El Alca, en punto muerto

En la cumbre de presidentes del hemisferio en Santiago de Chile se hablará poco o nada de comercio. Tras cuatro años de reuniones, no se decide nada sobre el Alca.

4 de marzo de 1998

Cuando los presidentes de las Américas se reúnan en abril en Santiago de Chile, es muy probable que la atmósfera esté marcada por la decepción. El lanzamiento formal de las negociaciones para la conformación del Area de Libre Comercio de las Américas, Alca, tema que debía estar en el centro de la agenda, habrá sido relegado a un segundo lugar. Y los presidentes seguramente se concentrarán en promover el entendimiento hemisférico en asuntos como los Derechos Humanos, la lucha antidrogas y la necesidad, reiterada, de favorecer el desarrollo democrático de la región.



En otras palabras, va a ser una cumbre presidencial normal, llena de fotografías, buenas intenciones y pocos compromisos concretos. Pero la decepción es inevitable en vista del tiempo y los recursos que se han invertido desde 1994 para avanzar hacia la creación del Alca. La verdad es que después de cuatro cumbres de ministros de Comercio Exterior de las Américas, el proceso está prácticamente estancado.



Pare y pare



Las negociaciones no avanzan. El pasado 14 de febrero los viceministros de Comercio del hemisferio se reunieron para redactar un documento final que se firmaría el 19 de marzo en Costa Rica. Pero de esta reunión no salió un acuerdo sobre ninguno de los temas importantes en la agenda. Los viceministros se volverán a reunir el 17 de marzo, en un último esfuerzo por sacar adelante un documento presentable, pero es poco probable que el resultado cambie. Ante la carencia de acuerdos, los presidentes tendrán muy poco de qué hablar sobre comercio en la cumbre de Santiago.



En el fondo, se mantiene la contradicción que existe desde el primer día en que se habló de la creación del Alca: el choque de intereses entre Estados Unidos y Brasil. Cada uno representa un polo de desarrollo y un modelo de integración completamente diferentes. La distancia entre estos polos incluso ha aumentado, en la medida en que el modelo de integración de Estados Unidos, montado alrededor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, Nafta, ha perdido influencia en el hemisferio en los últimos años. Entre tanto, el modelo de Brasil, con Mercosur, ha ido conquistando espacio. Con las dilaciones, Brasil gana tiempo para consolidar su esquema regional de integración.



Lo que se está demostrando es que las negociaciones formales para la construcción del Alca tienen poco que aportar a la solución de este conflicto básico.



El secreto está en los detalles



En las reuniones la discusión se ha atomizado en numerosos puntos que parecen guardar poca relación entre sí, pero cada uno de ellos refleja la oposición entre los dos grandes del hemisferio.



Es el caso de la definición de la sede única para las negociaciones y las características de la secretaría administrativa del proceso. Está claro que se deben tomar resoluciones sobre estos temas, pues son necesarias para reducir gastos y mejorar la coordinación. Pero no ha sido posible elegir la ciudad. Las candidatas más fuertes para la sede son, por supuesto, Miami y Río de Janeiro. Sobre la forma concreta de la secretaría, el tema más espinoso de todos, y la nacionalidad del secretario, tampoco se vislumbra un consenso. Sin embargo, es difícil imaginar que haya algún avance si no se resuelven estas incógnitas.



Otro de los puntos es el de la definición de las mesas de negociaciones, en las cuales se tomarán las decisiones principales. El número y el contenido de las mesas de negociación es un asunto crítico en cualquier acuerdo comercial. Al establecerlas se determina cuáles temas se tratarán primero y cuáles se dejarán para después, y se establecen las áreas que recibirán un tratamiento especial.



Aquí tampoco hay acuerdo. Centroamérica, con el apoyo de México y de los países del Caribe, propuso mantener 12 mesas de negociación. Estados Unidos y la Comunidad Andina (Colombia, Venezuela, Ecuador, Bolivia y Perú) pidieron 9, mientras que Mercosur (Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay) solicitaron 5. Canadá reclamó sólo 3.



Las discrepancias abundan. Estados Unidos considera que el tema agrícola debe manejarse como un asunto complementario en otra mesa, pero esta propuesta choca de frente con las condiciones que ha pedido Mercosur, que considera que sin una negociación a fondo sobre agricultura es imposible tener un libre comercio regional.



En cuanto a los temas laborales y del medio ambiente, Estados Unidos considera que éstos deben incluirse en la propuesta del Alca, pero para los países latinoamericanos la parte laboral debe discutirse en la Organización Internacional del Trabajo y la parte ambiental en la Organización Mundial del Comercio. Los enfrentamientos se prolongan en cada uno de los temas claves, como textiles, automóviles y demás.



El viejo dilema



Las diferencias sobre puntos específicos de la negociación reflejan la gran distancia que separa los modelos de integración que están promoviendo Estados Unidos y Brasil. Y, además, anticipan las enormes dificultades que habrá para unir estos esquemas y los demás acuerdos comerciales que se están adelantando en la región, en un gran acuerdo hemisférico.



Cada uno de estos modelos tiene sus méritos, pero lo complicado es definir cómo, en la práctica, podrían operar simultáneamente bajo el Alca. La principal regla de juego definida en el Alca hasta ahora es que serán respetados los acuerdos que cada país haya hecho antes que la zona de libre comercio hemisférica se concrete. Pero la heterogeneidad de acuerdos hará muy difícil mantener un mínimo de coherencia. El problema es que, si no se le da una solución coherente, el Alca no será una opción verosímil para ninguno de los interesados.



La inacción no significa que el panorama sea estable. Por el contrario, en la medida en que no haya avance en las negociaciones, la influencia de los jugadores cambia.



Hace cuatro años, el Nafta era el modelo central para la integración en el hemisferio. Colombia y Chile se disputaban el primer lugar entre los que solicitaban acceso.



Pero hoy, después de la crisis mexicana y de la persistente negativa del Congreso de Estados Unidos a entregar una autorización "fast track" al presidente Bill Clinton para realizar nuevas negociaciones comerciales, la influencia del Nafta se ha reducido. Los distintos países han buscado acuerdos bilaterales y multilaterales entre sí. México ha firmado tratados con Colombia, Venezuela y Chile. Canadá ha desarrollado su propio dinamismo. Y lo más importante, Mercosur se ha ampliado, con la inclusión de Chile y Bolivia. Así, el espacio que dejó libre el Nafta ha sido ganado, poco a poco, por Mercosur y otros acuerdos.



Por todo lo anterior, el Alca, que acordaron los 34 países del continente en la Cumbre de las Américas de 1994 y que entraría en efecto en el 2005, se ha convertido en un proceso de nunca acabar y su meta se desdibuja con el paso del tiempo. Y no sólo debe hacerle frente a esa lucha entre los dos polos de desarrollo, sino que debe lidiar con los tres grupos multilaterales de la región, como la Comunidad Andina, el Mercado Común Centroamericano y el Caricom, que conforman los países del Caribe, y además con más de 20 acuerdos bilaterales de intercambio comercial, que hacen más difícil desglosar el terreno y obligan a establecer reglas de juego que respeten los pactos ya existentes. El panorama es, por lo menos, difícil.



La fiebre del Nafta ha pasado, mientras que Mercosur cada día gana espacio. Entre tanto, la integración hemisférica sigue esperando.



La heterogeneidad de los acuerdos hará muy difícil mantener un mínimo de coherencia en el Alca.