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No todo lo que brilla es oro

El precio internacional del oro ha mantenido la tendencia alcista observada desde 2004. Este año sobrepasó ya los US$ 600 por onza. En contraste, la producción aurífera del país no ha crecido. ¿Se beneficiará el país de esta coyuntura?

María Antonia Pardo
14 de julio de 2006

Desde hace dos años se está hablando con fuerza del tema en los círculos mineros. La razón es clara: el oro volvió a ser una alternativa de inversión luego de dos décadas de estancamiento durante las cuales todas las variables alrededor del metal se mantuvieron postradas. Pero la situación actual es otra. Por un lado, se ha reforzado la condición del oro como un activo libre de riesgo gracias, entre otras razones, al interés de algunos bancos centrales de diversificar sus portafolios aumentando las reservas internacionales en el metal precioso. China es un claro ejemplo de esta situación: espera pasar de 600 toneladas de oro que conserva en custodia actualmente (1,4% del total de sus reservas internacionales) a 2.500 toneladas en un futuro cercano. 
 
Por otro lado, el debilitamiento del dólar y la preocupación mundial en torno a la política de ajuste monetario de la Reserva Federal de Estados Unidos han repercutido en un desplazamiento de la inversión (que siempre busca mejores niveles de retorno) a favor del oro. Como la relación dólar-oro es inversa, a medida que se deprecia la moneda estadounidense, repunta el precio de este metal. El mayor impacto de este comportamiento se ha sentido en los fondos de inversión del commodity pues registraron una subida de 23% durante el primer trimestre de 2006 con respecto al mismo período del año anterior. 

La evolución del precio internacional del oro no deja de sorprender. Si bien es cierto que la tendencia se dejó ver desde 2004, en ese momento no se tenía claro cuánto tiempo duraría como tampoco la magnitud de la misma. Ahora el panorama es más claro pues el alza no sólo se ha mantenido después de dos años, sino que además, un sondeo realizado por Reuters entre analistas y operadores, concluyó que el precio continuará creciendo a un ritmo devastador durante 2007 frente a la anticipada debilidad del dólar y de otras materias primas que atraviesan un mal momento. 

Lo cierto es que en los últimos doce meses el precio internacional del oro ha registrado una impresionante subida de 47% frente al precio promedio de 2005 que fue de US$ 445. En mayo alcanzó una cotización de US$ 721, la mayor del último cuarto de siglo. La cotización actual a 13 de julio es de US$ 653. Los análisis alrededor del tema muestran que durante este año el promedio se mantendrá en US$ 625 y no descartan que el otro año alcance la cifra récord de 1980: US$ 850 por onza. 
 
La escalada del precio del petróleo también ha influido en lo que está sucediendo en los mercados con el oro. El incremento constante en la cotización del crudo , con algunas previsiones de que podría llegar a un precio US$ 100 por barril en el próximo invierno boreal, alienta las perspectivas de mayores niveles de inflación a nivel mundial. Esa situación le favorece a la cotización del oro por cuanto se considera que en tiempos de inflación, éste metal es un buen activo de refugio. 
 
Analizando los factores que explican el comportamiento del precio internacional del oro, sorprende que su demanda a nivel mundial no haya sido determinante. Teniendo en cuenta que la oferta de oro es bastante inelástica en el corto plazo pues la producción minera no puede incrementarse sustancialmente de un año a otro (para encontrar nuevas minas las empresas deben invertir en exploración y ello no sólo representa grandes sumas sino también tiempo); si la demanda aumenta, lo más seguro es que ese incremento se vea reflejado en el precio del metal. Pero la demanda durante este año decreció 18%, según el Informe del Consejo Mundial del Oro para el primer trimestre de 2006. Lo mismo sucedió con la oferta la cual presentó una disminución de 15% explicada por el poco interés de los bancos centrales de vender sus reservas en el metal (la venta de reservas decayó 57%). 
 
