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Educación: lo que se puede hacer

La preocupación por el nivel educativo no es solo colombiana. Los que consiguen resultados no se han quedado en diagnósticos. Estados Unidos y Asia compiten.

5 de mayo de 2006

Hablar del problema educativo del país es una constante, tanto como el diagnóstico de por qué el problema es un problema. Y es una constante por qué nadie se ocupa de que cambie, de que varíe. Es decir, son muchos los programas que Gobierno tras Gobierno cumplen su tarea de mejorar a cobertura en las áreas básica y secundaria, pero de allí a generar un plan completo que incluya la educación universitaria en pregrado y postgrado es poco lo que se ha hecho. Menos se puede obtener si se busca acerca del trabajo del Estado en configurar y fortalecer el engranaje entre la educación superior y el empleo.

En el estudio “Education Science and Technology in Latin America and the Caribbean, A Statistical Compendium of Indicators, Iadb, 2006”, basado en una investigación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), se calcula que la rentabilidad privada de la educación superior (terciaria) es 21% en Colombia, y que la rentabilidad privada del bachillerato es 8%. Lo que justifica de entrada la preocupación por el vacío estratégico del Estado en esta área. Concentrarse en mejorar los espacios laborales para los estudiantes universitarios le asegura al Estado un retorno de inversión significativo. Eso se traduce, además, en una base tributaria más fuerte.

En segundo lugar, esta el aspecto de cuáles son las carreras que más le aportan al país. El estudio del señala que cerca del 55% de los desempleados del país lo compone personas con educación secundaria, el 20% de los desocupados solamente tiene educación primaria y el 25% restante tiene educación superior. Lo que permite ver que los graduados en la educación universitaria no tienen mucho qué hacer hoy en Colombia. La explicación se encuentra en lo que se está estudiando en Colombia. El 41% de los graduados en el país son administradores, educadores y abogados. Un 40% siguiente se concentra en Ingenieros de sistemas, contadores, ingenieros industriales, policías y militares, y economistas. Es decir, la mayoría de los privilegiados (solo el 7% de la población llega a culminar estudios terciarios) se concentran en 9 ó 10 áreas.

El diagnóstico es de sentido común: no hay cama en el mercado laboral para tanto de lo mismo. Sobra decir que necesitamos un cambio urgente que nos permita generar un aparato productivo que responda a la economía del conocimiento -en que una patente de software suele ser más rentable que millones de toneladas de materias primas- que nos permita exportaciones de alto valor agregado, y disminuya su dependencia de la exportación de petróleo, y otros productos primarios.

Colombia no está rezagada solo frente a Estados Unidos, Japón, China o Europa en materia de estrategia educativa terciaria (que no se concentra solo en lo académico, sino que involucra lo laboral y en esto lo científico), sino que también se muestra muy quedada respecto a Latinoamérica si se tiene en cuenta al peso de su economía en la región.

Según el reporte del BID, sobre educación, ciencia y tecnología en América Latina y el Caribe, el 70% de la investigación y desarrollo de la región es realizada por Brasil (42%), Argentina (20%) y México (11%). Colombia no marca. Pero lo grave es que si no marcamos en la región, a nivel global las diferencias son todavía más abismales. Los 32 países de nuestra región juntos gastan US$11.000 millones al año en investigación y desarrollo de nuevos productos, menos de lo que Corea del Sur, que invierte US$12.000 millones. No marcamos frente a Brasil, el líder latinoamericano en investigación y desarrollo, que invierte cerca del 1% de su PIB en este rubro, que esta por debajo de China y que dedica el 1,4% de su PIB a la investigación y desarrollo. Además, China aumenta este rubro preocupada porque solo registra hoy 1 científico por cada 1.000 habitantes, mientras que es Finlandia es 16 por cada 1.000 en su fuerza laboral, de 9 en la E.U., 5 en la España. En nuestro vecindario la relación es de 1.6 en Argentina, en Chile 1.2, en México es 0.7 (igual al promedio de América Latina), y en Colombia es 0.2.

Y si en China se preocupan, en Estados Unidos lo están peor, pues si bien la ventaja sigue siendo grande frente a los asiáticos, sienten que la calidad y cantidad de sus estudiantes y profesionales no es suficiente para mantener su liderazgo. Están en pie de guerra frente a las bajas calificaciones internacionales en matemáticas, la decreciente graduación de ingenieros y científicos y la ‘inminente’ brecha que temen se abra en sus principales institutos de investigación por la falta de reemplazos para los expertos en pronto retiro.

Angustias y respuestas

La preocupación en Estados Unidos y su reacción arrojan luces sobre lo que podemos hacer aquí.
Estados Unidos tiene pesadillas en chino. No solo el gigante asiático consume como dragón y abarca mercados como una nube, sino que ahora también acapara cerebros. Hasta hace una década, las universidades estadounidenses eran un imán para los estudiantes chinos. Miles de estudiantes asiáticos llegaban para estudiar pregrados y postgrados y se quedaban en el país norteamericano para aportar su innovador conocimiento. Hoy ya no pasa, los profesionales chinos regresan a su país, y peor, escasean los estudiantes de esa nacionalidad y otras vecinas. Las universidades chinas incluso se están ‘robando’ profesores y están siendo muy tractivas no solo para sus ciudadanos sino para los de países de Europa como Alemania y Rusia. Su arma: buenos salarios y una gran inversión en infraestructura de investigación dentro de sus centros académicos. Pero no se han quedado ahí, ellos como los estadounidenses han entendido el valor de engranar las universidades con centros de investigación y desarrollo estatales y privados para generar conocimiento productivo y empleo.

