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¿Por qué estoy aquí?

Muchos se pueden preguntar qué hace un deportista profesional y entrenador escribiendo en estas páginas digitales dedicadas a los análisis económicos, a los balances de bolsa, a las crisis financieras y a las predicciones de la economía mundial. Opinión de Will Vargas. *

20 de noviembre de 2010

Por eso estoy aquí, para contarles historias y experiencias de personas que han integrado el deporte a su vida y que lo han tomado tan en serio que se ha convertido en algo muy similar a un plan de desarrollo de cualquier empresa. Es un espacio para hablar de esfuerzo físico. Pero también de disciplina, de constancia, de superación, de entrega, de formación y de madurez. Sobre todo de pasión, pasión por vencer metas. En medio de ese camino se combaten miedos, se superan obstáculos y se perfeccionan técnicas. Se fortalece el cuerpo, sí. Pero sin duda, se fortalece el espíritu.


Quiero compartirles, entonces, unas líneas muy personales que explican esta pasión.
Nadé competitivamente desde que tengo memoria. Esa piscina era mi segunda casa. Luego me convertí en Triatleta y competí en cinco juegos nacionales. He participado en más de 60 competencia mundiales como miembro del equipo de la selección Colombia y he corrido 25 medios iron man y 4 full ironman. Así iban las cosas cuando un accidente cambió mi vida. Eso fue el año pasado, 15 días antes del Ironman de Frankfurt. Estaba completando el recorrido en bicicleta que tenía como objetivo de entrenamiento cuando me lesioné la rodilla.


Sin embargo, así me fui a la competencia pero las secuelas obligaron mi retiro de la prueba en el kilómetro 90, justo recorriendo la mitad del ciclismo. No fue todo. Seis meses después, aún en recuperación, me sometí a una cirugía maxilofacial -por cuenta de otro accidente rumbo a Anapoima en Bicicleta: un hombre completamente ebrio se lanzó a la vía sin mirar ni reaccionar, ocasionando un doloroso y triste accidente. Diez fracturas en mi cara- a la que se le unió en pocos días una apendicetomía de urgencia, situaciones que aplastaron mi aspiración de regresar a las competencias. Pero nada de eso me dolía más que sentir que no estaba en las condiciones para una competencia de alto rendimiento. Fue precisamente en ese momento cuando decidí que tal vez la mejor forma de regresar sería con una prueba de 42 kilómetros para entrenar al lado de mis pupilos del grupo que dirijo y entreno –todos ejecutivos exitosos y exigentes- para demostrarme que se puede empezar muchas veces.


Esa prueba fue la maratón de Miami que se corría en enero. Sin decir nada, y con ese dolor que se deposita en la mitad del pecho, comencé a entrenar al lado de mis pupilos.
Estábamos a 3 meses y el regreso me pesaba: “Un día sí entreno pero al otro no”. Además era complicado tomar algo de ritmo enfocándome en correr únicamente, pues estaba más habituado a nadar y montar en bicicleta que al simple hecho de ponerme los zapatos y salir a la calle a correr. Los entrenamientos se dibujaban largos y difíciles y después de la quietud total eran como resbalosos muros imposibles de escalar sin ayuda. Pero me sirvió para ubicarme del lado de mis pupilos para entender sus dolores y sinsabores. De eso recuerdo especialmente mi primer entrenamiento de 35 kilómetros después de tanto tiempo. Coincidió con una estadía temporal en Puerto Madero (Buenos Aires), en diciembre con 35 grados. Arranqué con buen ánimo pero tristemente terminé claudicando al kilómetro 28. Tuve que parar. Fue por la temperatura, por la falta de ritmo y por los 8 kilos de sobrepeso que todo el mundo coincidía en decir que no se me notaban por mi “flacura extrema” pero que yo sentía al correr como si fueran 20 kilos en cada zapato.


Se fueron entonces los días y las semanas en intentos de correr, con más decepciones que buenas sensaciones pero con algo de seguridad pues cumplí con 12 semanas regularmente trabajadas, de las cuales cuatro fueron malas por los dolores de querer volver como si nada hubiera pasado y creyendo que era más joven, cuatro semanas fueron normales de buen entrenamiento y cuatro semanas que se fueron arrancando y afinando para el evento. No había nada más que hacer, iba rumbo a mi primer maratón de exclusivos 42 kilómetros. Me encontraba entonces con no mucho entrenamiento, pero sí con muchas ganas y, sobre todo, muy entusiasmado por acompañar a los más juiciosos del grupo: esos que sacrificaron las festividades para cubrir enormes distancias e incontables repeticiones. A veces creo que sin su ejemplo sería el típico entrenador, un poco pasado de peso, que vive de recuerdos ¿Cómo podría serlo si estoy rodeado de hombres y mujeres que me recuerdan día a día qué y cómo quiero ser?


El pasado 31 de enero, en mi regreso al ruedo luego de más de un año sin competir, durante los kilómetros de crisis de la maratón de Miami, pensaba en lo bien que había hecho al no conformarme viendo simplemente. Me había convencido de la importancia de sentir de nuevo y entender desde adentro el porqué de lo que mis pupilos hacen. Entendí entonces que sería una búsqueda ardua del éxito en dos roles que se complementan.


Por eso estoy aquí, en estas páginas virtuales para compartirles miles de ejemplos a la hora de vencerse a sí mismo y sonreír al cruzar una meta.

 

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* Entrenador Nivel I certificado por la PATCO (Panamerican Triathlon Confederation), Master Trainer Nivel III graduado del Institute of Fitness en Brisbane (Australia) y coach certificado por la USAT (Federación de triatlón de los Estados Unidos). Posee más de veinte (20) años de experiencia como deportista profesional, además de amplios conocimientos del sistema deportivo nacional e internacional.Tengo una respuesta que daría cualquier persona que se haya jugado su alma en una cancha, en un campo o en una pista. El deporte es cosa seria. En más de 20 años no he conocido una actividad más exigente, que tenga objetivos más concretos y que requiera de más preparación que el deporte.