Jeffrey Sachs desafía al FMI

La crisis asiática era un problema manejable. Pero los errores del Fondo Monetario Internacional la convirtieron en una debacle de proporciones mundiales.

18 de febrero de 1998

El economista norteamericano Jeffrey Sachs es director del Harvard Institute for International Development y ha asesorado a numerosos países en desarrollo en sus procesos de reforma.



Desde hace años es un duro crítico de las recetas que el Fondo Monetario Internacional, FMI, aplica en estos países. Con la crisis asiática, sus palabras han adquirido una resonancia especial en los mercados financieros internacionales.En diálogo con Poder & Dinero, Sachs expresa sus puntos de vista sobre lo que ocurrió en Asia y sobre los grandes errores cometidos en el manejo de la crisis.



¿Cree usted que la crisis asiática se habría podido evitar?



Sí. Sus dimensiones habrían sido muy inferiores si se hubieran aplicado las políticas adecuadas en el momento indicado. Con un recorte del endeudamiento externo, devaluaciones graduales y un desplazamiento de la inversión desde la finca raíz hacia proyectos de exportación, el problema que estamos viviendo no habría ocurrido.



No hay ninguna razón de fundamento detrás de la calamidad financiera de Asia aparte del pánico generado por el retiro de los préstamos internacionales. Pero, además, la crisis se profundizó porque el Fondo Monetario Internacional ha insistido en una receta equivocada. En lugar de restablecer la confianza, se ha dedicado a confirmarles a los inversionistas que sus dudas son razonables y que lo mejor es salir de estos países hasta que las cosas se aclaren.



¿Por qué cree usted que es equivocada la receta del FMI en este caso?



La receta es errónea porque el problema de los países asiáticos es de mercado de capitales y no fiscal, al contrario de lo que asegura el Fondo. La reducción del gasto público y el aumento de las tasas de interés, los componentes básicos de la fórmula, solamente contribuirán a reforzar el actual pánico financiero.



Estoy convencido de que todavía hay una luz de esperanza para estos países. El Fondo debería concentrarse en recuperar la confianza de los mercados en lugar de insistir en la austeridad fiscal. Debería enfatizar las fortalezas en lugar de las debilidades de la economía coreana y ejercer su liderazgo para que los bancos de Japón, Estados Unidos y Europa presten fondos a los bancos coreanos, con el fin de calmar a los inversionistas. Después de todo, los programas del FMI terminarán por causar más daño que beneficio a los países asiáticos. Por último, los burócratas de las naciones ricas de Occidente deberían reconsiderar su apoyo incondicional a la libertad de flujos de capitales de corto plazo, ya que éstos han demostrado tener un alto poder desestabilizador.



¿El error del FMI se debe a que esta crisis es una situación diferente a las que ha estado acostumbrado a manejar?



No. Las fallas del FMI son fundamentales y vienen de tiempo atrás. Para empezar, es ilógico que un grupo de mil economistas en Washington tengan en sus manos poder de decisión sobre las economías de 75 países en vía de desarrollo, con una población de más de 1.400 millones de personas. En promedio, el Fondo tiene siete economistas por país. Siete personas no pueden tener un conocimiento exhaustivo de la economía de un país, hasta el punto de poder tomar las decisiones más críticas que definirán su destino económico. Las decisiones se toman en total oscuridad, y los funcionarios del Fondo no están obligados a rendirle cuentas a nadie por sus errores.



Miremos el caso de Corea. El FMI creó un plan de ayuda para este país en unos cuantos días, sin tener un conocimiento profundo de su sistema financiero y sin saber qué tipo de políticas son las más apropiadas para este caso. El Fondo comete errores tan garrafales que hace pocos meses, en su reporte anual, elogió el manejo macroeconómico coreano y felicitó a las autoridades por su envidiable desempeño fiscal. Y ahora, como si nada, Michael Camdessus, presidente del FMI, culpa a los gobiernos asiáticos por sus fallas en las políticas macroeconómicas y financieras y se siente con autoridad para castigarlas por sus errores. Esto no tiene ningún tipo de presentación.



