posible incorporación de un número de excombatientes de las Farc al mercado laboral y la vida de los exhabitantes del Bronx, me puso a pensar sobre la generosidad.

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Dar sin esperar retribución es algo que los humanos hacemos instintivamente. Y los colombianos no somos la excepción.

En el Índice Global de Generosidad (IGG) del 2015 ocupamos el puesto 66 entre 140 países encuestados. Aunque en promedio estamos dentro de los menos generosos en el continente americano, tendemos a darles una manita a los desconocidos. De hecho, más del 60% de los colombianos encuestados reportaron haber ayudado a un extraño, lo que ubicó al país en el puesto 26 dentro del ranking de generosidad con desconocidos. Donde sí estamos en los últimos puestos es en materia de generosidad con nuestra plata (puesto 90) y nuestro tiempo (74), siendo que menos del 25% de los colombianos encuestados reportaron haber donado dinero a instituciones de caridad o hecho voluntariado.         

Pero, ¿por qué ser generosos?

Ser generosos nos hace sentir bien. Solo basta recordar la felicidad que se siente al verle la cara al otro cuando destapa un regalo que le hemos dado. O la satisfacción que generan unas sinceras “gracias” cuando le hemos dado una manita a otro y esa manita ha hecho la diferencia. De hecho, Michael Norton (Harvard) ha encontrado evidencia que sugiere que, independientemente del nivel de ingresos, las personas que gastan más en otros que en sí mismos reportan mayores niveles de felicidad.    

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La generosidad también actúa como un cuasi-seguro. Cualquiera enfrenta en algún momento una situación financiera difícil consecuencia de la pérdida del empleo o de un “mal negocio”. Ayudar a los demás y hacer que sus vidas mejoren en alguna forma puede funcionar como un seguro contra “situaciones difíciles e impredecibles” propias en el futuro. Como lo ha encontrado el Proyecto sobre la Generosidad Humana (humangenerosity.org), este cuasi-seguro explica los actos de generosidad en cadena de grupos sociales tan diversos como los Masáis en el Este de África y los ganaderos en EEUU Y también podría explicar por qué países que han vivido o están atravesando situaciones de conflicto como Iraq, Liberia, Sudán, Sierra Leona y Colombia, se colocan dentro de los primeros puestos en el indicador de “generosidad con desconocidos” que recoge el IGG.

¿Va la generosidad en contravía de la competencia? No realmente. Desde nuestras empresas podemos competir en precios, calidad, servicio al cliente y demás, y, al mismo tiempo, ayudar a una persona que esté en una situación de necesidad. Decir lo contrario equivaldría a simplificar innecesariamente a los seres humanos. De hecho, EEUU y Gran Bretaña son países con regímenes de abierta y dura competencia, y están también entre las naciones más generosas del mundo—ocuparon los puestos 2 y 6 dentro del IGG, respectivamente.

Compartamos entonces con otros por el bien de todos. Y, YALA!  

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