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La urgencia de identificar talento

Francisco Cajiao, columnista de Dinero.com, dice que es indispensable avanzar en modelos de gestión del talento humano.

16 de diciembre de 2005

Hace un par de semanas asumí la subsecretaría de educación de Bogotá, desde la cual tendré la responsabilidad de coordinar las políticas académicas encaminadas a mejorar la calidad de las instituciones que atienden a más de un millón y medio de niños, niñas y jóvenes de la ciudad. No es una tarea fácil, pues aparte del tamaño de la ciudad y la complejidad de los problemas, es urgente avanzar en un proceso de revisión profunda de las nociones corrientes sobre lo que es una buena educación, a fin de explorar nuevas alternativas de trabajo pedagógico orientadas al bienestar general de niños y maestros.

Bajo esta nueva situación, la oportunidad de seguir escribiendo una columna en Dinero.com me exige unas limitaciones, pues no podré mantener una línea de análisis de las políticas públicas de carácter crítico, como lo venía haciendo tanto en este espacio como en la columna que por más de nueve años escribí en El Tiempo, ya que eso significaría una directa intervención en política que no puedo hacer por mi calidad de empleado público. Ojalá otros asuman esta responsabilidad, pues en época de elecciones es muy importante ilustrar a la opinión pública sobre las propuestas de los candidatos y los partidos que aspiran al poder. Sin embargo, hay muchos otros aspectos importantes de la educación, que si bien siempre tienen un contenido político general, no están directamente referidos a la contienda electoral. En este terreno creo que podré continuar ofreciendo temas de reflexión y discusión. Algunos de estos temas también los estoy proponiendo a los rectores y maestros de Bogotá, convertidos en programas de acción que requieren un gran apoyo de la ciudadanía.

El tema del talento humano es uno de esos temas cruciales en el sistema educativo. Por muchos años me he preguntado si el objetivo de la educación básica y media es asegurar que los estudiantes obtengan buenas calificaciones en un sin fin de asignaturas que año a año se aumentan. Como maestro he podido constatar una y otra vez la dificultad para motivar a un grupo de niños o adolescentes de modo que se consagren con igual entusiasmo a la física y al arte, a la biología y la literatura, a la matemática y la historia. La forma como está organizado el currículo no ayuda a que los estudiantes encuentren sus cualidades, gustos y talentos, concentrando sus esfuerzos en aquellas cosas que los inquietan y los apasionan, pues su esfuerzo debe orientarse a aprobar a como dé lugar toda esa dispersión que se les propone como "el conocimiento". Lo ideal es que la escuela concentre buena parte de su esfuerzo en identificar desde los primeros años el talento particular de cada niño y pueda idear los mecanismos para cultivarlo, de modo que el acceso al conocimiento de la cultura universal se haga desde la perspectiva propia de cada uno. Esto es lo que en el lenguaje de la educación se llama pedagogía centrada en el alumno.

En un grupo de niños y niñas el talento no es uniforme: hay unos con grandes capacidades matemáticas, otros tienen una gran memoria, algunos tienen facilidades lingüísticas. y están los artistas, los líderes, los conciliadores sociales, los científicos. La palabra talento no hace referencia a genialidad, ni es sinónimo de superdotados. Todos los seres humanos tienen un talento especial, es decir, aspectos en los cuales tienen alguna ventaja, formas de pensamiento en la cuales funcionan mejor y son más hábiles. Si esto no se tiene en cuenta, es casi imposible lograr el aprendizaje de un grupo de niños o de jóvenes.

Para un maestro es mucho más satisfactorio y estimulante dar cuenta de la cantidad de talentos que logre identificar y estimular, que batallar todo un año para que niños muy diversos aprendan al mismo tiempo y del mismo modo lo que pretende enseñarles a fin de obtener una calificación en un examen.

Un cambio de perspectiva de esta naturaleza exige, desde luego, un cambio profundo en la organización escolar, que debe estar más en función del aprendizaje y debe promover actividades permanentes en las cuales esos talentos se hagan visibles. Pero con todas las dificultades que esto implica, es un reto que los educadores tienen que plantearse muy seriamente.

Algo similar es válido en la universidad y en las empresas. Por eso, en la llamada sociedad del conocimiento, es indispensable avanzar en modelos de gestión del talento humano, antes que seguir insistiendo en la gestión de insumos y procesos.