INTERNACIONAL

CON CANAL PERO SIN QUESO

LA RETIRADA DE LOS ESTADOS UNIDOS DE PANAMÁ EN 1999 PUEDE SER UN GOLPE FATAL PARA ESE PAÍS.

JOHN SWEENEY
1 de diciembre de 1995

En poco más de tres años, Panamá logrará una de sus más caras ambiciones. Cada edificio, propiedad y base militar que actualmente le pertenezca a los Estados Unidos será transferida al control de Panamá. En total, Panamá va a adquirir unas 4.800 edificaciones y 70.000 acres de tierra. Por primera vez desde que Teddy Roosevelt tomó una tierra reclamada por Colombia, hace 92 años, e inventó a Panamá para abrir el camino político para la construcción de su canal, cada pulgada cuadrada de tierra en ese país será de los panameños.

Esta transferencia final de los Estados Unidos a Panamá, el 31 de diciembre de 1999, va a ser un momento sentido e histórico no sólo para los panameños, sino para todos los latinoamericanos. Por primera vez desde 1903, la región iberoamericana será geográficamente "completa" de nuevo. Cuando los Estados Unidos salgan de Panamá, sin embargo, el 8% del PIB nacional se irá con las tropas estadounidenses y sus dependientes. Miles de empleos desempeñados por panameños van a desaparecer y la economía doméstica va a perder más de US$300 millones de ingreso anual. Tardíamente, muchos panameños se han dado cuenta del ajuste económico devastador que va a sufrir su país después que el último estadounidense se vaya para su tierra. Actualmente, alrededor del 40%

de los 2.5 millones de ciudadanos de ese país viven en la pobreza y la cifra del desempleo tiene dos dígitos. Cuando los norteamericanos se vayan, los problemas socioeconómicos de Panamá se inflarán rápidamente.

Ahora Panamá está buscando la forma de evitar la retirada de los Estados Unidos. El epíteto "fuera los yanquis" ha sido olvidado. Los panameños ahora quieren que los Estados Unidos se queden en Panamá después de todo.

El primer paso para mantener a los Estados Unidos en Panamá lo tomaron los panameños y los resultados iniciales fueron positivos. En reuniones el año pasado con funcionarios de los Estados Unidos, los panameños dijeron que querían que se quedaran, pero que cualquier propuesta en ese sentido tendría que venir primero de los Estados Unidos ya que las sensibilidades políticas panameñas no aceptarían otra cosa. En una reunión en Washington en septiembre de 1995 entre el presidente Clinton y el presidente de Panamá, Ernesto Pérez Balladares, los Estados Unidos propusieron negociaciones sobre una parte de la presencia militar de los Estados Unidos en Panamá, más allá de la fecha límite para retirarse, el 31 de diciembre de 1999.

El Consejo de Negocios de los Estados Unidos y Panamá, una organización binacional creada en 1994 para hacerle "lobby" a una presencia continuada de los Estados Unidos en Panamá, fue la punta de lanza de los esfuerzos panameños para persuadir al gobierno de los Estados Unidos de que Panamá es demasiado importante para los intereses estratégicos de los Estados Unidos para dejarlo sin la vigilancia de las tropas estadounidenses. A medida que los representantes del Consejo hacen las rondas políticas en Washington, se han sentido animados por la respuesta favorable de los Estados Unidos a sus esfuerzos, pero también han encontrado que los viejos asuntos candentes ya no tienen mucho peso.

El argumento de la "permanencia en Panamá" es el siguiente: Panamá es estratégicamente importante para la seguridad de los Estados Unidos en América Latina. Panamá es una zona de avanzada importante para la guerra de los Estados Unidos contra las drogas. Los Estados Unidos deben permanecer en Panamá para garantizar la seguridad y eficiencia del Canal de Panamá y para preservar la democracia en Panamá.

Estos argumentos pueden sonar persuasivos para los panameños, porque esto es lo que los gringos han venido diciendo acerca de Panamá por décadas. Sin embargo, en el Washington de hoy en día, son tan pasados como el muro de Berlín. Panamá afronta la desolada perspectiva de que los esfuerzos para mantener a los Estados Unidos en Panamá pueden ser escasos y tardíos, a no ser que los panameños salgan con argumentos más convincentes que los que hasta ahora han dado.

