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David Yanovich

Potencia en potencia

Colombia es rica en recursos naturales, lo cual la puede convertir en una potencia energética regional. Pero la visión tiene que tener ejecución.

Dinero
11 de abril de 2012

En todos los congresos de temas energéticos siempre se menciona lo mismo: la fortuna que tiene Colombia en contar con innumerables recursos naturales que están ahí para generar riqueza a toda la sociedad, a través de regalías, dividendos, impuestos y demás. No solamente es petróleo, con alrededor de 2.000 millones de barriles de reservas probadas, una producción creciente y un potencial estimado por algunos en 5 veces las reservas actuales; también está la promesa del gas, particularmente el no convencional, en particular el gas de esquisto (shale gas) y el gas asociado al carbón (del cual se han recibido buenas noticias, así sean preliminares y de manera informal, por parte de Drummond), lo que podría convertir al país en un jugador importante en materia de exportación, por lo menos en la cuenca del Caribe. Las reservas de carbón, de más de 6.000 millones de toneladas, posicionan al país como el de mayores reservas en el continente, y el sexto exportador de minas en el mundo. Y, finalmente, está la generación de energía eléctrica, pues gracias a grandes montañas y abundancia de agua, Colombia tendría un potencial de hasta 90.000 MW de generación hidroeléctrica, lo que le permitiría incrementar sus exportaciones a países vecinos a través de las interconexiones existentes (Ecuador y Venezuela) y las futuras (Panamá). Los más optimistas ven átomos colombianos llegando hasta lugares tan distantes como Chile y México.

Una película, sin duda, que suena muy bien. La naturaleza ya hizo su parte: ahí están los dinosaurios muertos, los vegetales apisonados por centurias, las montañas y el agua. Ahora depende es de cómo los colombianos decidan aprovechar esos regalos naturales para lograr convertir al país en una potencia energética regional.

Los retos son enormes, y la ejecución reciente de ciertos proyectos los han puesto de manifiesto, convirtiéndolos en materia de debate de primera prioridad. La falta de celeridad en materia de aprobaciones de índole ambiental, el enorme poder que han tomado las comunidades en el devenir del desarrollo de los proyectos, la situación de seguridad en ciertos lugares donde los caprichos de la naturaleza depositaron ricos yacimientos de petróleo, gas, carbón y otros minerales, son temas que necesitan resolución urgente, sin retórica y con practicidad.

El fortalecimiento de la autoridad ambiental, tanto desde el punto de vista técnico como presupuestal, y la urgentísima reglamentación de consultas previas con las comunidades y minorías son temas que hay que poner sobre la mesa y resolver. Esto compete tanto al Gobierno como al sector privado y las comunidades. Y el peor error que se puede cometer es que el Estado siga pensando que debe sobre-regular, o cambiar las reglas de juego a mitad de camino por erróneas percepciones de benevolencia frente a las rentas privadas; que las comunidades sigan mirando cómo pueden aprovechar su cuarto de hora para capturar rentas, tanto económicas como políticas; y que el sector privado desestime su responsabilidad en hacer los proyectos y las inversiones ambiental y socialmente sostenibles. Si cada quien tira para su lado, se rompe la cuerda y todos pierden. Por el contrario, existe un equilibrio en donde todos ganan, permitiendo eventualmente hacer realidad la promesa de Colombia como potencia energética.

Por lo pronto, Colombia sigue siendo una potencia en potencia. Si bien se han venido dando importantes pasos para la consolidación de los sectores energéticos en el país, todavía hay mucha satanización e incomprensión sobre lo que se requiere para hacer de la promesa una realidad, y evitar que, en lugar de que Colombia se eleve a la enésima potencia, el país quede relegado como un N.N. en el contexto energético regional.

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