Hay que desregular ya...

Los nuevos gobiernos de América Latina deben aprovechar para iniciar grandes reformas en sus economías. Agenda de qué se debe hacer.

Domingo Cavallo
31 de agosto de 1998

Tal como ocurrió en América Latina en la década perdida de los 80, varios países asiáticos ­entre ellos Japón, Indonesia, Malasia, Tailandia y Filipinas­ han optado por (o se vieron forzados a) devaluar sus monedas. Es posible que las devaluaciones asiáticas logren alentar una nueva ola de crecimiento inducido por las exportaciones, una vez que se recupere la confianza en sus sistemas financieros y se restablezca su acceso a los mercados de capitales.



En el otro lado del globo, las devaluaciones asiáticas amenazan con dejar a la mayoría de los países latinoamericanos en una posición menos competitiva. Pero América Latina no está respondiendo con devaluaciones competitivas de su parte. Por el contrario, están siguiendo el camino elegido por Argentina y evitando el curso seguido por México en 1994. Con Brasil como emblema, la región eligió la estabilidad de los tipos de cambio para encarar los shocks externos generados por la crisis asiática no por virtud, sino por mera necesidad política.



Es fundamental que los países latinos progresen en sus reformas económicas, laborales, fiscales, sociales y financieras.





Este es un año muy político, con elecciones en Ecuador, Colombia, Venezuela y Brasil, y preparativos para elecciones en Argentina y Chile. Los votantes latinoamericanos recuerdan los desastrosos días inflacionarios. Una devaluación evocaría los miedos de viajar a través de un amenazante túnel del tiempo hacia otra década perdida.



Pero así como la estabilidad gana elecciones, preservarla requiere implementar políticas no tan populares. Como optaron por un tipo de cambio estable, los gobiernos de América Latina deben buscar otros medios para reducir costos e incrementar la eficiencia para poder seguir siendo competitivos en los mercados globales.



Esto es especialmente relevante después de la relativa apreciación del dólar, moneda a la cual se atan la mayoría de las economías de la región. Por tanto, es fundamental que estos países progresen en sus reformas económicas, laborales, fiscales, sociales y financieras, aun en países como Argentina y Chile donde las reformas han ido más lejos.



Después de ganar las elecciones, los políticos deben ganarse la confianza de los mercados de capitales si quieren gobernar un país en crecimiento y sin la continua amenaza de fuga de capitales o ataques especulativos contra la moneda doméstica.



Para lograr esa confianza, los políticos deben continuar con las privatizaciones y la apertura de la economía. La reestructuración del sistema de seguridad social es fundamental para el progreso fiscal. Mejores prácticas contables y más transparencia en las finanzas públicas serían señales bienvenidas por los mercados. Y, por encima de todo, un sistema financiero sólido es crucial, tal como quedó demostrado por la crisis asiática.



Las burbujas especulativas deben ser prevenidas. Y se deben adoptar las regulaciones del Acuerdo de Basilea (tales como requisitos mínimos de capital y requerimientos de liquidez) y se deberían fortalecer las agencias independientes que supervisan a los bancos.



Para recuperar competitividad, la clave está en desregular, especialmente en el sector de no transables, como los mercados laborales, el sistema impositivo y los servicios sociales. La desregulación en estos sectores puede traer resultados formidables.



Por ejemplo, en Argentina se ha llevado a cabo un importante proceso de desregulación, lo cual ha provocado una drástica caída del costo de los servicios. Comparando 1996 con 1991, el costo de los contenedores en los puertos cayó un 67%, la electricidad un 26%, agua y cloacas alrededor de un 20%, los servicios postales un 30% y el transporte marítimo un 43%. El resultado fue que, a pesar de un significativo aumento en los salarios (65%) y otros insumos (14%) entre el primer trimestre de 1991 y el primer trimestre de 1996, los precios más bajos de los servicios llevaron a una caída del 16% en los costos unitarios de la industria.



Con respecto al mercado laboral, las negociaciones deberían estar descentralizadas para que las empresas y los trabajadores puedan decidir individualmente sobre la mejor forma de ajustarse a las cambiantes circunstancias de la economía global. Un seguro de desempleo basado en estudios actuariales sería mucho más beneficioso que un oneroso sistema de indemnizaciones por despido.



Las reformas fiscales deberían tender a reducir la evasión fiscal, actualmente muy alta en América Latina. Luego sería necesario bajar los impuestos para aumentar la competitividad de las economías de la región. En el frente social, las demandas por mejor educación, salud, justicia y seguridad deberían ser atendidas sólo después de una completa reestructuración de la industria de estos servicios, para poder brindar más y mejores servicios con los mismos costos. Por un largo período, no será posible aumentar el gasto público.



Demorarse es la peor opción. Cuanto antes se implementen las reformas y cuanto más lejos lleguen en su alcance, más podrá América Latina diferenciarse de Asia y más podrá beneficiarse de los renovados flujos de capitales hacia los mercados emergentes.