Visto desde Washington, no hay ninguna necesidad apremiante -ni económica, ni militar-para mantener una presencia estadounidense a gran escala en Panamá. Desde que los tratados del Canal de Panamá fueron firmados el 1 de octubre de 1979, las transformaciones políticas globales, los mercados cambiantes y los cambios dramáticos en la tecnología del transporte han disminuido la importancia económica y militar del Canal de Panamá.

El final de la guerra fría le quitó los colmillos a Fidel Castro para apoyar las insurgencias comunistas en América Latina y mermó la importancia estratégica de Panamá para defender los intereses de Estados Unidos en el Caribe y en América Latina. La actual tendencia hacia la democracia viene desde hace 17 años. Fidel Castro ahora se viste con traje de calle y el Che Guevara es un afiche derruido en los closet de los revolucionarios de los sesenta. Con Cuba reducida a un puesto de avanzada de la edad de piedra de un comunismo desacreditado, los planificadores de defensa de los Estados Unidos no perciben amenazas en la región para la seguridad nacional de los Estados Unidos que justifiquen mantener una presencia militar considerable en Panamá.

El punto de vista del Pentágono sobre Panamá es que una presencia militar continuada debe generar resultados máximos con un mínimo de inversión -con el énfasis en mínimo de inversión-. En forma ideal, esto podría involucrar el cerrar todas las bases militares en Panamá, con excepción de las dos bases aéreas y la base de infantería más grande, las cuales podrían permanecer listas para operar con un equipo mínimo de personal estadounidense supervisando los contratistas panameños. Como máximo, un personal militar de no más de 200 a 300 estaría estacionado en Panamá en un arreglo así. Sin embargo, los panameños no deberían esperar que los Estados Unidos derramen grandes cantidades de dinero, aun por una presencia a pequeña escala en Panamá.

" Los Estados Unidos ya no tienen la obsesión de mantener una presencia adelantada en el sur del Hemisferio Occidental. Cualquier cosa que se desarrolle en esa región puede ser manejada muy bien desde el Condado de Dade en la Florida. El U.S. Southem Command-Comando Sur de los Estados Unidos(Southcom) ya pasó su oficina principal a Miami. Panamá es un capítulo cerrado", dice John Hillen, un analista del Heritage Foundation.

El argumento de la guerra contra las drogas para permanecer en Panamá también está cayendo sobre oídos sordos. Manuel Noriega está confinado en una prisión federal de los Estados Unidos, el Cartel de Medellín ha sido físicamente exterminado y los líderes del Cartel de Cali están en la cárcel, pero Panamá todavía es uno de los centros de lavado de dinero más importantes del mundo. Las décadas de presencia de los Estados Unidos y hasta la invasión de los Estados Unidos a Panamá, no tuvieron ningún impacto en la industria del lavado de dinero. Como una estación de avanzada para las operaciones de recopilación electrónica de inteligencia, Panamá es un desperdicio de dinero del contribuyente y de recursos de defensa. Tecnologías operacionales existentes permiten a los Estados Unidos obtener mejor inteligencia a mayor distancia, haciendo de una presencia de avanzada una redundancia.

Dos razones más señaladas por los panameños para una presencia continuada de los Estados Unidos en su país son que sólo los Estados Unidos pueden garantizar la operación segura y eficiente del Canal de Panamá, y que al mismo tiempo conserva la democracia en Panamá. El bache en el primer argumento es que los panameños han estado operando el Canal de Panamá en forma eficiente desde 1990. El argumento de que sólo los Estados Unidos puede asegurar la democracia panameña es más persuasivo. No existiría Panamá si Teddy Roosevelt no hubiera tenido la determinación de construir el Canal de Panamá. ¿Quiere esto decir que, finalmente, los Estados Unidos tienen algún grado de responsabilidad histórica por el futuro de Panamá?