La historia en Colombia
En Colombia el oro tiene su propia historia. El interés por la riqueza aurífera del país viene desde tiempos de la Conquista por parte de España. Muchos municipios se fundaron gracias a las travesías de los europeos en su búsqueda desesperada por el Tesoro Perdido. Tanto la bandera como el escudo de la Nación lo incluyen para representar la riqueza de estas tierras. Pero no sólo está presente en los símbolos patrios, también lo está en la leyenda más conocida de Colombia a nivel mundial, en el aeropuerto de Bogotá que lleva el mismo nombre: ‘El Dorado’, y en la orfebrería precolombina que se exhibe en el Museo del Oro de la capital. Por cinco siglos, el nombre de Colombia ha estado asociado con la palabra oro. 
 
Pero parece ser que todo lo anterior es más producto de la fama que de la realidad. Colombia ya no ocupa ese lugar privilegiado de antaño cuando era uno de los más grandes productores de oro del mundo. Hoy día se ubica en el puesto 20 con una producción anual que el año pasado fue tan sólo de 35,8 toneladas (T). La líder en ese mercado sigue siendo Suráfrica (en los setentas producía 1000 T al año equivalentes al 75% de la producción mundial) con 296 T . Le siguen en importancia: Australia con 263 T , Estados Unidos con 262 T, China con 224 T, Perú con 207 T e Indonesia con 167 T. Cabe resaltar el esfuerzo de Indonesia y Perú pues en 1992 producían 2 T y 18 T respectivamente. 

El año pasado los departamentos que más aportaron a la producción aurífera del país fueron: Antioquia (22,4 T), Bolívar (4,2 T), Córdoba (3,7 T), Caldas (2 T) y Chocó (1,9 T). Según cifras del Ministerio de Minas y Energía, las extractoras del metal pagaron al país por concepto de impuestos y regalías US$ 38.568 millones durante 2005. En 2003 ese rubro alcanzó la suma de US$ 46.514 millones y en 2004 fue de US$ 39.154. El descenso en este pago se debe a que la producción total de oro en el país ha bajado drásticamente en los últimos años, pasando de 46,5 T en 2003 a 35,8 T en 2005. 

En cuanto a reservas internacionales en oro, la situación se repite. El país ya no cuenta con grandes reservas en el metal precioso (hasta 1951 la totalidad de las reservas internacionales del Banco de la República se encontraban en oro). Desde 1971, cuando la FED eliminó la convertibilidad del dólar en oro, muchos países decidieron vender gran parte de sus reservas auríferas. Colombia fue uno de ellos. En la actualidad, el Banco de la República conserva 10 toneladas de oro equivalentes al 1,4% de sus reservas internacionales totales. Esta situación contrasta con las reservas de otros bancos centrales latinoamericanos que tienen más diversificados sus portafolios y preservaron o aumentaron sus reservas en este activo de refugio. Venezuela tiene 357 T de oro (23,7% del total de sus reservas), Argentina posee 54,7 T, Perú conserva 34,7 T y Bolivia 28,3 T. De los países desarrollados, Estados Unidos es el que posee más reservas en oro (8.135 toneladas que equivalen al 75,1% del total de sus reservas internacionales). 
 
A pesar de ser el mayor productor histórico de oro en Suramérica, Colombia cedió terreno como país productor del metal hasta tal punto que su aporte a la producción aurífera mundial es poco más del 1%. Las razones apuntan al impacto negativo que ha tenido el conflicto interno armado en las zonas tradicionalmente ricas en oro lo cual se ha visto reflejado en los bajos niveles de exploración de las últimas décadas. Según Chris Lodder, gerente de exploración para Latinoamérica de Anglogold Ashanti, la minería colombiana está en un nivel de inmadurez alto pues es el país suramericano menos explorado desde 1970. 
 
