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ECONOMÍA INTERNACIONAL

Emociones mezcladas

El G-8, a pesar del ataque terrorista en Londres, cumplió con algunas expectativas y se comprometió a aumentar las ayudas a África. Muchos temas, sin embargo, quedaron en el aire.

8 de julio de 2005

"Hoy hablamos a la sombra del terrorismo". El primer ministro británico, Tony Blair, sintetizó en esa frase el ambiente cargado que se vivió en el Gleneagles, la localidad escocesa donde los lideres de los siete países más ricos del planeta, más Rusia, se reunieron esta semana. Blair, como anfitrión, había enfocado la agenda de conversaciones en cómo aliviar el sufrimiento de África. Los atentados en Londres el jueves (la cumbre arrancó el miércoles) fueron un cisma para la reunión. El ataque terrorista tenía todos los indicios de haber sido orquestado para coincidir con el G-8. Blair se apresuró a realizar un viaje relámpago a la capital británica. Las conversaciones del G-8 continuaron en su ausencia, pero él retornó horas después. Al final, los temas de la agenda fueron cubiertos tal y como estaba programado. Los líderes del G8 (conformado por Estados Unidos, Japón, Alemania, Gran Bretaña, Francia, Italia, Canadá y Rusia) se reunieron en con dirigentes de China, India, Brasil, Sudáfrica y México El terrorismo, aseguraron los lideres del G-8, no consiguió descarrilar sus esfuerzos.





El resultado de las reuniones, sin embargo, no fue todo lo que se esperaba. Un diluvio de comunicados oficiales del G-8 empezaron a divulgarse el viernes, justo después de finalizada la reunión. En el tema de África, los avances fueron importantes aunque poco tangibles. Un listado de áreas centrales para la economía mundial, sin embargo, quedó relegado a un segundo plano. Y el G-8, a pesar de sus buenas intenciones, sigue repletó de ambivalencias a la hora de transformar sus declaraciones en políticas reales.





Los activistas sociales y las ONG consiguieron, en cierta forma, estructurar la temática de la reunión desde el principio. Blair estuvo más que dispuesto a acceder a sus demandas y África, junto al problema del cambio climático, centraron las discusiones. Así, cuando ya los presidentes de las principales potencias del mundo volvían en sus aviones a casa, el tema de África era posiblemente el único que tenía un resultado concreto que mostrar. El G-8 anunció un aumento de US$50.000 millones en la ayuda humanitaria que recibe el continente. Los activistas y ONG, sin embargo, protestaron que no se fijó una fecha exacta para cumplir con esa cifra. En declaraciones a la prensa, Blair explicó: "no es un fin a la pobreza, pero sí es una señal de esperanza que se puede acabar con ella. No es todo lo que se deseaba, pero sí representa un claro progreso".





Además de África, se alcanzaron resoluciones que, sin duda, fueron una respuesta a los atentados de Londres. Así, los países que asistieron firmaron una especie de manifiesto en contra del terrorismo. Se volvió a hablar una vez más de Irak y, por enésima vez, Washington y el eje franco-germano dijeron haber zanjado sus diferencias sobre esa guerra. También hubo un acuerdo de no proliferación de armas de destrucción masiva. Y el proceso de paz entre Israel y Palestina tuvo su lugar en las discusiones: US$2.500 millones en ayudas para la construcción de infraestructuras en Palestina.





El tema de los subsidios agrícolas, uno de los llamados ejes de acción por parte de las ONG, sin embargo, no pasó de las simples declaraciones. Mientras los activistas y ONG repiten incesantemente que los subsidios que suministran los países más ricos a sus agricultores son extremadamente dañinos para los países pobres, el G-8 no se comprometió a nada. A pesar de que firmaron una declaración conjunta donde criticaron los subsidios y recalcaron la necesidad de abolirlos, tampoco fijaron fechas o una metodología exacta para conseguir ese objetivo. Sobre las negociaciones de apertura comercial de la llamada Ronda de Doha, los ocho países dijeron: "Llamamos a todos los miembros de la Organización Mundial de Comercio (OMC) a trabajar con gran urgencia para llevar estas negociaciones a una conclusión para fines del 2006." Una declaración que poco podrá hacer para suavizar posturas en la mesa de negociación.





El primer ministro británico reconoció que en materia de los subsidios agrícolas que aplican los países ricos le hubiera gustado fijar 2010 como la fecha de su liquidación. Sin embargo, el acuerdo adoptado es genérico, sin fecha. Por último, Blair explicó que en materia de cambio climático se ha conseguido replantear la posición con vistas a la negociación de un futuro acuerdo "post protocolo de Kyoto" con el fin de incluir a E.U. China e India.





Y sobre los desequilibrios que padece la economía mundial, el G-8 realizó declaraciones cautelosas. La extraña evolución de las tasas de interés a largo plazo, el estancamiento económico de la Unión Europea, la débil recuperación económica en E.U. y las repercusiones de la política cambiaria de China fueron temas tratados solamente de manera superficial. Aun así, se habló del peligro que supone la continua subida del petróleo, la necesidad de realizar reformas estructurales en Rusia y la U.E., los riesgos de los déficit gemelos (fiscal y comercial) en E.U. entre otros. Los analistas coinciden en señalar que esas declaraciones difícilmente van a desembocar en cambios reales, pero que simplemente hablar de esos problemas es un importante primer paso.





Al final, la cumbre de la que se esperaba tanto cumplió sólo a medias. Las declaraciones y las intenciones están allí. Lo que hace falta son las medidas reales. Los lideres que estuvieron en Gleneagles por lo menos se pueden enorgullecer de que el atentado terrorista en Londres no logró entorpecer sus conversaciones.