El plan de Super Mario – como lo bautizó la prensa europea – tiene una varita mágica que ha encantado a los inversores. | Foto: REUTERS

Internacional

Lo mágico y lo no tan mágico del último plan para salvar al euro

En un año de turbulencias financieras en torno al euro, los mercados parecen haberse estabilizado con el anuncio del presidente del Banco Central Europeo la semana pasada.

Alianza BBC
11 de septiembre de 2012

Las plazas bursátiles, que cerraron con fuertes alzas el jueves y viernes pasado, abrieron estables esta semana a pesar de las discretas noticias sobre el empleo en Estados Unidos y la producción fabril en China.

El plan de Super Mario – como lo bautizó la prensa europea – tiene una varita mágica que ha encantado a los inversores: el anuncio de una compra "ilimitada" de bonos soberanos en caso de necesidad.

Con esta varita, Super Mario consiguió lo que nadie: una inmediata caída de la tasa de interés de España e Italia.

Sin embargo, algunos de quienes están llamados a subir al escenario para participar en el acto de prestidigitación no parecen estar del todo convencidos. El lunes, el jefe de gobierno español, Mariano Rajoy, insistió en que el gobierno "tiene que estudiar" el plan de Draghi y que no aceptará la imposición de políticas concretas como condición de la ayuda.

Otros, como el director de la consultora londinense Strategy Economics, Matthew Lynn, piensan que el plan es solo un respiro.

"Es una manera de comprar tiempo. ¿Cuánto? No se sabe. El plan no resuelve el desequilibrio que existe entre el centro y la perisferia de la eurozona a nivel de competitividad. Sin resolver esto no hay crecimiento y, por tanto, no hay futuro", señaló a BBC Mundo Lynn.

Según Lynn este desequilibrio ya ha afectado el euro de manera irreversible.

La moneda, pilar básico del comercio internacional, deja de cumplir su función cuando se convierte en un riesgo. Es lo que está pasando con el euro. Un exportador a Grecia no sabe si le terminarán pagando en euros o dragmas: este riesgo ya está presente en toda la eurozona.


La balcanización del euro    
 

El proyecto original del euro se basaba en que la unificación monetaria iba a emparejar economías disímiles como Alemania y Grecia al abaratar para todos el precio del crédito.

Entre 2002 y 2009 los países financiaron inversiones y gastos con tasas de interés similares. Esto se quebró con la crisis de la deuda griega en 2010: hoy la eurozona es un terreno balcanizado en el que el costo del dinero es diferente para cada país. En este sentido, el euro ya no existe.

El plan de Mario Draghi es un intento de ganar tiempo para avanzar hacia una política fiscal y bancaria unificada que permita recuperar el paraíso perdido. Esta doble unificación resolvería una anormalidad que, según muchos economistas, es el pecado original del euro: manejar la misma moneda con políticas presupuestaria diferentes para cada país.

Más allá de los méritos de esta hipótesis, el problema es que las economías tienen que volver a crecer y, para hacerlo, necesitan recuperar su competitividad.

La competitividad de una nación o una empresa depende de su productividad, su nivel tecnológico, su calidad y el precio de sus productos. La devaluación de una moneda sirve para ganar competitividad por el lado del precio.

Las naciones perisféricas del euro no tienen este arma. La única manera de abaratar un producto en relación a Alemania es reduciendo el costo salarial del mismo.

Es el camino que, de la mano de la austeridad, se ha tomado desde el comienzo de la crisis en 2010 con resultados desastrosos. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) la economía italiana se achicará un 2,4% este año. En España el desempleo juvenil supera el 50%. Grecia está en su quinto año consecutivo de recesión.


El euro no tiene tiempo


España es el caso testigo del plan Draghi. Su primer objetivo se está cumpliendo: el gobierno de Mariano Rajoy y la eurozona están ganando tiempo.

El viernes los bonos españoles a 10 años se situaron por primera vez desde mayo por debajo del 6%. Esta semana se mantuvieron en un 5,6% y la prima de riesgo – tasa adicional de interés en relación a los bonos alemanes, considerados los más seguros – tuvo la mayor caída de la era euro.

Este aparente voto de fe de los mercados en España se produce a pesar de que el país tiene que desembolsar unos US$ 38.000 millones en concepto de deuda en octubre y que sus necesidades financieras hasta fin de año son tres veces esa suma.

La apuesta del mercado es que España recurrirá al BCE: prestarle se ha vuelto un negocio menos riesgoso. Pero el plan del BCE contempla "estrictas condicionalidades" para desembolsar el dinero.

En el lenguaje del superortodoxo Super Mario esto quiere decir mayor austeridad para inyectar confianza en los mercados mostrando que hay voluntad de garantizar el pago de la deuda.

El gobierno ya se comprometió a recortar más de US$ 128.000 millones para el 2014: un nuevo rescate impondrá más recortes.

Esto puede ser insostenible a nivel económico y político.

Económicamente porque profundizará la caída en picada de la demanda sin la cual no hay ninguna posibilidad de recuperación, y a nivel político porque este menú constante de despidos, congelamientos o recortes salariales, mayores impuestos y menor cobertura social, es una olla a presión.

Pero la vulnerabilidad de la eurozona tiene muchos vértices: la red puede romperse en varios puntos.


Salida de la eurozona

Este miércoles la Corte Constitucional Alemana tiene que decidir si es constitucional o no el fondo de rescate europeo, un mecanismo financiero esencial para sostener la moneda única.

En Grecia una delegación de la Troika (BCE, la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional) tiene que dar el visto bueno al plan de austeridad griego con nuevos recortes de US$ 15.000 millones de euros. Si no dan el sí, la cesación de pagos será prácticamente inevitable.

Según el economista griego Costas Lapavitsas, autor de "Crisis en la Eurozona", es la única salida de Grecia.

"La única manera de recomponer la economía y la sociedad es con una cesación de pagos y una salida de la eurozona”, señaló a BBC Mundo Lapavitsas.

Y no solo en los países periféricos. El descontento es generalizado. A fines de julio una encuesta en Alemania mostró que la mayoría pensaba que el país estaría mejor fuera del euro.

Si las soluciones tecnocráticas al estilo Draghi no van más allá de calmar a los mercados suministrando un poco de oxígeno financiero, voces como la de Lapavitsas se volverán mayoritarias en el sur y en el norte europeos.