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Belleza sin bisturí

Cada mes, tan solo en Bogotá, se pagan unos $600.000 millones en tratamientos no quirúrgicos para adelgazar. Medellín y Cali tienen un mayor gasto per cápita. Esta industria busca convertir sus servicios en necesidad.

29 de febrero de 2012

El escándalo de los implantes PIP, sumado a los riesgos quirúrgicos y a los altos costos de las cirugías plásticas se han convertido en un propulsor de los tratamientos estéticos, que cada vez toman más fuerza en el país, gracias al mayor ingreso de los colombianos y al hecho de que este servicio se ha convertido en una alternativa laboral que permite tener ingresos en corto tiempo y trabajar por cuenta propia.

Justamente esta característica hace que el negocio de las esteticistas tenga un alto grado de informalidad, que dificulta cuantificarlo, pero también implica una amplia oferta de precios y de servicios, no todos con la misma calidad ni las mismas condiciones de seguridad, pero sí con el mismo objetivo: atender la creciente ‘necesidad’ de los colombianos de mantenerse delgados y rejuvenecidos.

No en vano, quienes usan estos servicios generalmente son reincidentes y con frecuencia están a la caza de nuevos tratamientos que les permitan perder peso.

“Ese es un punto a nuestro favor, pero también tiene el problema de clientes poco fieles, que se sienten muy tentados por la oferta informal, que les cuesta hasta 70% menos. A eso se suma el efecto ‘Groupon” o de las promociones vía internet, que está muy enfocado en belleza y estética, y empuja más los precios a la baja”, explica la propietaria de un spa en Bogotá.

Pese a esto, el negocio es muy atractivo y empresas como la italiana Figurella, que lleva cinco años en el país, se prepara para crecer a punta de franquicias. Hoy tiene dos sedes y su plan es llegar a 24. También se lucran las escuelas de estética, que cobran $2,5 millones por semestre y las peluquerías, que han ampliado sus servicios y ahora incluyen los tratamientos adelgazantes.

Los salones de belleza, que también viven una competencia feroz, siguen siendo un buen negocio porque han logrado convertirse en necesidad. Sus clientas, así no vayan al mismo sitio, sí tienen un gasto permanente en peluquería y manicure y la idea de quienes viven de la estética es generar la misma necesidad. Todo parece indicar que lo están logrando.