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¿Alcaldía o Presidencia?

Han bastado pocos días para empezar a conocer el talante del nuevo Alcalde. Para muchos está en campaña a la presidencia y ciertamente ha dado señales de que está pensando en algo distinto que en gobernar para Bogotá. Opinión de Luis Fernando Gamboa.

Dinero
13 de febrero de 2012

Las ofertas burocráticas fallidas para tomar el control del concejo y su intransigencia ante ciertos temas planeados desde hace varias décadas muestran que sigue pensando y actuando como congresista en la oposición en campaña y no como burgomaestre.

Es difícil imaginar que todos los alcaldes exitosos que ha tenido la ciudad estén equivocados y él esté en lo cierto. Ahora con el tema de la ALO y con las minorías en el cabildo empieza a soltar perlas que preocupan y lo acercan al modelo chavista. El modelo de imponer y de reformar por encima de cualquier control político empieza a asomar la cabeza en sus discursos. Discursos polarizantes como el de los humedales, la empresa de energía, la calle 26 y los toros que tratan de alinear a la población entre amigos y enemigos parecen ser su nueva estrategia y la forma en que decidió implementar la “política del amor”.

No es una necedad pensar en lo importante que es una obra como la ALO. La política social y el servicio a los más pobres también incluyen las estrategias para garantizar el empleo y es evidente que con una obra de estas, mucho empleo se genera y otro se mantiene. La reducción en costos de transporte, la generación de un nuevo corredor que respete el medio ambiente y la compaginación de los programas nación-departamento-ciudad son mejores que cualquier subsidio para los trabajadores.

Claro que se puede discutir sobre el tema. No hacer ocho carriles en cada sentido sino 4 y un tren es una alternativa. La pregunta es que soluciona dicho tren y qué solucionan los carriles. Si se está pensando en congraciarse con los habitantes de los barrios aledaños como cuando trató de hacerlo con los de suba al proponer el metro por allá y desconocer todos los recursos invertidos en los estudios por otro trazado, su campaña a la presidencia iría mal. Mal, porque las políticas populistas han dado votos en Bogotá, pero no en el país. Además su proceder trae a la memoria los temores de muchos empresarios y microempresarios con las políticas de Chávez. Cuando propuso el número de jardines infantiles que construiría, muchos se preguntaron como lo haría cuando le ponían cifras a la propuesta y le cargaban el porcentaje de corrupción que siempre traen las obras en Colombia. Hoy sabemos, que era una forma de ganar votos y no una política con criterio.

Bogotá continuará sufriendo por todos los males que la aquejan y porque ciertos gobernantes la toman como trampolín político antes que como una forma de hacer historia. Muchos afirman que detrás de esta obra solo está el deseo de enriquecerse de unos pocos y eso es difícil de probarlo y de controlarlo en dado caso. ¿Hay que recordar acaso que uno de los gobiernos más corruptos de la historia de Bogotá fue el del Polo democrático, el del pueblo que protestaba contra la corrupción de los de arriba?

Entretanto, son los ciudadanos del común, los que permanecen impávidos presenciando como una vez más se desbarata un proyecto de largo plazo, por unos votos de corto plazo. Solo nos resta esperar que escuche, dialogue, reflexione y proponga soluciones viables, consistentes, equitativas y eficientes más no populistas. Es una tarea difícil pero no imposible si de verdad cree que es posible llegar a la presidencia.

* Profesor de la Facultad de Economía de la Universidad del Rosario