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Alberto Carrasquilla

Eclipse de deuda

Quizás en el instante en que usted esté leyendo esta columna, el valor de las acciones del Gobierno en Ecopetrol es idéntico al valor de mercado de la deuda total de la Nación.

Dinero
9 de mayo de 2012

No podemos precisar el día y la hora exactos, a diferencia de los astrónomos, pero por estos días se han alineado dos astros fiscales de una manera que ocurre, por decir algo pomposo, cada jurgo de años.

El primer astro alineado es la deuda pública. Utilizando los valores de mercado vigentes en marzo, la deuda pública total de la Nación asciende a $211 y alguito billones, unos US$118.000 millones, según el Ministerio de Hacienda en su (valga decirlo, estupenda) página web dedicada las relaciones con inversionistas, llamada IRC, por su sigla en inglés.

El segundo astro es el valor de mercado de las acciones de Ecopetrol que tiene la Nación en el lado activo de su balance. Al cruzar el umbral de los $5.700 por acción, el valor capitalizado de la compañía llega a los $234,4 billones. Esto es importante astrológicamente por una sencilla razón: 89,9% de este total, unos $211 billones, son del Gobierno.

Así las cosas, quizás en el instante en que usted esté leyendo esta columna, el valor de mercado de las acciones del Gobierno en Ecopetrol es momentáneamente idéntica al valor de mercado de la deuda total de la Nación. Puesto en otros términos, el Gobierno en ese instante podría hacer desaparecer la deuda pública de sus libros con el ejercicio, conceptualmente trivial, de efectuar un canje de acciones por títulos de deuda, o de vender las unas para comprar los otros.

Dos reflexiones. La primera, los colombianos le debemos mucho a las reformas que en el sector petrolero introdujo el gobierno del presidente Uribe y que se llevaron a cabo a partir de 2003 y al manejo con criterio privado y ánimo de lucro que ha tenido la entidad desde aquel entonces gracias a ellas. En buena parte debido a estas reformas el gobierno de Colombia, si le dieran ganas, podría quedar debiendo cero, ahorrándose a perpetuidad unos 4 puntos del PIB que hoy paga en intereses sobre dicho saldo y evitándose el dolor de cabeza que implica refinanciar saldos que vencen en los inevitables tiempos de vacas flacas que ya vendrán. Vaya diferencia, por decir algo, con respecto a Estados Unidos o de gran parte de Europa, hoy día inmersos en verdaderos berenjenales fiscales, ahogados por el agobio de unas deudas de diagnóstico reservado.

Estas reformas colombianas incluyen la creación de la ANH, escindiendo las funciones regulatorias de la actividad empresarial en Ecopetrol. La decisión de involucrar capital privado en la empresa. La decisión de eliminar diversas funciones parafiscales, por ejemplo el pago de subsidios al consumo de gasolina, que anteriormente contaminaban el balance de la compañía, haciéndolo impresentable en mercado alguno y la decisión de inscribir estas acciones en el mercado de capitales más importante del mundo, sometiendo a la compañía a estándares internacionales de gobernancia.

Segundo, es muy interesante, y algo cómico, que mientras los astros se fueron moviendo de manera gradual y sistemática, a lo largo de estos 9 años, el grueso de nuestros analistas fiscales mantuvo sus rústicos telescopios enfocados tercamente en pequeños asteroides, puntitos y flujitos de caja prácticamente irrelevantes en la galaxia de nuestras finanzas públicas.

Hace 10 años el valor económico de Ecopetrol era igual, o muy muy cercano, a cero. Incluso algunos importantes analistas planteaban, con lujo de argumentos, que después de tanto manoseo, la empresa tenía valor negativo. Las reformas tuvieron como efecto el más extraordinario ajuste fiscal que se haya visto en la historia del país. Empezar en bancarrota y eclipsar, para efectos prácticos, la deuda pública en su totalidad, no es cualquier limonadita de coco.

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