El crecimiento de otros emergentes, como los asiáticos, es mucho más dinámico e incluyente. | Foto: iStock

REGIÓN

Por estas razones, América Latina no logra eliminar la pobreza

Latinoamérica ha logrado reducir la pobreza, pero crece menos que otras economías emergentes. Por eso enfrenta desafíos enormes para aumentar su productividad y no quedar rezagada. Informe de McKinsey.

16 de julio de 2019

América Latina enfrenta hoy una realidad compleja. Ha tenido un crecimiento más lento y volátil que el de otras regiones emergentes y la desigualdad permanece sin que las economías de sus países despeguen.

La consultora McKinsey analizó en un estudio el periodo comprendido entre 2000 y 2016. Encontró que el PIB en la región creció en promedio 2,8% anual, en contraste con el 4,8% de otras 56 economías emergentes en el mismo periodo. Ese cálculo no incluyó a China, que registró el doble de crecimiento.

Además, en realidad la expansión laboral, más que los aumentos de productividad, ha impulsado el crecimiento en Latinoamérica.

A pesar de los esfuerzos hechos a lo largo de este siglo en reducir la pobreza, este proceso podría frenarse, como ya se registró en Colombia. En efecto, según el Dane, mientras en 2017 la pobreza en términos de ingresos se había situado en 26,9%, llegó a 27%. Esa señal deja a miles de familias en alto grado de vulnerabilidad.

América Latina en su historia reciente ha tenido la imagen de ser una de las regiones emergentes más prósperas, impulsada por sus recursos naturales y el crecimiento que tuvieron los precios de los commodities. Esos factores le permitieron incorporar programas sociales a sus estrategias de inclusión, aumentar la clase media y, con ello, generar un mayor consumo reflejado, en principio, en el crecimiento.

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Sin embargo, todavía falta. Otros emergentes, como los asiáticos, crecen en forma mucho más dinámica e incluyente. América Latina tiene un futuro oscuro, basado en jóvenes con pocas oportunidades, un mercado informal creciente y una distancia cada vez más amplia entre las compañías de gran tamaño y las pequeñas y medianas (Pymes) y las microempresas.

¿Qué pasa? Latinoamérica tuvo sus mejores años en parte en los procesos migratorios del campo a las ciudades que generaron una explosión demográfica, mayores oportunidades laborales impulsadas por el desarrollo industrial, y mejores servicios públicos.

Sin embargo, el modelo latinoamericano ha permanecido enfocado en lo extractivo y en una estructura que no permite una institucionalidad fuerte. Las innovaciones no les llegan a las minorías, se mantienen fuertes oligopolios y monopolios que no permiten una competencia más intensa y, además, prevalecen políticas proteccionistas.

90% de la población pobre y vulnerable de la región y la mayoría de la clase media representan 64% del consumo interno.

De otro lado, el crecimiento se fundamentó más en la expansión laboral que en los aumentos de productividad. Ante este panorama, no hay un futuro sostenible, en especial porque menos jóvenes entrarán a la masa laboral en los próximos 10 años, las poblaciones –como lo reflejó el censo en Colombia– envejecen y la región podría estar condenada a muchos años de dificultades sin crecimiento.

¿Cómo revertirlo? Hay que fomentar un círculo virtuoso: asegurar condiciones de inversión productiva que genere empleo de calidad; procurar mejores escenarios de competencia para que la innovación no pare y el consumo sea sostenible a precios razonables; aprovechar los mercados internacionales para crecer y desarrollar los internos. También, impulsar la integración regional para competir en un mercado más amplio con nuevos competidores.

Finalmente, adoptar tecnologías, hoy tan en boga con la Cuarta Revolución Industrial, y adelantar las reformas clave, en especial en sectores de amplio potencial, como el agro o el turismo.

El panorama

América Latina enfrenta el doble desafío por cuenta del crecimiento lento de su PIB y una persistente desigualdad. El estudio de McKinsey se enfocó en tres países: Colombia, Brasil y México. De ellos, el primero obtuvo los mejores resultados, con un crecimiento promedio de 4,2% anual durante el periodo 2000-2016. La tasa de crecimiento de Brasil, de 2,4%, estuvo más cerca del promedio regional, mientras que la de México fue más débil, de 2,1%. Entre las economías latinoamericanas, Perú creció con mayor fuerza, con un promedio de 5,2% por año.

Este crecimiento también ha sido volátil, impulsado por el auge y los precios de los productos básicos, como el petróleo, los minerales y algunos agrícolas.

90% de la población pobre y vulnerable de la región y la mayoría de la clase media representan 64% del consumo interno.

Según el estudio, la expansión de la fuerza laboral ha impulsado el crecimiento del PIB en América Latina, resultado de un auge demográfico y la entrada de más mujeres. La fuerza laboral creció en 66 millones de trabajadores entre 2000 y 2016, lo que representó 72% del crecimiento del PIB de la región. Pero las tasas de fertilidad en América Latina disminuyeron. Eso significa que la región ahora tendrá que mejorar su productividad como motor del crecimiento del PIB, advierte el estudio.

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Han superado el umbral de pobreza absoluta 56 millones de personas, o sea, más de 40% de los pobres que América Latina tenía en 2000. A pesar de este reconocido esfuerzo, más de 150 millones de personas sigue en situación de vulnerabilidad.

