Brasil desarrolló un modelo económico capitalista donde el Estado controla o participa en empresas de distintos sectores. | Foto: BBC Mundo

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¿Está fracasando el "capitalismo de Estado" a la brasileña?

Así como los brasileños tienen su propio estilo de jugar fútbol o crear música, también creían haber encontrado un camino especial hacia el desarrollo económico, con el Estado como actor clave.

Alianza BBC
8 de mayo de 2015

Se trata de una forma de capitalismo en la que el gobierno controla empresas en sectores como el petróleo o la electricidad, que considera clave para su modernización.

Aunque ocurre en varios países, Brasil también impulsó recientemente una política singular de inversión indirecta del gobierno en determinadas compañías, colocando al Estado como accionista minoritario.

El fenómeno fue tan llamativo que en 2012 la revista británica The Economist señaló a Brasil como un ejemplo del aumento del "capitalismo de Estado" en el mundo emergente, junto con China o Rusia.

Y apuntó que las empresas estatales sumaban 38% del valor de mercado en el país sudamericano, que había "inventado" una de las nuevas herramientas más agudas del capitalismo de Estado.

Pero algo parece estar cambiando en Brasil ahora que su economía se estancó y la gigantesca petrolera estatal Petrobras sufre su peor crisis, endeudada en medio de un megaescándalo de corrupción.

En las últimas semanas surgieron aquí varios cuestionamientos a ese modelo de injerencia estatal en la economía, que creció desde 2003 bajo los gobiernos de Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff, su actual presidenta.

Joaquim Levy, un economista ortodoxo a quien Rousseff nombró ministro de Hacienda a fin del año pasado para recuperar la confianza de los mercados, dijo algo sugestivo en marzo.

"El capitalismo de Estado no funciona muy bien en una democracia", sostuvo ante un grupo de empresarios en São Paulo.

Entonces, ¿falló el capitalismo a la brasileña?

"Campeones nacionales"

El capitalismo de Estado comenzó a repuntar en la década de los años 90 en Brasil, paradójicamente cuando el país y la región vivían una ola de privatizaciones.

Por un lado, el Estado canjeó su participación mayoritaria en algunas empresas por una presencia minoritaria en varias otras.

También usó su poderoso banco nacional de desarrollo BNDES y fondos estatales de pensión para invertir en compañías de diversos sectores, desde la minería hasta los alimentos.

Y promovió fusiones de empresas en áreas como telecomunicaciones o producción de celulosa, en una política de elegir "campeones nacionales" que se acentuó en el gobierno de Lula, buscando impulsar la producción y el empleo locales.

"El primer exceso fue en el uso de capital estatal en varias empresas, muchas elegidas con criterios que no sabemos cuáles son, o que no precisaban esos recursos", le dijo a BBC Mundo Sergio Lazzarini, un economista de la escuela Insper de negocios en São Paulo y coautor de un libro sobre la reinvención del capitalismo de Estado.

Añadió que el proceso fue más drástico a partir del primer gobierno de Rousseff en 2011, cuando empresas con control mayoritario del Estado intervinieron activamente en el mercado, mediante controles de precios o negociaciones de contratos.

"Movimos mucho el péndulo hacia la intervención estatal cuando podíamos haber buscado una actuación más balanceada, privilegiando un poco más el capital privado y dejando el capital estatal muy selectivo", dijo Lazzarini.

El factor Petrobras

Petrobras fue el gran símbolo del capitalismo de Estado brasileño en la última década.

La petrolera estatal fue obligada por ley a participar con al menos 30% en cada consorcio que se forme para explotar los grandes yacimientos de crudo descubiertos en la profundidad del Atlántico.

Además, buscando generar trabajo, se establecieron porcentajes de contenido brasileño que debían tener los equipos que adquiere Petrobras, como barcos o sondas de perforación.

Con su popularidad por el piso, Rousseff defiende hasta hoy la vigencia de esas reglas, argumentando que está en juego quién se queda con la mayoría de las riquezas petroleras.

Pero han surgido opiniones diferentes en su propio gobierno.

El ministro de Minas y Energía, Eduardo Braga, habló el mes pasado de "revisar o debatir" el requisito de que Petrobras tenga un mínimo de 30% en los consorcios para explotar el crudo.

El diario brasileño Valor Económico informó esta semana, citando una alta fuente gubernamental, que el cambio también es apoyado por el ministro Levy y el presidente de Petrobras, Aldemir Bendine.

Uno de los motivos citados por Bendine es el peso de la deuda de Petrobras, de unos US$135.000 millones, que dificulta sus posibilidades de entrar en nuevos consorcios.

En el balance auditado de 2014 que la empresa divulgó en abril, con considerable atraso, figuran pérdidas netas por US$7.200 millones, de los cuales US$2.000 millones están vinculados a la corrupción.

La justicia investiga un gigantesco esquema de sobornos presuntamente pagados por empresas constructoras a miembros de Petrobras, del gobernante Partido de los Trabajadores y otros grupos políticos a cambio de jugosos contratos de obra.

¿Cambio ideológico?

Algunos creen que todo esto ha afectado la confianza general en empresas donde el Estado brasileño tiene participaciones mayoritarias o minoritarias.

"El capitalismo de Estado se mostró muy fallido en esa cuestión de empresas de economía mixta", le dijo a BBC Mundo Adriano Pires, un consultor brasileño de energía.

"El gobierno usó a Petrobras o Eletrobras (empresa eléctrica controlada por el Estado) para hacer todo lo que quería y faltarle el respeto a los accionistas", agregó.

A su juicio, la situación se extiende de modo "más sutil" a la gigante minera Vale, donde el gobierno brasileño usó en el pasado participaciones minoritarias del Estado para influir en decisiones importantes.

Ahora Brasil parece más concentrado en atraer inversión privada.

El gobierno de Rousseff prepara un nuevo programa de concesiones de obras de infraestructura que, adelantó Levy, tendrá mayor participación de bancos privados y menos del estatal BNDES, que este año dejó de recibir transferencias directas del Tesoro.

Sin embargo, algunos creen que esto responde a los problemas fiscales que atraviesa Brasil y no tanto a un cambio ideológico en el gobierno.

"No diría que es un fracaso del capitalismo de Estado, (sino) mucho más fruto de una conducción equivocada de la política económica en los últimos años (que) debilitó las cuentas públicas", sostuvo Carlos Antonio Luque, profesor de Economía en la Universidad de São Paulo.

Y observó que en países como Brasil, con alta concentración de renta y problemas sociales, suele haber más apoyo a la acción del Estado que al mercado para resolver las cosas.

"Tengo la impresión de que, superado este episodio, la presencia del Estado seguirá siendo importante", concluyó.