El multimillonario tiene más de 250 empleados. | Foto: BBC Mundo

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El primer multimillonario de Silicon Alley

Jon Oringer, de 39 años, fundó diez empresas antes de encontrar la idea de Shutterstock, el exitoso sitio web de abastecimiento de imágenes que lo convirtió en el primer multimillonario de Silicon Alley, la versión neoyorquina de Silicon Valley.

Alianza BBC
12 de agosto de 2013

"Había fallado un montón de veces antes de eso y estaba dispuesto a fracasar de nuevo", dice Oringer, sobre su decisión de entrar en el negocio de la fotografía, del que no sabía nada.

Tras un exitoso debut en el mercado de valores en octubre de 2012 y con más de 28 millones de fotografías, videos e ilustraciones en su amplia base de datos, las acciones se han disparado.
Con una participación estimada superior al 55% de la compañía, Oringer se ha convertido en el primer multimillonario de salir de Silicon Alley, con un patrimonio neto estimado de US$1.050 millones.

Imágenes genéricas

Oringer no comenzó con el objetivo de involucrarse en el comercio de fotografías de inventario.
Había estado trabajando en un software para evitar la aparición de ventanas no deseadas durante la navegación en internet: los llamados bloqueadores de pop-up, ahora instalados automáticamente en la mayoría de navegadores como Firefox y Chrome.

"En ese momento estaba creando software en el momento e intentaba que la gente renovara su suscripción. Necesitaba imágenes de cosas en general para enviar y empecé a darme cuenta de que eran difíciles de conseguir", recuerda Oringer sobre cómo se le ocurrió la idea de Shutterstock en 2003.

Por ese entonces sólo había unas pocas empresas que se especializaban en la creación de imágenes genéricas de lugares y cosas que se utilizan para ilustrar sitios web hoy en día.
Esas empresas, como Getty Images, fueron diseñadas principalmente para las agencias de noticias y eran caras para empresas pequeñas, que buscan una simple fotografía de una manzana o un horizonte.

Así que con un par de miles de dólares y sin una verdadera formación en fotografía, Oringer compró una buena cámara y comenzó a colocar anuncios en Craigslist para los modelos.
Recorrió las calles de su ciudad natal, Nueva York, y con el tiempo, el mundo, en busca de más o menos exactamente lo contrario de lo que la mayoría de los turistas buscan: la foto más común, la vista más genérica.

Tomó más de 30.000 imágenes en el primer año y luego las públicó en la página web de Shutterstock. Para generar tráfico y usuarios, anunció su producto utilizando plataformas como Google AdWords.
"El punto de inflexión fue cuando ya no pude seguir el ritmo de la demanda", dice Oringer.

Orgullo de la ciudad


Hizo todo esto desde su base de operaciones en Manhattan.

"La gente se preguntaba por qué no me iba a Silicon Valley y entraba inmediatamente en la maquinaria de las start-ups", dice sobre su decisión de quedarse en Nueva York, una idea radical para un emprendimiento de este tipo, sobre todo en 2003.

"En parte fue porque tuve la suerte de que no necesitaba recaudar dinero", explica.

A diferencia de muchas empresas de tecnología, Shutterstock fue fundada sin inversión inicial externa.
De hecho, sin apenas inversión en absoluto, unos pocos miles de dólares necesarios para comprar una cámara y para alquilar una pequeña oficina.

Al principio, Oringer hacía todo el trabajo: tomar las fotografías, diseñar la página web y contestar el teléfono.

Escuchaba quejas de los clientes y ofrecía reembolsos, tomando nota de las áreas donde pensaba que el negocio podía mejorar..

Incluso cuando contrató a sus primeros empleados, no hizo lo obvio y evitó reclutar fotógrafos. En su lugar, tomó ingenieros, un reto en Nueva York, antes de renunciar al control del resto de los productos de Shutterstock.

"Quería crear esta cosa de la manera que yo quería. En el momento funcionó y fui capaz de hacer esto con miles de dólares, no millones de dólares".

Beneficios primero

Además de poder tener el control al negarse a tener la protección de la financiación externa, Oringer se centró en los beneficios desde el principio: a diferencia de las empresas de tecnología como Twitter y Foursquare, que han tenido problemas con la generación de ingresos.

Es un enfoque que dio sus frutos.

Shutterstock ahora vende imágenes para 750.000 clientes en más de 150 países, y obtuvo más de US$47,5 millones en ganancias el año pasado, un incremento del 117%.

Y el futuro luce promisorio. La compañía estima que el mercado de imágenes digitales (fotos, videos e ilustraciones) pasará de los US$4.000 millones actuales a más de US$6.000 millones en 2016.

"La fotografía está cambiando y un montón de cosas diferentes acerca de la fotografía están cambiando todo el tiempo", asegura Oringer, quien señala que como periódicos y medios tradicionales para fotógrafos han cerrado o se han reducido, Shutterstock ha proporcionado una valiosa fuente de generación de ingresos para sus miembros.

Más de 40.000 artistas envian imágenes y videos a Shutterstock, en respuesta a datos en tiempo real que les dicen lo que los miembros del sitio están buscando: una foto de un gato, por ejemplo.

Al descargarse esa foto de un gato, el fotógrafo recibe una parte de la cuota que pagan los miembros de Shutterstock.

La compañía estima que se han pagado más de US$150 millones a sus colaboradores, lo que permite que muchos tengan como trabajo a tiempo completo suministrarle imágenes al sitio.

Calificado para volar


Mientras que la riqueza de Oringer, evidentemente, generó titulares y alabanzas, sigue siendo modesto acerca de su éxito.

Cuando se le pregunta acerca de su condición de multimillonario, hace una mueca y trata de cambiar de tema.

El único lujo que se permite ha sido ocuparse de su pasión: los helicópteros.

Recientemente se convirtió en un piloto con licencia y se compró un helicóptero con el que vuela a lugares como el valle del río Hudson, al norte de la ciudad.

Está fascinado por la maquinaria del helicóptero y la compara con su primer "negocio", cuando era un adolescente y arreglaba computadoras en la casa de sus padres.

Ese modelo de negocio "no era expandible", dice con una sonrisa.

La realidad es que, más allá de una pasantía de verano en la universidad, nunca ha tenido un trabajo tradicional.

Aunque admite: "Esto puede ser un trabajo de verdad".