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Ascensores en alza

El boom de la construcción elevó el negocio de los ascensores en Colombia. Las principales industrias registraron ventas por $35.000 millones en 1993.

1 de octubre de 1994

Si existen dudas sobre la importancia de los ascensores en la vida moderna, Ernesto Pizano, gerente general de Otis de Colombia, las disipa con un solo argumento: "Deténgase a mirar la silueta de Nueva York y piense, por un instante, que nada de ello sería posible sin estas máquinas".

En verdad, la metáfora tiene, para Otis, un valor de parábola. La poderosa firma norteamericana es responsable, casi por sí sola, de haber permitido el desarrollo de los rascacielos y de la verticalización a gran escala, en un mundo cada día menos pródigo en tierras urbanizables.

Tan impactante como la imagen de la Gran Manzana es la evidencia sobre el transporte de pasajeros en los cinco continentes. Solamente Otis mueve cada 72 horas el equivalente de la población mundial. Se trata, ciertamente, de una gran proeza, pero no es la primera vez que el ingenio humano llega tan lejos.

En 1852, el mecánico norteamericano Elisha Graves Otis estrenó el primer vehículo de pasajeros en una tienda de porcelana y cristalería de Nueva York. Y desde entonces, hasta comienzos de los años 30, ascensor y constructores combinaron energías para dejar imborrables huellas arquitectónicas como el edificio Empire State, en Nueva York, o la Torre Eiffel, en París, la primera construcción -y una de las únicas en el mundo- con ascensores inclinados.

En Colombia, los primeros artefactos se instalaron a finales de los años 20 y comienzos de los 30, cuando Otis y su rival suizo Schindler llegaron al país.

Mucho tiempo pasó antes de que se lanzara, hace 30 años, la marca Andino, la primera de factura nacional. Su historia de éxitos, sin embargo, es el resultado de una larga cadena de fracasos.

A comienzos de los años 60, Darío Moreno, entonces presidente del grupo antioqueño Mundial -Pintuco, Tintas S.A., Productora de Envases- creó la firma Coservicios para atender las necesidades de repuestos y mantenimiento de todas sus fábricas. En 1975, Moreno se entusiasmó con la idea de producir ascensores y, tras entrar en asocio con la casa española Jarre -que suministraba controles, motores y demás piezas vitales-, el consorcio puso a funcionar las primeras cabinas.

Para Mundial se trataba de un negocio distinto al de sus líneas tradicionales, y los problemas técnicos y laborales le causaron a Andino un prematuro desprestigio. Reinaldo Arroyabe, el reemplazo de Moreno, ofreció Coservicios al mejor postor, en momentos en que nadie estaba dispuesto a dar un centavo por Andino.

Una de las personas contactadas fue el ingeniero eléctrico antioqueño Rodrigo Villa, quien por entonces trabajaba en la sociedad Zugom con Iván Zuluaga y el actual ministro de Obras, Juan Gómez Martínez. Zugom tenía alguna experiencia en el ramo del transporte vertical, en razón de haber sido distribuidora de los ascensores japoneses Fujitec.

Villa, el más entusiasmado de los tres, contactó a los japoneses de Fujitec para que trabajaran juntos, pero los orientales, después de una exhaustiva visita a la planta, guardaron silencio indefinido, y prefirieron pasar en la jugada.

Entonces Arroyabe arrinconó a Villa y le dio una última opción. "La toma o la deja", le dijo, "Tengo otros clientes interesados". Villa respondió: "La tomo".

Zuluaga y Gómez aceptaron a regañadientes la decisión del terco Villa, aunque no por mucho tiempo. Al cabo de un año, le exigieron liquidar Coservicios, pero lo único que lograron fue que el obstinado socio se retirara, no de la desacreditada fábrica de ascensores, sino de Zugom.

En marzo de 1982, Villa se dedicó a cuidar su elefante blanco, y se propuso enfrentar de raíz los problemas laborales, productivos y de imagen, áreas en las que Andino presentaba fallas protuberantes. Muchos ascensores habían sido retirados del servicio por atentar contra la integridad de sus usuarios.

Villa estaba acostumbrado a recibir protestas diarias, pero nunca esperó encontrarlas en casa. Una de sus hijas regresó alarmada de visitar a una amiga, en cuyo bloque de apartamentos habían prohibido usar el elevador, ¡por peligroso! "Y papá, yo me acerqué a ver si era de Coservicios, pero no: por fortuna, era un tal Andino". Metafóricamente, Villa se salió del foso.

