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Llave en mano

Una empresa Argentina exporta desde Tocancipá, Cundinamarca, centrales hidroeléctricas y grúas para el descargue de contenedores.

1 de marzo de 1995

¿En qué se parece la tubería de la represa de El Guavio, una de las empresas privadas que recoge la basura en Bogotá y la primera compañía distinta a Telecom que fue autorizada para transmitir datos vía satélite? ¿Qué tienen en común estos proyectos y la operación de leasing que le permitirá a ECOPETROL disponer de una nueva planta de almacenamiento de gas en Barrancabermeja? Detrás de todas estas realizaciones se encuentra Impsa, una multinacional Argentina con ventas anuales por valor de US$400 millones, que es reconocida en todo el mundo por la fabricación de turbinas de alta tecnología. En sólo cinco años, esta empresa ha participado ya en el más grande proyecto hidroeléctrico en la historia del país y en la privatización de actividades cruciales como la recolección de basuras y las telecomunicaciones.

Esta es la historia de cómo evolucionó esta compañía familiar de provincia hasta llegar a exportar centrales hidroeléctricas a las que el comprador sólo tiene que "darle vuelta a la llave" para que entren inmediatamente en operación y grandes grúas tipo "ship to shore" para satisfacer las necesidades, entre otros, de la marina de Estados Unidos.

El origen de Impsa se remonta a 1906 cuando el joven italiano Enrique Epaminondas Pescarmona llegó a Argentina, más exactamente a Buenos Aires, procedente de Turín. Por ese entonces tenía sólo 23 años, pero ya contaba con una década de experiencia en fundición. Desde los 13 años había trabajado junto a su padre en un taller familiar donde eran fabricadas piezas para la industria textil.

Un año después de su llegada a América, el señor Pescarmona decidió instalarse en la ciudad de Mendoza (Argentina) donde montó un taller de metalurgia en el que se fabricaban repuestos para maquinaria. En 1946 la compañía adoptó el nombre de Impsa, una denominación abreviada de Industrias Metalúrgicas Pescarmona. En la década del 60 se incorporó a la empresa Enrique, nieto de Enrique Epaminondas, quien terminó de lanzarla al mundo.

Después de terminar sus estudios de ingeniería, Enrique se había marchado a España a hacer un master en economía. Allí conoció a varios colombianos, entre ellos a Darío Vallejo, con quien hizo una buena amistad. Tanto así que en 1966 cuando contrajo matrimonio vino a pasar su luna de miel a Villa de Leiva, Boyacá, "en vez de pasarla en Bariloche o en Miami", comenta Ricardo Lange, quien fue hasta hace muy poco el presidente de Impsa Andina, sucursal de Impsa que atiende el mercado de la región, con sede en Bogotá.

Desde finales de los años setenta, la empresa Argentina inició un proceso de internacionalización basado en la creación de subsidiarias en el exterior. Colombia fue el primer lugar a donde llegó un representante de ventas de la compañía. ¿La razón? El "ingeniero Enrique" estaba convencido del potencial de generación de energía eléctrica que ofrecían los recursos hídricos del país. En 1985 Impsa se estableció en Hong Kong y pocos años después abrió oficinas en la República Popular China y en Malasia. Desde entonces, el crecimiento del mercado asiático ha sido un elemento central de la estrategia globalizadora.

A mediados del 87 fue creada la sucursal de Brasil para responder a las posibilidades de mercado generadas por el incipiente MERCOSUR, integrado por Argentina, Uruguay, Paraguay y Brasil. Hace dos años la red comercial se amplió con la apertura de oficinas en Indonesia y Tailandia, e incluso en Arabia Saudita, una plaza clave para incursionar en el mercado del Medio Oriente. Hoy la empresa cuenta, además, con una oficina comercial en Pittsburgh, Estados Unidos, lo cual le permite competir allí con poderosos fabricantes gringos y alemanes en la adjudicación de contratos para el suministro de equipos. Como si fuera poco, a comienzos de 1992 adquirió a Hugal, una compañía Suiza que se ha especializado en el diseño y fabricación de turbinas Pelton, que se emplean en centrales hidroeléctricas.

La estrategia de globalización de Impsa tuvo inicialmente un enfoque comercial. La idea era abrir oficinas que sirvieran de apoyo a las labores de mercadeo en mercados externos. El objetivo era identificar nichos de mercado donde se pudieran colocar los productos tradicionales de la compañía. Con el paso del tiempo, la internacionalización comenzó a enfocarse más en términos de largo plazo. Dicho de otro modo, dejaron de preguntarse cómo vender más de lo mismo y comenzaron a pensar cada vez más en el desarrollo de nuevos productos. Hoy en día aproximadamente el 40% de las ventas anuales de la corporación corresponden a exportaciones.

El cambio de enfoque se reflejó en la operación del negocio. De una parte, Impsa emprendió inversiones en mercados distintos al de bienes de capital, tanto en su país de origen como en el exterior. En consecuencia, constituyó una sociedad para operar las líneas de carga de dos ferrocarriles que fueron privatizados en Argentina bajo la modalidad de concesión. Otra subsidiaria fue creada allí para recolectar la basura en una ciudad intermedia. Un negocio similar a éste último es el de Lime, una subsidiaria del Grupo Pescarmona, que fue creada cuando les fue adjudicada parcialmente la privatización de la recolección de basuras en Bogotá. Hoy, la niña consentida del grupo se llama Impsat, una empresa que transmite datos vía satélite y apunta a convertirse en la primera red latinoamericana de telecomunicaciones empresariales. Curiosamente, este ambicioso proyecto arrancó en Colombia y Venezuela antes que en Argentina.

