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Eduardo Lora

La nueva oleada de nacionalizaciones

Detrás de las nacionalizaciones hay mucho más que ideología izquierdista. Brasil, Colombia y Perú deberían estar alerta.

Dinero
25 de abril de 2012

La renacionalización de la petrolera argentina, YPF, es el más reciente episodio de la nueva oleada de nacionalizaciones que está extendiéndose por América Latina desde hace más de una década. En Venezuela, además del sector petrolero, se han nacionalizado desde empresas del sector eléctrico y las telecomunicaciones, hasta cadenas de distribución de bienes de consumo. En Bolivia, las primeras decisiones que tomó Evo Morales al asumir el poder en 2006 incluyeron nacionalizar las industrias petrolera y del gas y expulsar a la empresa privada que había manejado la red de acueductos de La Paz. Hace unos años, también Ecuador nacionalizó algunas empresas petroleras y medios de comunicación.

Como ha ocurrido otras veces en el pasado, este ciclo de nacionalizaciones tiene como telón de fondo una fase de altos precios de los recursos naturales. La principal motivación para tomar el control de las empresas del petróleo, el gas y los productos mineros es apropiarse de las rentas. En YPF eso había ocurrido ya a través de los controles de precios que trasladaron directamente las rentas a los consumidores y dejaron sin incentivos de inversión a la empresa.

Según un estudio del Banco Mundial, los altos precios parecen tener mucha mayor influencia en las decisiones de nacionalización que otros factores políticos o económicos. Este es un punto importante puesto que sugiere que las nacionalizaciones y privatizaciones no son el resultado mecánico de un péndulo ideológico. Es posible, más bien, que los precios de los productos básicos sean parte del engranaje que pone en movimiento el péndulo ideológico, porque los contratos entre el gobierno y las empresas privadas para la explotación de los recursos naturales se establecen de tal forma que los aumentos de precios tienden a ser apropiados en su mayor parte por las empresas, no por el gobierno.

Todo esto implica que un sistema de contratos e impuestos que transfiera con certeza al gobierno las rentas en los momentos de precios altos, y que proteja efectivamente a las empresas de los riesgos de expropiación, podría ayudar a desactivar los ciclos de nacionalización y privatización.

Pero un buen diseño de contratos no lo es todo, como lo sugieren algunos rasgos comunes delas nacionalizaciones. Estas son más probables cuando las desigualdades económicas están más arraigadas en el país y, especialmente, cuando se percibe que las rentas de la extracción de los recursos naturales benefician a una minoría. De ahí que las nacionalizaciones busquen no solamente expropiar empresas extranjeras, sino que también puedan ocurrir en contra de propietarios nacionales, o de grupos étnicos, o de grupos regionales que no representan a la mayoría de la población.
Otro rasgo bastante común es que las nacionalizaciones son más frecuentes en países con instituciones públicas deficientes. En esas condiciones, es más factible que los gobiernos estén dispuestos a violar los contratos e incumplir las normas legales o constitucionales, puesto que en tales circunstancias son mínimos los costos de reputación, las posibles sanciones o el rechazo político. Sin duda el caso de Argentina.

También son más frecuentes las nacionalizaciones en países con bajos niveles de educación y estructuras productivas poco diversificadas, posiblemente porque estas condiciones implican que amplios sectores de la población carecen de fuentes alternativas de ingresos y viven en condiciones de inestabilidad económica. Bolivia es un buen ejemplo.

El último rasgo que vale la pena destacar es que las empresas nacionalizadas tienden rápidamente a volverse ineficientes. La razón es que las empresas que quedan en manos del Estado no pueden mantener los incentivos basados en rendimiento y productividad que son característicos de las empresas privadas. Esto las hace vulnerables a eventuales caídas de precios de sus productos: cuando el fisco más necesitaría de sus rentas, estas empresas se encuentran agobiadas por sobrecostos e ineficiencias y deben ser privatizadas en condiciones poco favorables para el Estado. Y así, el ciclo vuelve a empezar.

Los países abundantes en recursos naturales no renovables que aun están al margen de esta nueva oleada de nacionalizaciones, como Brasil, Colombia o Perú, deberían estar alerta para no crear condiciones que podrían propiciarlas.

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