Unidad por unidad, se entregó a la tarea de revisar y reinstalar todos los equipos, hasta detener la macabra tendencia. Paralelamente, las ventas repuntaron y la fábrica reanudó labores, ahora sí con los pies en la tierra. El primer gran esfuerzo fue recapitalizarla, a través de una emisión de acciones que atrajo a un nutrido y respetado elenco de grupos familiares antioqueños. Villa, sin embargo, mantuvo el control.

La primera gran inversión la hizo en el montaje de un departamento de investigación y desarrollo, primero para no depender de proveedores extranjeros, y segundo para aprovechar las medidas de protección a la industria nacional implantadas por el gobierno de Belisario Betancur. Andino se benefició enormemente de los nuevos controles, incrementando el nivel de integración nacional en sus procesos productivos.

a planta actual, situada en Medellín, es no sólo una de las más modernas de su clase en el país sino en el resto de Latinoamérica, y Coservicios -con 600 empleados es, igualmente, una de las pocas firmas colombianas dedicadas a la producción de accesorios electrónicos.

Con excepción de la lámina de acero -que se importa de Sudáfrica y de los rieles de suspensión-traídos de Brasil-, el 85% de las demás piezas y componentes se producen localmente: desde las cabinas, la tornillería y demás piezas de torno, hasta los más sofisticados mecanismos para puertas y los controles electrónicos para la memoria del ascensor.

Es tal el trayecto recorrido por Villa -y por sus 35 ingenieros y 50 técnicos especializados, que Jarre, de España, ya le ha comprado controles electrónicos, a una tercera parte del precio que la firma ibérica le solía cobrar a Coservicios. Anualmente, el sostenimiento del departamento de investigación y desarrollo cuesta alrededor de $400 millones.

Y es que la principal fortaleza de su empresa está, en buena parte, en el costo de la ingeniería. "Un profesional nuestro devenga la quinta parte del sueldo de su par en Estados Unidos o Europa, y no pocas veces está en igualdad de conocimientos", dice Villa.

En el caso de la fabricación de controles, el 20 por ciento es materia prima y el 80 restante, ingeniería. "Por tal razón, el costo de una de nuestras piezas es la tercera parte de una importada", dice.

Pero de igual manera, Coservicios debe vencer dos difíciles obstáculos: que el usuario exigente prefiere lo extranjero y que en Colombia es más fácil importar que exportar. El importante nivel de agregado tecnológico que utiliza le sirvió a Coservicios para entrar, en 1993, en una operación de joint venture con Montgomery Elevator Company, una de las principales fabricantes de ascensores en Estados Unidos.

Con la marca Montgomery, Coservicios vende ya sus mismos productos Andino-para cuatro, seis, ocho y diez pasajeros, rango en el que se mueve el 70 por ciento del mercado mundial- a Tailandia, Guatemala, Kuwait y próximamente China.

En 1993, Coservicios fabricó 400 ascensores, registrando un total de ventas cercano a los $10.000 millones. Hacia 1995 espera incrementar su frente exportador, hasta copar su capacidad de producción de 600 unidades/año.

El mérito de Villa es haberse abierto paso en un mercado altamente competitivo, frente a marcas tradicionales y de renombre como Otis, Schindler, Mitsubishi, Goldstar y Atlas entre otras, a pesar de que atiende el segmento intermedio del mercado de ascensores para pasajeros.

Para atender la demanda de escaleras mecánicas y andenes rodantes, Coservicios tiene la representación para Colombia de la alemana O & K, y la sueca Alimak, productora de elevadores para construcción, tipo cremallera.

"Andino, definitivamente, es digna competidora en este reñido mercado", dice Rubén Darío Velásquez, director comercial de Melco de Colombia, representante de Mitsubishi Electric Corporation. Pero no sólo es un negocio competido, sino complejo y complicado, porque en la producción de ascensores intervienen venta, fabricación, instalación y mantenimiento. "Y cualquier proceso que falle, altera a todos los demás, como alguna vez tuvimos que aprenderlo en carne propia".

La compañía extranjera más antigua en Colombia es Otis, que si bien maneja un discreto volumen de ventas a nivel nacional -130 nuevas unidades en 1993-, administra una compleja operación de modernización y mantenimiento, sus otras dos grandes prioridades.

La combinación le reportó a Otis un volumen de ventas de $ 2.500 millones. Con un total de 5.000 aparatos instalados en sus 65 años de labores en el país, Otis es la empresa más experimentada en el panorama nacional, con negocios que también incluyen la instalación y mantenimiento de escaleras eléctricas, y ascensores de servicios múltiples para industria,. hospitales y bibliotecas.