Esta diversificación geográfica no se ha observado únicamente en las actividades colaterales a Impsa. También ha ocurrido en el ámbito de los bienes de capital. Una prueba de ello es que en 1989 se inició la construcción de una planta metalmecánica en Tocancipá. Esta decisión fue resultado de un evento crucial para los intereses de la empresa en Colombia: les había sido adjudicado el contrato para suministrar la tubería de la represa de El Guavio, el proyecto hidroeléctrico de mayor envergadura que se ha realizado en el país. "Durante dos años nos habíamos preparado para participar en esa licitación", dice Lange, "y la suerte nos sonrió". "Derrotamos a poderosas firmas extranjeras y a nuestro competidor más fuerte dentro del país: Distral, que había sido el amo absoluto en el mercado nacional por espacio de 40 años", agrega. Impsa Andina también suministró las grúas de la sala de máquinas, con una capacidad de carga de 250 toneladas cada una.

La adjudicación de este contrato no marcó, ni muchísimo menos, el fin de los desvelos de Impsa Andina. Por el contrario, los acrecentó y sometió a la compañía a una dura prueba. En primer lugar, fue necesario traer al país todos los equipos necesarios para la fabricación de la tubería. Esto se hizo inicialmente como una importación temporal puesto que la idea era desarrollar el contrato y regresar a Mendoza. Entre las piezas importadas en esa ocasión se encontraba una cilindradora, que hoy continúa siendo una de las más grandes del

mundo. De acuerdo con Lange, la inversión total en el montaje de la planta en Tocancipá fue de US$15 millones.

Otra dificultad que fue preciso vencer fue la escasez de trabajadores calificados. En efecto, la mano de obra disponible en la región provenía casi toda de cultivos de flores y otras actividades agrícolas. Hubo que realizar un gran esfuerzo de capacitación que contó con la presencia de técnicos argentinos. Durante el período de ejecución de la obra, la planta llegó a tener 700 empleados. En este momento, la nómina se ha reducido a la mitad.

Sobre este tema del recurso humano, Lange señala que el negocio exige especializaciones que simplemente no existen: "Trate de buscar un armador de bifurcadores de alta". Sin embargo, opina que la mano de obra que logra adaptarse es de lo mejor. Pone como ejemplo al "flaco Pardo", un simple fontanero que llegó a su residencia a arreglarle un baño. El esmero que éste puso a su trabajo hizo que el directivo lo invitara a trabajar en la planta. Hoy en día, este ex plomero maneja nada más y nada menos que la cilindradora," la máquina más costosa que tenemos, avaluada en unos US$3 millones".

Una vez entregada la tubería de El Guavio en 1992, Impsa tomó la decisión de mantener la planta de Tocancipá. Se surtieron los trámites para la importación definitiva de los equipos. "El despegué fue duro, puesto que nadie distinto a la Empresa de Energía de Bogotá nos conocía", admite Chicahuala. La notable excepción eran-las Empresas Públicas de Medellín, para las cuales Impsa Andina había fabricado unos bifurcadores y la tubería del proyecto hidroeléctrico de Riogrande. Poco a poco el mercado fue despertando, aunque no con el empuje previsto. Hasta que se produjo el milagro: en 1993 lograron exportar a Costa Rica una central hidroeléctrica llave en mano (turn key), por valor de US$34 millones. Es la primera vez que desde Colombia se exporta un bien de tanto valor agregado, por lo que "fue necesario construir la legislación que le permitiera a Bancoldex financiar la operación", indica Lange. El proyecto se encuentra actualmente en ejecución y en él interviene Conconcreto, responsable de la obra civil. El diseño de la planta corre por cuenta de integral, otra empresa de Medellín.

Hace dos años lograron, además, venderle una grúa porta contenedores a las autoridades del puerto de Jacksonville, Florida. Este equipo permite descargar en una hora 60 contenedores de 40 toneladas cada uno. Una grúa similar acaba de comprarles la Sociedad Portuaria Regional de Cartagena y "es de esperar que no pase mucho tiempo antes que los demás puertos se animen a realizar esta clase de inversiones, que van a elevar sustancialmente la eficiencia de su operación", agrega el ex presidente de Impsa Andina.

Recientemente, ECOPETROL llamó a una licitación para adjudicar la construcción de la nueva planta de almacenamiento de gas en Barrancabermeja. La planta tiene un costo aproximado de US$35 millones y la empresa del Estado no tenía recursos suficientes para pagar esa suma. En esas condiciones, la propuesta financiera fue definitiva al momento de la adjudicación: un consorcio conformado por Impsa Andina, Foster \\ Wheeler v Fiffel ejecutara el proyecto y lo entregará en leasing a Fcopetrol. Los recursos necesarios para llevar a cabo la obra provendrán de una emisión de bonos que realizara el Banco Indosuez por USS35 millones en el mercado de Estados Unidos. Será la primera vez que se utilice el mecanismo de arrendamiento financiero en proyectos de infraestructura.

Con el regreso de Lange a Argentina, donde ocupará una destacada posición en la casa matriz, se cumple un ciclo de actividades del Grupo Pescarmona en Colombia. Ricardo Cassal es el encanado de continuar su obra desde la presidencia de Impsa Andina. Uno de sus principales retos será la consolidación de la inversión que Impsa realizó en Astinave, un astillero localizado en el estado de Falcon, Venezuela. Buen viento y buena mar.