Tal vez por esta condición de inmadurez, el país está atrayendo a varias empresas extranjeras que, motivadas por la alta cotización del precio del oro a nivel mundial, planean invertir o lo están haciendo ya en proyectos de exploración y explotación en el territorio colombiano, territorio cuyo suelo y subsuelo tienen una potencialidad aurífera alta explicada por las características geológicas especiales de sus cordilleras y la gran cantidad de ocurrencias minerales (10.620 ocurrencias de oro y cobre). Esto le genera tranquilidad a las firmas extranjeras a la hora de invertir en exploración geológica pues la probabilidad de que efectivamente encuentren minerales es muy alta, especialmente porque las diferentes zonas de interés han sido poco exploradas con tecnología moderna. 
 
Inversión extranjera
Las mineras foráneas encuentran además otro incentivo en el país: poca competencia. De las tres firmas nacionales extractoras de oro, hoy dos de ellas, Frontino Gold Mines Limited y Oro Norte, están atravesando sendos procesos de liquidación obligatoria. Oro Norte cesó operaciones y abandonó la explotación de sus minas en febrero de este año. En el caso de Frontino, la situación es distinta porque la empresa siguió operando y la liquidación lo que busca es una reestructuración de la compañía (las pensiones representan el 90% del pasivo) y que la misma quede en manos de sus trabajadores y jubilados. 
 
Para Eduardo Otoya, apoderado general de Frontino, la compañía no puede cerrarse porque su presencia en los municipios de Segovia y Remedios en el nordeste antioqueño es fundamental para la estabilidad político social de la región ya que su funcionamiento representa la mayor fuente de empleo e ingresos para sus habitantes. En este sentido, Otoya es uno de los defensores de la política de seguridad democrática del Presidente Uribe, pues no olvida los duros ataques que sufrió la empresa por parte de grupos armados ilegales y por mineros piratas en el pasado. La mina El Silencio, por citar un ejemplo, fue invadida y destruida por la incursión de 2.500 mineros piratas entre 2001 y 2003. En la actualidad esa mina está en proceso de recuperación pero aún no se ha reabierto. 
 
La mayor compañía nacional extractora del metal sigue siendo Mineros de Antioquia (propietaria de Mineros Nacionales) con operaciones en el valle del río Nechí y en la mina de Marmato. Es precisamente esta compañía la que más ha aprovechado el interés que han demostrado algunas multinacionales mineras para invertir en el país. De hecho, Mineros S.A. se asoció este año con la multinacional surafricana Anglogold Ashanti (la segunda empresa minera del mundo) para desarrollar en forma conjunta proyectos de explotación en el país. 
 
Según Beatriz Duque, Directora de Minas del Ministerio de Minas y Energía, el mayor interés por parte de inversionistas extranjeros en Colombia, ha incrementado las solicitudes de nuevos títulos y áreas de exploración. 
 
Precisamente, en lo que va corrido de julio, se han revelado nuevos avances alrededor del tema de inversión extranjera. Durante el Congreso Internacional de Minería y Gas en Cartagena, Anglogold Ashanti, confirmó que invertirá US$ 14, 3 millones durante 2006 en la búsqueda de oro y cobre en 15 departamentos, especialmente en Antioquia y Risaralda. De acuerdo con información suministrada por la empresa, la multinacional tiene grandes proyectos auríferos en el país de al menos 3 millones de onzas.

La canadiense Metro Gold Mines, que tiene presupuestado una inversión por US$ 3,6 millones en Segovia, Antioquia; logró establecer a través de un estudio geológico que la mina La Esperanza tiene potencial suficiente para convertirse en una mina de oro de clase mundial pues contiene reservas aproximadas de 800.000 onzas de oro, con un estimativo sobre un millón más. 
 
La firma Greystar, que se había ido del país hace cuatro años por problemas de orden público, retomó el proyecto de Angostura en California, Santander. Esta empresa canadiense espera iniciar la construcción de la mina en 2007 y comenzar su explotación en 2008. Las expectativas sobre la mina son altas (reservas de 180 T de oro y 138 T más en depósitos inferidos). 
 
Otras multinacionales mineras como la británica Cambridge Mineral Resources, la australiana Río Tinto y las estadounidenses De Beira y Tao Mineral Resources; continúan con sus planes de inversión en proyectos auríferos en el país.