En un análisis realizado al respecto por la periodista, Kathryn Wallace, titulado America's Brain Drain Crisis, y publicado por Reader´s Digest en diciembre pasado, se puede entender que la preocupación se resume en estos puntos:
 
1. Varias de las agencias estatales clave de investigación y desarrollo científico en Estados Unidos, enfrentarán una crisis de jubilaciones en los próximos diez años (no la van a esperar por eso se preocupan ya).

2. Menos del 6% de los estudiantes de bachillerato está interesado en titularse en ingeniería, un 36% menos que hace una década.

3. Las cifras más confiables indican que en 2000, el 56% de los títulos de licenciatura en China se otorgaron en ciencias exactas, mientras en Estados Unidos llegaron al 17%. (En Colombia... el artículo de carátula citado lo muestra).

4. Analistas estadounidenses hablan de que China producirá este año, 6 veces más ingenieros que Estados Unidos, lo que se sumará a la pesadilla japonesa: durante los dos últimos años, la isla del sol naciente ha producido el doble. Y le suman a esto que mientras estos países generan centros de aprendizaje y empleos en entidades de investigación para conservar su talento humano, el gobierno actual de Estados Unidos, dicen los analistas, hace poco por formar nuevas generaciones de científicos e ingenieros.

“No podemos esperar que nuestros estándares de bienestar, estilo de vida, y seguridad nacional permanezcan intactos si los estadounidenses no resultan competitivos en materias científicas”, dice David Baltimore, presidente del Instituto Tecnológico de California (uno de los cientos que reciben ayuda estatal), citado por Wallace.

Esta conciencia del valor del conocimiento para el bienestar sostenible de una nación ha sido entendido por los asiáticos, y han captado el valor de invertir en la educación terciaria. Los mismos estadounidenses creen que de seguir esta tendencia, dentro de 5 años, el 90% de los científicos e ingenieros del mundo vivirán en Asia, atraídos por la infraestructura productiva, los salarios y las posibilidades de seguir educándose. China se ha fijado como una de sus metas en educación en el próximo quinquenio, convertir 100 de sus universidades en centros de aprendizaje tecnológico y científico de primer nivel.

Wallace cita a un profesor chino de gran renombre que dice “Casi todos los principales ministros del gobierno chino tiene títulos universitarios en ciencias. Algo muy distinto a un gobierno de abogados”.

Dentro del análisis que están haciendo los estadounidenses para buscar salidas, identifican que no es el presupuesto para educación la falla (Colombia invierte en primaria y secundaria más que Argentina y Brasil, y un poco menos que México según cifras de la UNESCO), si no la insuficiente preparación de los profesores de materias claves como ciencia y matemáticas (Singapur, Japón, China son los líderes en estos campos según las pruebas PISA). El artículo destaca que para 2000, 38% y 28% de los maestros en estas materias carecían de especializaciones o maestrías en estas áreas, con indicadores peores en áreas más pobres.

Dentro de los análisis que cita Wallace, entra el del impacto que tiene la política del presidente estadounidense George W. Bush de recortar el presupuesto fiscal de este año para investigación y desarrollo en las agencias federales. Muchas de ellas so el nexo entre la industria privada y los investigadores, una llave que permite la invención y aplicación de nuevas tecnologías. Según el análisis, el recorte de fondos significa el recorte de empleos y con ello la desaparición de los incentivos (inversión del Estado) laborales, para estudiantes que elijan como carrera las ciencias exactas. Muchas de las agencias federales, estatales, en fin, entidades que reciben inversión del Gobierno estadounidense, son las responsables de que hoy contemos con internet, celulares, computadores y que ahora hablemos de nanotecnología. La empresa privada no habría invertido un solo dólar en algunos de los principios que hoy sustentan estos avances, por ello la importancia de mantener fuerte el engranaje entre la investigación en centros estatales, las universidades y la empresa privada.

Las respuestas

Sin perder tiempo, y a pesar de la miopía del actual gobierno de Estados Unidos, organizaciones civiles han recibido el respaldo de senadores y funcionarios que entienden la urgencia de un cambio de rumbo, con lo que han lanzado un plan conocido como “Proyecto Manhattan”, hijo de un informe publicado en octubre titulado “Enfrentar la tormenta que se avecina”. Tal proyecto propone al gobierno estadounidense:

1. Otorgar becas de 4 años para 25.000 estudiantes que se comprometan a graduarse en matemáticas, ciencias básicas o ingenierías, y que serían asignadas según el puntaje obtenido en un examen nacional.
2. Becas de 4 años para 10.000 estudiantes universitarios que se comprometan a ser maestros de matemáticas o ciencias, y que acepten enseñar durante 5 años en una escuela pública después de su graduación.
3. Otras propuestas son la creación de centros de educación intermedia, apoyados por el Estado y con maestros que provengan de expertos de la industria privada. Con lo cual se pueden educar jóvenes en áreas puntuales que requieran el sector productivo y si lo quieren pueden seguir carreras universitarias con un perfil mucho más definido.
4. También se han venido implementando secundarias claramente enfocadas a enfatizar el aprendizaje de ciencias exactas.

En Colombia estos puntos no desentonarían, y si se le agrega que nuestra carrera es por alcanzar el bienestar, ser innovadores e intentar respuestas originales, nos podría dar grandes sorpresas. Una de esas, que el Estado sigue siendo indispensable para lograr educación útil y productiva para el país.