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El Sisbén se actualizará en noviembre. | Foto: María Antonia Pardo

Desarrollo

Campo precario

El 25% de la población del país, poco más de 10 millones de personas, residen en zonas rurales de la geografía colombiana. Dinero.com le cuenta en qué condiciones viven y cuáles son las principales diferencias entre el campo y la ciudad en términos de calidad de vida.

María Antonia Pardo
29 de noviembre de 2006

En esta época del ipod, los videojuegos y el ciberespacio, un gran número de colombianos, por carecer de servicios públicos en los lugares en donde residen, aún bota la basura en la quebrada más cercana, recolecta las agua lluvia para el consumo del hogar o cocina con leña.

La mayor parte de las personas que mantienen esos hábitos hace parte de los 10’524.226 colombianos que, según datos del último censo, habitan en áreas rurales del país. Dicha población rural conforma el 23% de los 10,7 millones de hogares que en total tiene Colombia, lo cual indica que en el campo viven más de 2,5 millones de hogares.

Si bien es cierto que no todos los pobres son campesinos, ni todos los campesinos son pobres y que en Colombia es difícil vivir ‘bien’, ya sea en el campo o en la ciudad (más de 20 millones de personas están bajo la línea de pobreza, 6 millones de ellos en la indigencia); sí es posible afirmar que gran parte de esa población que permanece aún en el sector rural está viviendo en condiciones de alta precariedad.

Según el director del DANE, Ernesto Rojas Morales, el sector rural ha permanecido estático, es decir, no ha crecido, básicamente porque en el país la gente está migrando continuamente del campo a la ciudad. Para el funcionario, la explicación es sencilla: en las cabeceras municipales hay mejores oportunidades laborales y un mejor nivel de vida en términos de servicios públicos, educación y salud.

Sólo basta con analizar las cifras del Censo General 2005 en cuanto a vivienda se refiere, para darse cuenta del déficit cualitativo de la vivienda rural. En el país están construidas 10,5 millones de viviendas, 2,6 millones de ellas están en el campo (72,8% de las viviendas rurales desarrollan alguna actividad agropecuaria). Según el índice de necesidades básicas insatisfechas (NBI) el 10,4% de la población colombiana total (4,3 millones de personas) habita en viviendas inadecuadas.

En el caso del sector rural, el 28,2% de los hogares habita en casas no aptas para el alojamiento humano. Mientras en las urbes, el 55% de las casas tiene pisos en baldosas, vinilo, tableta o ladrillo; en las zonas rurales, el 31% de las casas no tiene piso en material pues son viviendas cuyo suelo es de tierra o arena. Son pocas las casas del sector rural que tienen pisos pulidos, es más, el 46% de ellas tienen pisos rústicos en gravilla o cemento.

Bloque, ladrillo, piedra o madera pulida son los materiales más utilizados para hacer las paredes de las viviendas en Colombia, pero mientras en las cabeceras el 90% de las casas tienen sus paredes construidas con dichos materiales, en el sector rural ese porcentaje baja al 46%. Eso sucede porque en las áreas rurales muchas casas tienen todavía paredes hechas en adobe, tapia pisada o bahareque (30% de las casas) o en madera burda, tabla o tablón (20% de las casas).

En cuanto a los servicios públicos se refiere, la situación es aún más crítica. Mientras en el 95% de los hogares residentes en las cabeceras municipales las basuras son recogidas por empresas que prestan el servicio de aseo, en las zonas rurales apenas el 17% de los hogares cuenta con este servicio público. Por esta falta de cobertura del servicio de aseo, 47,6% de los habitantes del campo quema sus desperdicios, 20,6% los tiran a un patio, lote o zanja, 7,2% los entierran y 3,5% los lanzan a un río, caño, quebrada o laguna.

En el caso del servicio sanitario, la diferencia entre el campo y la ciudad también es notoria. En las ciudades, 89% de los hogares cuenta con sanitarios conectados al alcantarillado. En el resto del país, tan sólo el 14,9% de los hogares goza de ese ‘privilegio’. Lo más sorprendente en este rubro es que el 31% de los hogares del campo no cuente con ningún tipo de sistema sanitario y tenga que hacer sus necesidades, en pleno siglo XXI, al aire libre. La mayor parte de los hogares del sector rural tiene pozos sépticos en sus casas (46%). Otra proporción considerable utiliza letrinas o sistemas de bajamar (10,4%).

Para cocinar, el 80% de los hogares ubicados en cabeceras municipales utilizan gas natural o gas en pipeta o cilindro como combustible. En el campo, el 66% de los hogares preparan sus comidas con leña, madera, material de desecho o carbón vegetal. Mientras el agua que se utiliza en la preparación de los alimentos, en el 85% de los hogares de las ciudades proviene del acueducto; en el caso del sector rural, sólo el 20% de los hogares cuenta con dicho servicio público. Por ello, el 40% de los hogares rurales debe sacar el agua para cocinar de los ríos, quebradas o manantiales; el 24,6%, de pozos o aljibes y el 5%, de aguas lluvia.

En el sector educación también existen diferencias palpables. Para la muestra un botón: mientras en las ciudades el analfabetismo es de 8,5%, en el campo es de 27,2%. Otra perla: la tasa de fecundidad de mujeres adolescentes entre 15 y 19 años creció en todo el país, pero mientras en las ciudades el crecimiento fue de 17%, en el campo fue de 26%.

Las cifras están ahí, tan claras como el agua que muchos colombianos no tienen. El campo se ha dejado de último en la lista de prioridades y por ello, gran parte de la población colombiana que vive en el campo lo hace en condiciones deplorables. Las consecuencias de ese olvido gubernamental no sólo se aprecian en términos de calidad de vida para las personas afectadas, sino también en términos del impacto ambiental que provoca esta desidia en uno de los países más biodiversos del mundo.