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Juan Manuel López Caballero

Creer en lo que dicen o buscar lo que no nos dicen…

¿Cuáles serán las perspectivas para este año? ¿Cuáles los efectos de la Reforma Tributaria? ¿Qué pasará con el recaudo total y con las fuentes de sustitución de los parafiscales?

Juan Manuel López Caballero
27 de enero de 2013

La información oficial y la que divulgan los medios afines al establecimiento debe ser leída buscando entre líneas lo que realmente puede estar pasando. No es inusual que lo que se intenta no reconocer sea lo que se encuentra detrás de lo que se presenta.

Nos repiten que no tenemos la enfermedad holandesa ni peligro de caer en ella. Esta se da cuando la economía de un país recibe una bonanza de su sector externo que destruye su capacidad productiva interna –normalmente por un descubrimiento o un mayor valor de sus recursos naturales exportables–. En nuestro caso tenemos que los sectores de manufactura, industria, agricultura, e incluso construcción –o sea los generadores de valor agregado– han perdido participación en el PIB; que se mantiene la tasa más alta de la región en desempleo; que el peso se ha revaluado beneficiando los productos importados; y que estamos ante una monodependencia de la inversión extranjera en el sector minero-energético. Es decir, todo el cuadro típico del mal. La versión oficial, sin embargo, es que la prueba de que no estamos ‘enfermos’ es que hay aumento de la inversión extranjera (supuestamente ‘confianza en Colombia’) o que el crecimiento actual es mayor al del pasado inmediato… Pero justamente esa es parte de la sintomatología o la prueba de la enfermedad pues es el caer en ese tipo de crecimiento lo que crea la euforia que caracteriza esos procesos donde se desconoce el verdadero estado en recesión de la economía productiva porque un fenómeno ocasional de la aparición de fuentes no generadoras de valor agregado disimula y propicia el abandono de la capacidad de crear riqueza.

Lo difícil –o lo útil para quien no quiere reconocer esta situación– es la confusión que produce el no poder evaluar en forma independiente el estado de ese aparato productivo y lo que solo es una lotería transitoria. Por eso, solo cuando por sus efectos se empiezan a mostrar síntomas negativos se revela lo grave de la situación.

Parece ser lo que ahora estamos viviendo. Nos insisten en que no hay peligro de recesión y que para prevenirlo el Banco de la República disminuyó sus tasas como una medida anticíclica. Pero es justamente ese razonamiento, acompañado de los datos sobre el comportamiento de la producción industrial y el consumo interno (cayendo no solo por debajo de lo esperado sino en valores absolutos), y el cambio de proyecciones para el crecimiento del PIB de este año y del próximo, lo que diría que, en cuanto al aspecto productivo de nuestra economía, estamos peligrosamente al inicio de una eventual recesión. La meta del Plan de Desarrollo "Prosperidad Para Todos" era crecer de manera sostenida por encima de 6%. Parecía ser esa la trayectoria al salir de los malos índices de 2009 y 2010 cuando en el año 2011 la economía creció 5,9%. Ya para el año 2012 el Gobierno y el Banrepública lo iniciaron estimando la meta en 4,8%. El abandono de la política contraccionista y los datos de la desaceleración de los dos últimos trimestres llevaron al Emisor, al comenzar diciembre, a recalcular el crecimiento de la economía para ese 2012 a sólo “4,3% como la cifra más probable”1. Y al final de año el Gerente reconoció que no se alcanzaría el 4%, acercándose al cálculo de Eduardo Sarmiento, de cerca de 3,5%. ¿Cuáles serán las perspectivas para este año? ¿Cuáles serán entonces los efectos de la Reforma Tributaria? ¿Qué pasará con el recaudo total y con las fuentes de sustitución de los parafiscales, cuando estas se estudiaron con crecimientos de 4,8%? Bajo las nuevas condiciones, el supuesto de una ‘neutralidad’ desaparece y las cifras ya reconocidas hablan de un déficit no previsto pero sin mencionar cuáles rubros afectará; si incluimos además el desfase en los precios y la producción estimada del petróleo y el carbón, ¿cómo se van a corregir los errores en la proyección?

Ante esto, el Presidente dejó de hablar de ‘locomotoras’ o de perspectivas de la economía y se trasladó al tema de la disminución de la pobreza e indigencia; pero sin mencionar que los resultados corresponden a los años de 2002 a 2011; ni que estas se deben casi exclusivamente a los cambios en Bogotá bajo los mandatos que, alejándose de la fijación por el modelo neoliberal de ‘desarrollo económico’, sí tuvieron ese propósito; ni que lo que expresa la mínima variación del GINI en la desigualdad nacional es que a nivel del resto del país –excluida la capital– las cifras son mucho menos satisfactorias; ni que ya existen estudios que cuestionan las cifras atribuyendo al ‘cambio de metodología’ los resultados aparentes, confirmando que seguimos siendo y de muy lejos el país con peores condiciones en los tres campos de miseria, indigencia y desigualdad. ¿Será otro caso de ‘leer entre líneas’?

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