Tragedia en altamar

Hermanos al Rescate es una organización humanitaria dedicada a localizar balseros y avisar a la guardia costera norteamericana.

MARÍA CLAUDIA PEÑA
1 de octubre de 1994

Antes de salir de las costas de Cuba, los balseros le rezan a su patrona, la Virgen de La Caridad, para que los proteja de los peligros de altamar, con la devoción de un feligrés dispuesto a arriesgar su vida y afrontar los peligros de la travesía, dejando atrás familia y patria para alcanzar la libertad.

Al otro lado de la frontera de 130 kilómetros de mar, hombres y mujeres que hacen parte de la fundación Hermanos al Rescate, le rezan a la Virgen con la misma devoción que los balseros antes de salir a una misión, para que los ayude en su tarea de rescatar a los navegantes náufragos o a la deriva en el estrecho de la Florida. Si bien Hermanos al Rescate es conocida como una organización cubano-americana, personas de todas las nacionalidades hacen parte del equipo que desde junio de 1991 puso en marcha la primera misión de rescate.

Los fundadores -entre ellos tres argentinos- han querido hacer de Hermanos al Rescate una organización puramente humanitaria, distante de cualquier querella política e independiente de pautas ideológicas.

Aun así, dentro de los tres principios que enmarcan la institución figura el de difundir testimonios a través de la prensa internacional del sufrimiento cubano que, según su director, José Basulto, no es ampliamente conocido, debido a la naturaleza represiva del régimen de Fidel Castro. "Los fusilamientos, los encarcelamientos no se pueden ver, porque está todo vedado; sin embargo, en el estrecho de la Florida, hemos tomado escenas que han recorrido el mundo donde se refleja la crueldad del régimen y se ve lo que hace el pueblo cubano para recuperar la libertad", afirma Basulto.

Basulto, un cubano de 54 años, partió de Cuba a comienzos del triunfo de Fidel Castro y, una vez en los Estados Unidos, participó con el gobierno norteamericano en operaciones de inteligencia para derrocar al régimen, que incluyó la fallida operación de Bahía Cochinos. A mediados de 1961 Basulto decidió retirarse de los operativos porque pensó que el apoyo norteamericano no buscaba solucionar definitivamente la situación de la isla. "Al ver que nos estaban usando para mantener una situación de hostigamiento sobre el gobierno de Castro y no para cambiar el régimen, y como no comprendía el porqué de esa actitud, decidí que tenía que romper y dije `hasta luego'. A todo esto me catalogaron como un cubano arrogante", asegura Basulto.

Muchos cubanos han encontrado la manera de involucrarse en la causa cubana de una manera humanitaria sin tener que pagar el precio político. De tal manera evitan ser catalogados como militantes de una de las corrientes extremas que chocan esporádicamente en las calles de Miami, y que tildan a sus opositores de "vendidos a los gringos" o "castristas asesinos" respectivamente.



Salvar la vida de las personas que tratan de huir de Cuba en balsas o en embarcaciones precarias, y dar un mensaje de solidaridad al pueblo cubano hacen también parte de los objetivos de Hermanos al Rescate y, según los organizadores, explican el amplio apoyo que reciben, no sólo de la comunidad cubana en el exilio, sino de diferentes sectores latinoamericanos y estadounidenses.

El costo operativo de Hermanos al Rescate sobrepasa el millón de dólares al año y depende de las donaciones particulares para su sostenimiento, porque no acepta ningún tipo de ayuda financiera de parte del gobierno norteamericano, con el fin de mantener su independencia. Su posición sobre la procedencia de los dineros fue también definida después de que los directivos de Hermanos al Rescate se cansaron de esperar una respuesta de parte del presidente George Bush sobre la donación de cinco aviones utilizados en la guerra de Vietnam.

Las donaciones particulares, que se calculan en siete dólares por persona, son tan importantes como los aportes de magnates o artistas como la cantante de pop cubano-norteamericana Gloria Estefan, o el salsero Willi Chirino, quienes aportaron una avioneta Cessna cada uno.

Desde la primera vez que José Basulto decidió salir con un grupo de amigos cercanos a patrullar los 1.200 kilómetros que conforman el estrecho de la Florida, y las dos semanas que siguieron antes de rescatar el primer balsero, han completado más de 1.445 misiones y salvado a más de 3.600 personas.

Guillermo Lares, uno de los fundadores argentinos, recuerda la primera vez que localizaron una balsa. En ella encontraron a dos adolescentes que habían andado por más de cinco días a la deriva. Uno de ellos, Gregorio Pérez Ricardo de 15 años, murió poco después de ser rescatado por la Guardia Costera y dos años más tarde los pilotos de Hermanos al Rescate llevaron al padre, a quien también habían ayudado a salvar, a la tumba de su hijo para que honrara su memoria.

En circunstancias normales, Hermanos al Rescate organiza entre tres y cinco misiones semanales y en cada una de ellas unas cinco avionetas patrullan durante seis horas el estrecho. El costo de vuelo por cada avioneta depende de las horas que esté en el aire y oscila entre los US$700 y los US$ 1.000 .