Pero, además, el impulso contra la pobreza se ha desacelerado. Para 2018, las tasas de pobreza y pobreza extrema habían aumentado por encima de los niveles de una década anterior.

“La lenta expansión de los empleos de mayor productividad y salarios más altos ha dejado a muchos vulnerables. Ya no son oficialmente pobres, pero aún no han alcanzado patrones de gasto de clase media, lo que significa que todavía no pueden pagar bienes y servicios que van más allá de las necesidades básicas y no tienen acceso al crédito, y siguen con un alto riesgo de volver a caer en la pobreza durante una recesión o en el caso de una crisis de salud o de empleo”, agrega el análisis.

También sorprende en el estudio que 90% de la población pobre y vulnerable de la región, y la mayoría de la clase media representan 64% del consumo interno. Esta es la participación más baja del mundo, sustancialmente rezagada con respecto a otras regiones, donde ese 90% consume alrededor del 70% o más.

Por el lado empresarial, el panorama está polarizado. La región cuenta con algunas compañías poderosas, incluidas algunas con una productividad muy alta que se han expandido hasta convertirse en firmas globales o multilatinas. Pero en comparación con las grandes empresas de otras regiones, son menores en número y menos diversificadas. Además, América Latina tiene una lista larga de pequeñas empresas, a menudo informales, que colectivamente proporcionan empleo a gran escala. Pero su baja productividad y su crecimiento estancado frenan la economía.

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“Falta un grupo de empresas medianas vibrantes que podrían generar dinamismo y presión competitiva para ampliar el número de empleos productivos y bien remunerados en América Latina”, señala el documento de McKinsey.

La estructura empresarial muestra un débil nivel de innovación y especialización, factores necesarios para el crecimiento futuro. Brasil, Colombia y México se ubican por debajo de su nivel de desarrollo en índices de innovación. “Tienen entre un cuarto y un tercio de la expansión digital de los Estados Unidos, por ejemplo. La inversión en investigación y desarrollo en la región es relativamente baja, con solo 0,3% y 0,5% del PIB para Colombia y México, respectivamente, aunque Brasil alcanza 1,2%”, dice el estudio.

Gran parte de la fuerza laboral de América Latina está atrapada en una larga fila de firmas pequeñas, improductivas y a menudo informales. Brasil ha tenido el mayor éxito al reducir el nivel de informalidad en la fuerza laboral: la tasa cayó por debajo de 50% en 2015–2016. México y Colombia tienen tasas mucho más altas, de 57% y 62%, respectivamente.

El consumo en América Latina ha crecido sobre todo por el aumento de la población, no porque cada persona consuma más. “El camino principal –dice el estudio– hacia una prosperidad sostenida y creciente proviene del acceso a empleos productivos y bien remunerados, que han sido demasiado escasos para satisfacer las necesidades de la fuerza laboral en rápida expansión en la región”.

Además de lo anterior, las exportaciones no llenan la brecha de la demanda, y tanto la inversión como el ahorro permanecen relativamente bajos. El consumo de los hogares representa la mayor parte del gasto del PIB en cualquier economía y 64% en América Latina, pero se ha expandido lentamente.

Desde el inicio del nuevo siglo, señala el informe, el consumo per cápita en América Latina ha crecido solo 1,8%, menos de la mitad del 4,3% en otros países emergentes. El de Colombia es alto para la región, con un crecimiento desde 2000 de 2,8%, mientras Chile y Perú tienen valores atípicos, con 3,7% y 4,2%, respectivamente.

En un momento de tensiones sociales y políticas, América Latina tiene una nueva oportunidad para revitalizar el crecimiento inclusivo. Para ello dispone de tecnologías digitales que pueden aumentar la productividad y desarrollar los medios faltantes, si se adoptan a escala.

El subcontinente necesitará, a juicio de McKinsey, tres prioridades para sentar las bases de una agenda pro crecimiento e inclusiva.

Primero está la necesidad de crear mercados eficientes y un entorno empresarial competitivo en el que lo digital pueda prosperar, la innovación sea recompensada y surjan oportunidades para todos.

En segundo lugar, los cambios de política deberán crear mercados laborales y de consumo más participativos que distribuyan la productividad y las ganancias a las clases vulnerables y medias. “Para que América Latina impulse la prosperidad para todos, el aumento de la productividad debe fluir hacia el aumento de los ingresos de los trabajadores a medida que aumentan en el nivel de habilidades y las empresas bien situadas para reinvertir en su gente, tecnología y comunidades”, dice la consultora.

En tercer lugar, el Gobierno puede aprovechar las plataformas digitales para aumentar la eficiencia del sector público y mejorar la prestación y el costo de los servicios.

El panorama para la región no es sencillo. Debe avanzar en tareas de corto plazo para estimular el crecimiento, con más empresas que brinden empleos de calidad, más competencia y asegurar una dinámica en el consumo que permita, a su vez, garantizar el crecimiento. Pero hay que trabajar en reglas del juego claras, formalizar la fuerza laboral para que América Latina pueda salir de esta coyuntura y empezar a cerrar la brecha de la igualdad. De lo contrario, la región podría estar condenada a vivir permanentemente en el subdesarrollo.