Sin embargo, no todo es color de rosa, ni todo lo que brilla es oro. La presión de las ONG’s sobre las empresas mineras extranjeras no ha cedido. Dichos organismos hacen todo lo posible para evitar la inversión en este tipo de industria en países con algún tipo de conflicto interno. El año pasado, Human Right Watch, criticó fuertemente a Anglogold Ashanti por la concesión minera en Mongbwalu que obtuvo la firma del gobierno de la República Democrática del Congo, pues esa zona no estaba dominada por el gobierno, sino por el grupo armado FNI, conocido por perpetrar abusos brutales contra la población civil. La firma aceptó que tuvo que pagar US$ 8.000 para preservar la seguridad de sus equipos y de su persona, pero desmintió la existencia de acuerdos con esa guerrilla. A pesar de la defensa de la multinacional, la ONG se mantuvo en su posición: “es claro que este tipo de inversiones en zonas en conflicto coloca a la empresa minera en el delgado borde de las prácticas empresariales éticas y responsables.” 
 
Ese escenario no es lejano a la realidad colombiana. La exigencia de vacunas por parte de los grupos ilegales armados y los secuestros de funcionarios de compañías extranjeras hacen parte del diario acontecer . También se tejen complejidades alrededor de comunidades que explotan el oro de forma artesanal e informal y que no están dispuestas a ceder ante la llegada de grandes firmas extranjeras y sus tecnologías de avanzada. 
 
Además de la inseguridad, existen otros factores en contra que pueden desincentivar la inversión extranjera en la minería colombiana. Por ejemplo, las zonas de exploración son amplias áreas vírgenes que presentan una densa cubierta vegetal la cual dificulta el proceso de búsqueda del metal. Los altos costos legales y las falencias del Código Minero también son otros de los aspectos que le ponen talanqueras a la llegada de nuevos capitales. 
 
¿Darán fruto entonces todas esas inversiones millonarias?, ¿podrá Colombia recuperar el sitial que perdió dentro de los grandes productores de oro?, ¿se beneficiará el país con el repunte del precio internacional del metal precioso? 
 
Las respuestas pueden ir en un sentido o en otro dependiendo de la capacidad que tenga el gobierno de pacificar las zonas de explotación aurífera y garantizar la seguridad de las empresas mineras. Porque si bien es cierto que el país ha recuperado la confianza de varios inversionistas extranjeros gracias, entre otras razones, al beneplácito internacional del que goza el Presidente Álvaro Uribe, a los resultados macroeconómicos de su gestión y a la política de seguridad democrática; no se puede negar que amplias zonas del territorio siguen azotadas por un conflicto interno que parece no ceder y es el mismo que ha afectado tan negativamente la explotación aurífera de Colombia. 
 
El gobierno también podría pensar en conceder estímulos tributarios a las empresas mineras durante los períodos de exploración parecidos a los que le ha concedido a los cultivos de tardío rendimiento. De esta forma las firmas empezarían a pagar impuestos una vez los nuevos yacimientos empiecen a ser explotados. La propuesta consignada en el proyecto de reforma tributaria sobre depreciación inmediata, que consiste en permitirle a los empresarios llevar a costos en el mismo año la totalidad de las inversiones en activos fijos, es otra forma de estimular a la industria minera, sobretodo a la nacional, que debe modernizarse para incrementar su producción. 
 
La coyuntura está dada. Lo más probable es que el precio del oro siga repuntando. La inversión extranjera puso sus ojos nuevamente en el potencial aurífero de Colombia. Las exploraciones para encontrar nuevas minas de oro están en marcha. Pero así como han ido llegando a tierras colombianas varias de las multinacionales mineras más importantes del mundo, también pueden irse. Ya lo han hecho en el pasado y con seguridad lo harán en un futuro si la situación de orden público de Colombia llegare a deteriorarse. En un país en guerra eso es algo que no se puede obviar.