Los niños están tan malnutridos que en el pabellón pediátrico de los hospitales públicos hay epidemia de sarampión. | Foto: Venezuela Getty

CRÓNICA

Un día en Caracas

Este es un país que se está hundiendo rápidamente, y eso azuza la violencia, haciendo que la explosión final esté cada vez más cerca.

Daniel Duquenal
29 de junio de 2017

Vivir en Caracas es ahora una proeza. Usted tiene que hacer sus vueltas temprano en la mañana o martes y jueves, días en que las protestas son menos intensas. Después de todo, se necesita conseguir comida, trabajar lo suficiente para que su negocio no se hunda, llevar a la pareja a tratamientos médico cada semana, etc. No importa cuánto le gustaría protestar y pegarle a la Guardia "Nazional"; todavía hay que llenar las necesidades, pero esto se vuelve más difícil cada día.

Los huecos en la calle se ven como un bombardeo en Siria, puesto los escuadrones de reparación, deficientes en su mejor momento, han desaparecido. Las aceras no están hechas para personas normales.

Si usted vive en un área de la oposición, sus servicios de internet, agua y luz han disminuido considerablemente en “calidad”, si es que la tuvieron en algún momento.

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No hay pan. No estoy bromeando. En ocasiones se puede encontrar algún pan tajado, terriblemente costoso, uno solo por persona. Si no tiene dinero, necesita estar parado por horas en una cola en algunas panaderías que todavía producen unos cuantos panes. Todavía se puede encontrar algo de pastelería, lo que haría muy contenta a Maria Antonieta, pero no mucho, no muy buenos y muy muy costosos.  

Algunos items están apareciendo de nuevo, en ocasiones, como leche y detergente para la lavadora. Pero sus precios han sido actualizados a niveles internacionales, de manera que lentamente desaparecen de los estantes. Encontré una libra de harina de trigo el otro día, que equivalía al seis por ciento de mi sueldo.  Se quedó en el estante.

La medicina se está volviendo dramática.  Abundan los artículos en la prensa extranjera. Hay una epidemia creciente de VIH, porque los condones son demasiado costosos, y la gente muere de una enfermedad oportunista, simplemente porque no hay antibióticos disponibles.

Los niños están tan malnutridos que en el pabellón pediátrico de los hospitales públicos hay epidemia de sarampión. Si, no hay más vacunas. Y ni hablar de la medicina anti cáncer.
Si usted va a dar a luz a un hospital público, le darán una lista con todo lo que necesita traer si quiere que le atiendan. Básicamente todo, dado que el hospital solo provee las manos, sin guantes.

De manera que lidiar con todo, incluyendo manejar muy despacio y por rutas no convencionales para no caer en los huecos, cuando ha llenado su refrigerador y despensa por una semana, cuando finalmente consiguió la píldora para su suegra, ya puede salir a las calles a protestar. Sólo para que le echen gases lacrimógenos y mas.  Incluso la gente de cierta edad como yo, que nos quedamos lejos en las protestas, hemos sido alcanzados por la violencia, el gas y personas heridas alrededor.

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Llega a su casa, agarra la tableta y Twitter, la única fuente solitaria de información en estos días, si sabe a quién seguir, para irse después a la cama con un antidepresivo. El cual, por cierto, ha sido traído del extranjero porque en Venezuela no queda ninguno.

Y no voy a hablar sobre la anarquía, de los almacenes donde la gente está peleando por ser el primero en la fila, a la manera de conducir dado que los semáforos rojos están sea rotos o simplemente ignorados. Amen de la basura tirada en todas partes, dado que ahora se ve gente buscando en la basura todos los días.

Este es un país que se está hundiendo rápidamente, y eso azuza la violencia, haciendo que la explosion final está cada vez mas cerca.

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