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David Yanovich

Muros invisibles

La crisis en Europa no tiene soluciones sencillas, en parte, por la falta de movilidad.

9 de mayo de 2012

Una de las consecuencias más graves que ha tenido la crisis en Europa es el desempleo. En España y Grecia es superior a 20%; en Portugal cercana a 15%; en Alemania, en cambio, es cercana a 7%, y en países como Holanda y Austria es de 5% y ligeramente menor a 5%, respectivamente.

La única forma de lograr dar solución al gravísimo problema de desempleo en ciertos países de la periferia europea es a través del crecimiento económico. Sin embargo, no se prevé que dichas economías lleguen a crecer lo suficiente para generar nuevos puestos de trabajo en el corto plazo, y claramente no se pueden sostener niveles de desempleo de estas magnitudes por mucho tiempo. Entonces, ¿qué hacer?

Generalmente, una de las formas en que se resuelve este dilema es la movilidad. Esto no quiere decir nada distinto a que las personas desempleadas en una zona particular buscan empleo en otra que tenga mejores perspectivas, mayor crecimiento y mejores oportunidades laborales.

En Europa, desafortunadamente, la movilidad es un problema real. Existen múltiples barreras para que una persona, digamos, en España, levante su vida y se vaya a Alemania a buscar oportunidades de trabajo. No solamente por el idioma y las formas y los diversos estilos de vida entre un país y otro. Las diferentes leyes pensionales, la composición de la población, las leyes laborales y de impuestos, que cambian de país a país, implican que a un europeo del común no le quede tan sencillo levar anclas y migrar en busca de mejores horizontes. Adicionalmente, los costos de transacción de comprar y vender vivienda en Europa son de los más altos del mundo, razón por la cual existe un incentivo adicional para permanecer aferrado a un mismo sitio. Es tan severo el tema de movilidad en Europa, que inclusive entre regiones de un mismo país existen incentivos a no movilizarse.

Distinto ocurre en Estados Unidos (un país federal con una sola moneda, lo más similar a la Unión Europea), donde no solamente todos hablan inglés, sino que las leyes que gobiernan pensiones, tributos, etc. y la forma de vida entre uno y otro estado no cambian dramáticamente. Por ello ese país tiene mucho más capacidad de reacción frente a una crisis económica, y por lo cual los desbalances laborales y el desempleo son mucho menos pegajosos que en Europa. Es así como, según The Economist, mientras en Estados Unidos alrededor de 2,5% de la población se mueve entre estados, en Europa esta cifra llega a menos de 0,5%, si se mide entre los 25 países de la Unión, y para algo menos de 1,0% si se mide entre diferentes regiones en un mismo país (para una muestra de 15 países).

Si los europeos no pueden recurrir a la movilidad para resolver el tema del desempleo, ¿qué les queda? Una devaluación de la moneda, por ejemplo, ayudaría a resolver parte del tema de competitividad entre países, pero Alemania está haciendo todos los esfuerzos posibles para mantener unidos a los países del euro, pues la desaparición de la moneda única a quien más afecta es a este país. Por otro lado estaría el estímulo fiscal de cada gobierno, pero este a su vez también tiene una oposición feroz entre los alemanes, que con razón piensan que finalmente esa cuenta de mayores desbalances fiscales en otros países en Europa la van a tener que pagar ellos. Queda, entonces, una dolorosísima y penosa deflación de los precios de los activos, la cual puede tardar años y puede tener profundas consecuencias en la sociedad.

El viejo continente, por lo pronto, seguirá sumido en una crisis que no parece tener una salida clara. Y de no encontrar una salida, es probable que el arduo trabajo para integrar el continente termine en nada.

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