Muchos latinoamericanos dirían que sí, pero la respuesta probable de los Estados Unidos sería "de ningún modo ¡aterricen!" Eso fue ayer. Ya se acabó la guerra fría. Tenemos suficientes problemas en los Estados Unidos con la inmigración hispánica. No queremos el Canal de Panamá. Ese es problema de ustedes. Háganlo funcionar ustedes. Crean en el mercado, y funcionará.

Sin embargo, ¿puede la democracia panameña sobrevivir si los Estados Unidos se va del todo de Panamá? Nadie lo sabe. Los Estados Unidos han estado en Panamá desde antes que se convirtiera en un país, pero desde los setenta Panamá ha padecido las dictaduras de Omar Torrijos y Manuel Noriega. La presencia física de los Estados Unidos no importó para nada. Sin embargo, es claro que la pérdida abrupta del 8% del PIB de Panamá va a significar una crisis política y social para un país que acaba de separarse del cordón umbilical económico de los Estados Unidos.

La comunidad conservadora de los Estados Unidos ha apoyado los esfuerzos del Consejo de Negocios de Estados Unidos y Panamá, pero la respuesta oficial ha sido tibia, a pesar de su propuesta de que las negociaciones extiendan la presencia de los Estados Unidos más allá de 1999.



El punto de vista de la administración Clinton sobre América Latina en general, y Panamá en particular, está formado por latinoamericanistas liberales que trabajaron para Jimmy Carter durante 1950 y reciclados después por Bill Clinton. Los expertos en Latinoamérica de la actual administración no levantarán un dedo para deshacerlos tratados del Canal de Panamá de Carter, porque para muchos de ellos, el devolver el Canal de Panamá fue un momento de definición en sus carreras políticas como liberales. Son las mismas personas que apoyaron a los marxistas sandinistas y se opusieron a los Contras nicaragüenses. Liberalizarían las relaciones con la Cuba de Fidel Castro, pero sacrificarían el liderazgo de los Estados Unidos en América Latina matando una nueva negociación fast-track con Chile con el fin de procurar el apoyo de la AFL/CIO -Asociación Laboral Americana y el Congreso de Organizaciones Industriales- para la campaña de reelección del presidente.

Sin embargo, más allá de darle apoyo moral a los panameños, es difícil ver cómo los conservadores estadounidenses puedan apoyar

una presencia continuada a gran escala de los Estados Unidos en Panamá. En la era post guerra fría, los Estados Unidos han regresado a sus raíces. Como lo dijo el presidente Calvin Coolidge: "El negocio de los Estados Unidos son los negocios". Simplemente, los Estados Unidos no se van a comprometer a no ser que haya fuertes razones comerciales para ello, pero en Panamá, el compromiso estadounidense buscado por los panameños conlleva más obligaciones económicas en potencia que beneficios comerciales para los Estados Unidos. El fondo del asunto es que Panamá no ha desarrollado una estrategia coherente para venderse a los Estados Unidos. OPCIONES LIMITADAS.

Les guste a los panameños o no, los Estados Unidos se van de Panamá. Es probable que haya un acuerdo para mantener una presencia militar limitada, pero de ninguna forma va esto a compensar la enorme pérdida económica que va a sufrir Panamá a comienzos del siglo XXI. La economía de Panamá depende del canal y de la presencia militar de los Estados Unidos. Pero las bases militares se van a cerrar y el futuro del canal está restringido a limitaciones de capacidad en un momento en que la tecnología del transporte está progresando a un paso explosivo. La tecnología multimodular de transportar contenedores en forma intercambiable por barco, tren o camión, le ha mermado importancia al Canal de Panamá en la industria global del transporte. ¿Para qué enviar un buque desde el Japón a Europa a través del canal si un puente por tierra a través de los Estados Unidos es más rápido y a precio competitivo? Al mismo tiempo, los cambios en los mercados globales le han hecho daño al canal. Por ejemplo, el carbón australiano ha suplantado al carbón de West Virginia en los mercados del Japón y las exportaciones de banano del Ecuador están limitadas por cuotas. El Canal de Panamá ha perdido mucho tránsito en ambas direcciones.