Y créame que éste no es el primer error. Están, por ejemplo, los casos de México y Argentina en 1994. Aunque las dos intervenciones del Fondo en estos países han sido altamente elogiadas, un análisis detenido muestra que dejan mucho qué desear. El Fondo nunca entendió lo que sucedió en México. Al igual que con Asia, mantuvo una visión fiscal del problema, cuando en realidad éste se encontraba en el mercado de capitales. En el programa de ayuda de 1995 el Fondo estimaba que la economía mexicana crecería 1,5%, pero el resultado real fue -6,1%. Se equivocaron en más de 7 puntos porcentuales.



Tres meses después, sucedió lo mismo en Argentina. Predijeron un crecimiento del 2% y en realidad fue de -4,6%. Se volvieron a equivocar. El Fondo ha cometido errores de este estilo por el mundo entero, desde Bolivia hasta Rusia.



¿Entonces, las proyecciones del Fondo sobre el crecimiento de Asia en este año volverán a ser erradas?



Todo indica que el Fondo se va a volver a equivocar. Analicemos por partes el programa que proponen para Corea. El won se ha devaluado un 80% en los últimos 12 meses, lo cual ha hecho que los precios de los bienes transables suban. Aun así, el FMI insiste en que Corea debe mantener la misma tasa de inflación que tenía, es decir, cerca de 5%. Como quien dice que para alcanzar esta meta, el gobierno tendrá que aplicar una restricción monetaria brutal. La sola firma del programa de ajuste con el Fondo ha elevado las tasas de interés de 12% a 21%. No entiendo cómo quieren restablecer la calma con estas medidas.



El FMI ha anunciado que el crecimiento en Corea se reducirá a 2,5%, después de haber alcanzado un 6% en 1997. Pero realmente la caída de la economía irá mucho más allá de una simple desaceleración. Es muy posible que ocurra un crecimiento negativo.



Algunos afirman que las recomendaciones del FMI obedecen más a los intereses de Estados Unidos que a las verdaderas necesidades de los países.



El FMI es un instrumento con el cual el Departamento del Tesoro de Estados Unidos interviene en los países en desarrollo. Lo utiliza para hacer "diplomacia financiera" y es un mecanismo idóneo porque, entre otras cosas, está por fuera de la vigilancia del Congreso. De hecho, la junta directiva del Fondo con frecuencia se limita a avalar los dictámenes del Tesoro estadounidense. La influencia que Estados Unidos tiene en esta organización es totalmente desproporcionada, si se tiene en cuenta el porcentaje de contribución que aporta este país.



¿Qué debería ocurrir con el FMI en el futuro?



Ante todo, el Fondo debería asumir responsabilidad por las decisiones que toma. Tiene demasiado poder para que se permita que sus decisiones más importantes estén rodeadas por la oscuridad total.



Todos sus documentos o programas deberían estar abiertos al debate público. Es inconcebible que una entidad de cuyas decisiones depende el destino de US$100 mil millones de los contribuyentes no esté sujeta a la menor obligación de explicar sus acciones. Los documentos del programa del Fondo están sujetos a una reserva de 30 años, un período absurdo que no tiene nada que ver con ningún criterio razonable sobre "sensibilidad de los mercados" a la información.



Segundo, la junta directiva debería supervisar con seriedad la labor que realiza el personal de esta institución y no limitarse a poner un sello de aprobación sobre los documentos que se le presentan. La junta debería recurrir a expertos externos en las etapas iniciales del desarrollo de los programas del Fondo. Como mínimo, se debería formalizar un proceso de revisión externa y evaluación de los programas aplicados en el pasado.



Y sería recomendable que se reformara el sistema de votación dentro de la junta, para reflejar mejor las realidades económicas del mundo e incorporar la diversidad de opiniones que existe incluso dentro del propio Fondo.



Por último, y quizás lo más importante de todo, creo que ya es hora de acabar con el monopolio en la toma de decisiones económicas que tiene el FMI en los países en vía de desarrollo.



El Fondo debería ayudar a estos países, en lugar de limitarse a darles órdenes. El FMI y los países desarrollados deberían darles a los gobiernos democráticos del mundo en desarrollo la posibilidad de actuar según los dictámenes de los pueblos que los escogieron.