CLINTON mira al patio trasero

Estados Unidos no ha tomado una posición firme en cuanto a las relaciones comerciales con Latinoamérica. Se cree que México se opone al ingreso de nuevos países al TLC

JOHN SWEENEY
1 de abril de 1994

Algunos funcionarios del Departamento de Comercio de los Estados Unidos creen que México podría oponerse a extender el TLC al resto de Latinoamérica. Consideran, además, que la proliferación de las negociaciones bilaterales y el esfuerzo latinoamericano, a partir de 1990, para revivir el ideal decimonónico de integración regional, son una amenaza en potencia a los intereses estratégicos y de liderazgo de los Estados Unidos en las Américas. Estos funcionarios también parecen estar preocupados porque a algunos países latinoamericanos se les está agotando el tiempo para transformar sus economías, y porque falta apoyo popular a las reformas de mercado libre. Ellos temen que, sin la acción rápida y decidida de la administración Clinton, las políticas de mercado libre que se han aplicado en la región en los últimos años podrían ser controvertidas en varios países.

Un estudio interno elaborado en noviembre pasado por Charlene Barshefsky, una de los tres asistentes del representante de Comercio Exterior de Estados Unidos, Mickey Kantor, muestra una preocupación, no manifiesta, de que México pueda tratar de bloquear los planes de comercio que Estados Unidos tiene para Latinoamérica.

El estudio también cuestiona la estrategia mexicana de negociar acuerdos bilaterales con "prácticamente todos" los países del hemisferio y agrega: "Debemos consultar con México para cerciorarnos de que estos acuerdos no socaven los intereses de Estados Unidos en la región".

La preocupación principal de Estados Unidos es que México busque una alianza con el próximo país que ingrese al TLC, y así evite que Estados Unidos (y Canadá) prosigan con sus planes de crear una gigantesca zona de libre comercio que cubra el Hemisferio Occidental, y potencialmente pueda extenderse también a otros países del Asia.

"Se informa que México no está interesado en permitir que otros países ingresen a un acuerdo que ofrece considerables beneficios, los que fueron logrados debido a su relación con los Estados Unidos", dice el documento. "El obtener el consenso para extender el TLC podría volverse cada vez más difícil, si la renuencia de México fuese superada por la admisión de dos países más (por ejemplo Chile), y si uno de estos países recién admitidos bloquea futuras negociaciones de libre comercio".

El estudio sugiere que una manera de bloquear esta posibilidad podría ser la estructuración del TLC de manera tal que Estados Unidos, Canadá, y posiblemente México, tendrían más poder de votación que los otros miembros. Estos derechos preferenciales, por así decirlo, de los tres primeros miembros pesarían más que los derechos ordinarios de los otros miembros, bajo determinadas circunstancias, tales como invitar a otros países a formar parte del TLC. De esta manera, México nunca podría aunar esfuerzos con un cuarto miembro con el fin de bloquear la expansión del TLC a otros países.

Los funcionarios de la Casa Blanca han tratado de restarle importancia al estudio de 30 páginas, calificándolo como un análisis "anticuado" que "no expresa la posición actual de la administración Clinton". Sin embargo, una fuente del gobierno de los Estados Unidos dijo que el documento "sigue sirviendo como base para las discusiones a alto nivel entre las distintas entidades del gobierno responsables de la política comercial post-TLC".

Al ser divulgadas la existencia del estudio y las dudas del gobierno estadounidense sobre el compromiso de México con una zona de mercado libre en las Américas, Jorge Montaño, embajador de México en Washington, lo negó rotundamente y dijo que esto era "inaceptable y absolutamente falso".

Otros funcionarios mexicanos señalaron que su país ha sido un fuerte defensor de la integración latinoamericana, que es miembro fundador del Grupo de los Tres, y que desde 1990 México ha tratado de negociar acuerdos bilaterales de comercio con muchos otros países en la región.

El estudio casi no se mencionó en los medios de Estados Unidos y México, y no parece haber causado mucha conmoción en Latinoamérica, pero las preocupaciones que expresa se enfocan hacia un asunto muy delicado, que otros países latinoamericanos aspirantes a ser miembros del TLC se niegan a discutir públicamente: ¿Estaría dispuesto México, un país con bajos salarios, a tratar de excluir del TLC a otros países latinoamericanos con bajos salarios también, con el fin de conservar sus ventajas y su acceso privilegiado a los Estados Unidos?

