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Santiago Ulloa

España: falta de confianza

Una vez los mercados refinanciaron la deuda griega y la intervención de Portugal e Irlanda, todas las miradas estaban dirigidas a España e Italia.

Dinero
25 de abril de 2012


Los 100 días de gracia que cualquier nuevo presidente tiene para delinear las líneas maestras de su plan de negocio no han servido de mucho a Mariano Rajoy. Mirando los últimos datos económicos parecería que nos encontramos en la misma situación de incertidumbre que al final del gobierno del Presidente Zapatero.
El cambio de gobierno en España se produjo en vísperas de las fiestas de Navidad, y la primera sorpresa con que se encontraron los ciudadanos fue una diferencia importante en los datos que se habían reportado sobre el déficit fiscal de ese ejercicio. Oficialmente se había hablado de que se llegaría al entorno de 6%, cuando la realidad era más cercana a 8,5% del PIB. Nadie podía negar que la situación del país era mala, pero no tanto como posteriormente ha salido.

El presidente Rajoy se comprometió a reducir el déficit en dos años a 3% y en un año a 5,8% pero tuvo que cambiar sus datos a los pocos días, ante la presión de Bruselas para que hiciese los ajustes necesarios para llegar a un máximo de 5,3% del PIB. Esto supone bajarlo más de 3% en tan solo doce meses, una labor casi imposible con una economía en decrecimiento.

Toda esta situación, unida a una falta de confianza en la posibilidad de salir adelante y una gran especulación de los inversionistas internacionales, ha llevado a que nuevamente nos encontremos con un diferencial frente al bono alemán cercano a los 400 puntos básicos. Sin embargo, nos encontramos en una situación muy diferente a la de finales de 2011. El gobierno está tomando una serie de medidas drásticas para reducir el nivel de deuda de todas las administraciones públicas; finalmente se está haciendo frente a la necesitada reforma laboral que haga más competitiva a la economía española y, adicionalmente, se está intentando limpiar el sistema financiero de toda la basura que ha ido acumulando en sus balances en los años de la burbuja inmobiliaria. Son cambios estructurales necesarios que se tenían que haber hecho en la época de las vacas gordas, pero que son mucho más dolorosos de hacer en un momento de contracción económica, con el desempleo superando los cinco millones de trabajadores y con una tasa superior al 23%. 

A pesar de todos estos datos negativos yo soy optimista. Si bien es cierto que a lo largo de 2012 la deuda total de las administraciones públicas va a subir hasta 80% del PIB, aun está por debajo de los niveles de la mayor parte de los países desarrollados. La reforma del sector financiero y la consolidación de sus entidades implicará que limpien sus balances y finalmente empiecen a prestar. La gran caída de los precios de los activos financieros en España no ha venido tanto por un exceso de oferta de papel, sino por un frenazo de la demanda. En menos de seis meses se ha pasado de una tenencia de títulos públicos en manos extranjeras cercana a 60% a 42% en la actualidad. Esto puede fácilmente darse la vuelta si la confianza internacional vuelve y se empieza a comprar nuevamente. Por último, los datos de cierre del primer trimestre que maneja el gobierno son mejores que las previsiones internacionales y España ha conseguido financiar en este momento casi 50% de todas sus necesidades de 2012 (frente a Italia, que solamente ha cubierto una tercera parte).

Los cambios que se están haciendo en el país eran totalmente necesarios, si bien son insuficientes para alcanzar un crecimiento en términos reales de la economía que ayude a crear empleo y a elevar la recaudación, consiguiendo con ello un menor nivel de riesgo para la misma.

Dos factores que pueden ayudar a que vuelva a crecer la economía son la reapertura del crédito al sector privado y un aumento puntual de la inversión pública. Es cierto que los bancos están provisionando y enviando a pérdidas muchos de los préstamos morosos del sector de la construcción. Pero también es cierto que una parte importante del dinero pedido al Banco Central Europeo, en vez de prestarlo, lo están colocando en bonos del gobierno quedándose con unos diferenciales muy jugosos.

 Los reguladores españoles y comunitarios deberían obligar a que ese dinero se preste y vuelva al circuito, de esa forma los empresarios volverían a invertir y contratar. Por el lado de la inversión pública, las políticas europeas de austeridad al máximo no están dando los resultados buscados y tienen el riesgo de matar al paciente. Miremos a los Estados Unidos, quienes con un déficit fiscal superior al español y con un ratio de deuda/PIB también más alto, siguen inyectando dinero a la economía, han conseguido volver a crecer y el desempleo está bajando.

Lo más importante es recuperar la confianza. En los momentos de máximo desaliento es cuando se crean las grandes oportunidades. Es posible que aún sea temprano para volver a invertir en España, pero estoy seguro que cuando veamos estos precios, dentro de unos años, mucha gente se acordará de las oportunidades que dejaron pasar. En la diversificación está la virtud, y por muy buena que parezca una inversión, nunca hay que jugarle todas las fichas a una misma carta.

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