La agencia que opera el Canal de Panamá ha determinado que, para poder seguir siendo competitivo en los próximos 50 años, se debe aumentar la capacidad del canal de su actual tope de calado de 150.000 dwt hasta cargueros de 260.000 dwt. Dependiendo de cómo se realice su obra de ingeniería, esta expansión podría costar desde US$8.000 millones hasta US$16.000 millones. Panamá no tiene los recursos para pagar tal expansión ni la capacidad de préstamo como país. El patrocinador lógico para tal expansión sería los Estados Unidos, si estuvieran interesados.

Los panameños se están dando cuenta, sin embargo, de que los legisladores estadounidenses están reacios a considerar un gasto de siquiera US$10.000 millones o más en Panamá en un momento en que un Congreso controlado por los republicanos está tratando de cortar impuestos y equilibrar el presupuesto federal. De hecho, cualquier esfuerzo panameño para lograr que los Estados Unidos pague por el privilegio de mantener una presencia enormemente disminuida en Panamá probablemente va a encontrar una oposición en el Congreso y en el Pentágono. Los panameños han sugerido a la Marina de los Estados Unidos que propiedades mayores como portaaviones podrían pasar fácilmente por el canal. Pero la respuesta de los Estados Unidos ha sido firme: de ninguna manera. Ninguna propiedad para la defensa de los Estados Unidos tan valiosa como un portaaviones llegarían a transitar por el Canal de Panamá a no ser que ambos lados del canal y el cielo arriba estuvieran estrictamente vigilados por tropas estadounidenses y aviones de combate. Sin embargo, esa opción se evaporó cuando Jimmy Carter firmó los tratados del Canal de Panamá hace 16 años.

Y a sin argumentos de defensa o seguridad para mantener a los Estados Unidos en Panamá, los líderes panameños han argumentado que la democracia de su país estaría garantizada si los Estados Unidos no se van. También sostienen que la incorporación de su país al Nafta compensaría el cierre de las bases de los Estados Unidos al abrir los mercados de los Estados Unidos a bienes panameños. De los dos argumentos, el primero suena más plausible. La democracia panameña puede no prosperar después que los Estados Unidos se vayan, pero eso es algo que los panameños mismos deben resolver. Sin embargo, el llamado a un acuerdo a nivel del Nafta con los Estados Unidos es incoherente. Por ejemplo, los panameños creen que con un acuerdo de libre comercio con los Estados Unidos podrían inducir a los inversionistas de Taiwán a establecer fábricas textiles y de confección en Panamá para exportar a los mercados Nafta. Ni los republicanos más fervientes del mercado libre apoyarían un tratado Nafta con Panamá bajo estos términos.

Panamá se encuentra ante un dilema existencial. El país no existiría hoy en día si no hubiera sido por los Estados Unidos y Panamá podría no sobrevivir sin la presencia continuada de los Estados Unidos. En los setenta, los esfuerzos de Jimmy Carter para entregar el canal a los panameños agitaron una tormenta de resistencia republicana en el Congreso de los Estados Unidos, pero sin dar ningún fruto. El presidente Carter le dio a los panameños lo que ellos querían y tal vez firmaron la sentencia de muerte de su país en el proceso.

Que le pasará a Panamá en la primera década del siglo que viene? Tal vez Panamá florecerá una vez se vayan los Estados Unidos. O tal vez Estados Unidos cambiará de opinión y se comprometa a una presencia militar prolongada. O tal vez Panamá logrará atraer suficiente inversión extranjera para compensar las pérdidas económicas asociadas con el cierre de las bases o se incorpore al Nafta, o ambas. Cualquier cosa es posible. Pero los líderes panameños estarían cometiendo un enorme error si asumen en forma pasiva o demasiado confiada que el gobierno de los Estados Unidos va a apoyar a Panamá antes que el último soldado estadounidense apague las luces y se vaya del país. Los días en que los embajadores de los Estados Unidos visitaban a sus anfitriones latinoamericanos con cheques en la mano han pasado. A los Estados Unidos le interesa el intercambio comercial próspero con Panamá, pero el futuro de Panamá lo decidirán los panameños, no los estadounidenses. Son los panameños quienes deben justificar la presencia continuada de los Estados Unidos en su país, y hasta ahora no lo han hecho.