Otis maneja, aproximadamente, el 10% del mercado colombiano, en el cual participó hasta hace poco con un alto componente de integración nacional. Pero la intensidad de la apertura, según Pizano, "ha puesto en desventaja la fabricación nacional por efectos de la economía de escala en las grandes firmas internacionales". Mundialmente, Otis cuenta con oficinas propias en 45 países y comercializadores en otros 118.

Su lista de usuarios la encabeza el Palacio de Nariño, y entre sus clientes principales están edificios como Seguros Fénix, Torres del Parque, Unicentro y el Banco de la República, en Bogotá, y los hoteles Intercontinental en Bogotá, Cali y Medellín.

Uno de sus mayores retos es superar la distorsión de imagen producida por la gran cantidad de talleres independientes de mantenimiento y el carácter obsoleto de cientos de unidades, cuyo reemplazo no es decisión suya sino de los propietarios de los inmuebles.

La compañía suiza Schindler, la segunda más antigua, ha instalado, desde 1932, unos 3.000 aparatos. Con las 250 nuevas unidades vendidas el año pasado, su porcentaje de participación fue de 25 por ciento y su volumen de ventas de unos $10.000 millones.

Desde el punto de vista de las limitaciones, a Schindler, igual que a Otis, la afecta el síndrome de "los ascensores viejos", que "después de 40 años de uso, pueden durar, perfectamente, otros 40", dice Eduardo Consuegra, gerente general.

Pero Schindler vende equipos de altas especificaciones y de todos los tamaños y usos, como los 42 que se instalarán en breve en el edificio inteligente de las Empresas Públicas de Medellín.

En la misma gama de ascensores de prestigio se encuentra el gigante japonés Mitsubishi, cuyos productos son ensamblados y comercializados desde hace 25 años por Melco de Colombia. Desde su planta en Bello, Antioquia, y con oficinas en las principales ciudades colombianas, Melco produce aparatos para los más exigentes clientes, en cuyas obras la marca y la calidad son factores de peso.

En el argot de la industria, los Mitsubishi son los Mercedes Benz del transporte vertical. "Este calificativo nos lo ganamos porque quien compra nuestro equipo supera todas las expectativas que pueda tener un cliente sobre un ascensor", dice Velásquez, director comercial de Melco.

En la actualidad, Melco participa con el 30% del mercado nacional, con ventas de 340 unidades en 1993, par cerca de $12.000 millones.

Recientemente, Mitsubishi ingresó en el Libro Guinness de Records con los equipos instalados en la Landmark Tower, de Yokihama, Japón, que desarrollan velocidades de 750 metros/minuto. En Colombia, la máxima posible, dadas las condiciones de construcción y desarrollo económico, nunca superará la mitad de esta cifra.

Lo que espera a Andino, a estas tres grandes multinacionales, y a otras empresas exitosas como Ascensores Normalizados Ltda. ($3.500 millones en ventas) dependerá del dinamismo del sector de la construcción, cuyos últimos tres años no han tenido paralelos.

Los edificios de altura, o rascacielos locales tipo Avianca, en Bogotá, o Edificio del Café en Medellín, con un promedio de 35 pisos, son ya cosa del pasado. Las modernas edificaciones para oficinas no pasan de los 20 pisos y las de vivienda se están estandarizando en 10 plantas.

"Sobre el futuro de la construcción,.pensamos que no crecerá considerablemente, pero tampoco bajará demasiado", dijo Velásquez, de Melco. En parte, será una respuesta a la saturación en algunos segmentos de vivienda de altura, "no porque la demanda haya sido insatisfecha, sino porque los costos de la construcción se han disparado y pueden sobrepasar la capacidad adquisitiva de los compradores", dice Pizano.

Pese a la importancia del gremio y de tratarse de un servicio de pasajeros como cualquier otro, el Estado no aplica ninguna normatividad. Apenas en diciembre estará listo el primer censo de ascensores en el país, por iniciativa de Camacol-Cundinamarca, que por primera vez en la historia del competido mercado, contará con el apoyo de las 14 empresas del ramo.

Siguiendo con la tendencia vertical, los futurólogos de la industria vaticinan edificios multifuncionales, donde se agruparán torres de apartamentos, tiendas, oficinas, escuelas, teatros y centros deportivos cubiertos, para acortar las distancias cada vez mayores que separan a estos lugares entre sí. Porque sin ascensores, como en el caso de Nueva York, este anticipo del mañana no sería más que una quimera.