Desde un hangar alquilado en el aeropuerto de Opalocka, al norte de Miami, Hermanos al Rescate organiza sus operaciones, las cuales se doblaron durante los días que estuvo vigente la política de puertas abiertas de Fidel Castro. Por más de quince días, buena parte de los 150 pilotos inscritos se turnaron con los 30 de planta para patrullar con la Guardia Costera la zona por la que pasaron más de 20.000 cubanos. El hangar de operaciones parece un museo que honra el valor de los cubanos. En él se exhiben balsas de todos los tamaños que los pilotos han rescatado o encontrado vacías, sin más dueño que las reclame que un par de tenis o una fotografía descolorida. Muchas están hechas de materiales que una persona desprevenida no pensaría jamás en usar para construir una barcaza y lanzarse al mar, con la esperanza de llegar a la otra orilla.

"Es un cementerio de balsas allá afuera", dijo Beverly Brooks, una norteamericana de 42 años que colabora con Hermanos al Rescate. Ella asegura que uno no puede dejar de involucrarse personalmente en la organización, una vez que ha vivido la experiencia de ver con sus propios ojos la situación de los balseros. Estadísticas señalan que las probabilidades para que un cubano arribe a salvo a las costas norteamericanas son de uno a uno, en el mejor de los casos, y de tres a uno en el peor. No es exagerado decir que por cada cubano que llega con vida a los Estados Unidos otro muere.

Además de correr el peligro de morir por deshidratación, ya que las corrientes en el estrecho cambian de curso inesperadamente y pueden mantener las balsas a la deriva por tiempo indefinido, están expuestos a perecer ahogados. Las tormentas son frecuentes y para las pequeñas embarcaciones resulta difícil mantenerse a flote entre olas que pueden alcanzar los 10 pies de altura, y resulta menos probable aún que los tripulantes puedan mantenerse a bordo. Tampoco están exentos de los tiburones y son varios los casos en los que se han hallado restos de personas sobre las playas de Cabo Largo.

Los pilotos de Hermanos al Rescate tampoco están libres de riesgo. Las maniobras que tienen que realizar a 150 metros de la superficie del agua para localizar una balsa en medio del mar abierto son peligrosas. En el momento en que creen ver algo sobre las olas, pilotean la nave de tal manera que descienden en círculos con las alas perpendiculares al mar para acercarse lo más que puedan, como si fueran enormes pelícanos lanzándose en picada para buscar comida. En caso de que encuentren sobrevivientes, lanzan comida, agua, camisetas y pistolas de humo, para que luego sean recogidos por la Guardia Costera.

Hasta el momento Hermanos al Rescate no ha sufrido pérdidas en vidas, pero varios de los pilotos han resultado heridos en los cinco accidentes que han ocurrido en pleno vuelo. Para Jorge Alberto Lares, un muchacho de 25 años, quien quedó paralizado de la cintura para abajc después de que su avión se estrellara en los pantanos de los Everglades cuando adelantaba una misión el pasado 24 de diciembre, su convencimiento de estar haciendo lo correcto es tan profundo que no dudaría en volver a arriesgar su vida para salvar otra. "Ha valido la pena y si lo tengo que hacer de nuevo, lo hago porque no hay nada más gratificante que ayudar a la gente, y uno sabe que está haciendo el bien, sobre todo cuando a uno le alzan a un bebé de meses desde una balsa", aseguró. "Algún día Cuba va a ser libre y este sufrimiento se va a acabar", añadió José Alberto, quien pronto cambiará la silla de ruedas por las muletas.

Para su hermano, Guillermo Lares, las restricciones del gobierno norteamericano reducirán pero no detendrán el flujo de los balseros, porque considera que el éxodo de cubanos está motivado por un desasosiego profundo que ninguna ley, provenga de donde provenga, le podrá poner fin. Este argentino de 27 años, que ha adoptado la nacionalidad cubana "en el fondo del corazón", piensa como la mayoría de los cubanos exiliados' que falta poco para que la situación en la isla cambie definitivamente. El cambio, sostienen, se hará desde dentro, por el propio pueblo cuando decida tomarse el poder como lo hizo hace 36 años Fidel Castro: por la fuerza.

Mientras que ese día llegue los exiliados se proponen continuar con sus grupos de apoyo como intenta hacerlo Hermanos al Rescate, aunque su labor se halla limitada por las recientes medidas de la administración Clinton. Conrad Weber, un empresario norteamericano que hace parte de Hermanos al Rescate, asegura que el futuro de la organización está en entredicho porque existe el peligro de que la comunidad cubana deje de enviar sus contribuciones si considera que las medidas que restringen el número de visas hace obsoleta la labor.

Sin embargo, muchos colaboradores consideran que "Fidel no cumplirá con su parte del trato" y piensan que, mientras el régimen de Castro exista, habrá balseros que rescatar aunque ya sea difícil legalizar su situación en los Estados Unidos.

Los balseros no son un fenómeno de hoy ni de hace un mes y medio. Los primeros que arribaron lo hicieron poco después de que Fidel Castro llegara al poder. En Miami existen familias enteras que han logrado tener la suerte necesaria para cruzar el estrecho en una balsa. Para muchos cubanos la balsa y el mar abierto han sido la única oportunidad que han tenido para reencontrarse con sus familias a través de los años, muchas veces guardando en su memoria a los seres queridos que, murieron en el intento.

Esta nueva generación de balseros, como los que llegaron en los años sesenta, lo han arriesgado todo, no sin antes encomendarse a su patrona, la Virgen de La Caridad, que a través de los años se ha convertido en la salvadora de los balseros, de una parte de ese pueblo cubano en el exilio.