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Boris Berezovsky está reclamando US$6.000 millones. Dice que fue presionado para vender sus propiedades empresariales a bajo precio.

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"Vendetta" rusa

Dos de los hombres más ricos de Rusia están trenzados en un billonario lío judicial que podría convertirse en uno de los más costosos de este siglo en Inglaterra.

9 de noviembre de 2011

Román Abramovich, el multimillonario ruso dueño de Chelsea, tradicional equipo de fútbol inglés, tuvo que comparecer ante el Tribunal Superior de Londres hace dos semanas. La razón: su ex socio o, como él mismo lo ha llamado, “padrino político”, Boris Berezovzky, también ruso, le está reclamando US$6.000 millones por cuenta de un negocio del año 2000.

El pleito ha sido catalogado como el más costoso en la historia judicial de Inglaterra, pues según la versión de distintos medios, Berezovsky ha comprometido más de US$100 millones en abogados para acusar a su antiguo aliado empresarial por “abuso de confianza y ruptura de contrato”.

La historia es la siguiente. Berezovski se convirtió en uno de los más ricos empresarios rusos en los 90. Sus propiedades incluían no solo activos industriales y petroleros, sino también varios canales televisivos, de los más vistos en su país, como ORT. Esto fue posible gracias a su ascendiente en el gobierno de Boris Yeltsin.

Entonces conoció al joven emprendedor Román Abramovich, quien no había llegado a los 30 años y ya empezaba a moverse con soltura en el mundo empresarial. De acuerdo con un artículo publicado en The Guardian por el periodista James Meek, la sociedad en los negocios se concretó en 1995 cuando Berezovski convenció a la administración Yeltsin de fusionar todas las empresas estatales petroleras para crear una única compañía que fuera subastada al mejor postor. Obviamente, ambos magnates se hicieron al negocio poniendo US$100 millones. Así nació Sibneft, firma que está en el centro de esta polémica.

Todo marchó bien mientras Yeltsin estuvo en el poder. Con la llegada de Vladimir Putin a la presidencia, las cosas se le embolataron a Berezovski, quien desde sus medios de comunicación criticó las políticas del nuevo premier ruso. El resultado: en el año 2000, tuvo que salir del país acusado de fraude. Allí empezó su declive.

En su huida de Rusia, Berezovski vendió las participaciones de varias compañías, incluida la de Sibneft. El negocio lo hizo con su socio incondicional hasta entonces, Abramovich. Esto es lo que explica el reclamo de los US$6.000 millones porque, según la versión del acusador, Abramovich le obligó a vender a precios bajos la propiedad de esas empresas.

El acusado se ha defendido asegurando que Berezovsky no era su amigo, sino una persona a la que tuvo que acudir en busca de apoyo político, durante el gobierno Yeltsin. Además, señala que le ha pagado US$2.500 millones en los últimos años, recursos que le ha entregado mientras su “ex amigo” ha permanecido como exiliado en Londres.

Ambos ya se vieron la cara en los tribunales. En el primer round solo intercambiaron acusaciones. La pelea apenas comienza y, por lo visto en las primeras jornadas, la historia va para largo, pues ambas posiciones son irreconciliables.