Al menos durante los últimos tres años, el ingresar rápidamente al TIC, o al menos el obtener privilegios comerciales como los del TIC con los Estados Unidos, ha sido una de las prioridades de la política exterior de la región, después de la integración regional. Públicamente, los "pretendientes' al TIC más ansiosos en Latinoamérica han sido Argentina y Colombia, mientras que Chile es el más opuesto, porque tiene la economía más fuerte de Latinoamérica y ya sabe que será el cuarto miembro del TIC. Simultáneamente, sin embargo, Chile, Colombia, Venezuela y la mayor parte de América Central han tratado de negociar acuerdos bilaterales de comercio con México, tanto para fortalecer los lazos de integración regional, abriendo rápidamente los mercados intra regionales, como para forjar alianzas de libre comercio con México, las cuales más tarde servirían para extender el TIC más fácil y rápidamente a otros países de América Latina.

Ahora el gobierno de Estados Unidos ha admitido que comparte la preocupación que algunos políticos y destacados hombres de negocios latinoamericanos han mantenido en reserva: que México podría estar más interesado en el TLC como club exclusivo, sin extenderlo al resto de Latinoamérica.

Mientras que la atención de los medios de Estados Unidos y México estuvo dirigida principalmente a este aspecto del memorándum interno del Departamento de Comercio, el asunto fundamental no es ni sorprendente ni pertinente. No sorprende que algunos funcionarios mexicanos se muestren renuentes a extender los beneficios del TIC a otros países, especialmente si algunos de ellos son asiáticos. Además, no es un asunto pertinente, porque la expansión final del TLC depende principalmente de la capacidad de otros países latinoamericanos para modernizar sus economías y sus leyes, de manera que finalmente llenen los requisitos de ingreso al TLC.

En nuestra opinión, los aspectos más interesantes del memorándum de la señora Barshefsky son los referentes a la preocupación de los Estados Unidos sobre la competencia que la integración regional puede significar para el liderazgo y los intereses estratégicos de ese país en América Latina, así como la posibilidad real de que se pueda estar cerrando la ventana de oportunidades para otros países, como resultado de inequidades sociales persistentes y de débiles instituciones democráticas en algunos de ellos (como Perú y Bolivia).

Un tercer aspecto del memorándum en cuestión es que muestra que la administración Clinton aún no ha elaborado una política completa para Latinoamérica. Los elementos básicos parecen estar en su lugar, pero algo falta todavía. Posiblemente es el liderazgo. El futuro del TLC y de las relaciones Estados Unidos - América Latina no se aclararán hasta diciembre; entre tanto, la región pasará por varias elecciones presidenciales este año en Colombia, México y Brasil, además de cuatro elecciones en Centroamérica. El presidente Clinton ha invitado a todos los líderes del Hemisferio Occidental "elegidos democráticamente" a una cumbre en Miami en diciembre, en la cual los participantes hablarán sobre las estrategias para el fortalecimiento de la democracia en las Américas y la promoción de un desarrollo económico sostenible, simultáneo con la protección del medio ambiente y la reducción de la pobreza.

La cumbre fue anunciada formalmente el 11 de marzo en una ceremonia especial en Washington, a la cual asistieron el presidente Clinton, el vicepresidente Al Gore, funcionarios de la Organización de Estados Americanos y del Banco Interamericano de Desarrollo, el gobernador de la Florida, Lawton Chiles, y un buen número de legisladores y destacados hombre de negocios de la Florida. El señor Clinton se refirió a la cumbre como "la primera reunión de líderes del hemisferio en más de una generación, y la primera (en los Estados Unidos) de líderes (de Latinoamérica y el Caribe) democráticamente elegidos".

Manifestó que la cumbre será una "oportunidad para iniciar el diálogo" en un momento de la historia en que existe una "convergencia hemisférica de valores políticos compartidos... y una creciente corriente de democracia que nos da mayor seguridad a todos". El presidente Clinton señaló que la cumbre de diciembre en Miami será el punto de partida oficial para una nueva política de Estados Unidos hacia Latinoamérica, en la cual el TLC ha de jugar un papel definitivo. Manifestó que el TLC "impulsará el crecimiento económico y la democracia" en una región de extrema importancia para los intereses estratégicos de Estados Unidos. Durante los últimos siete años, señaló, se han creado "miles de miles" de empleos, a medida que las exportaciones de los Estados Unidos ascendieron a casi US$80.000 millones en 1993; la extensión del TIC al resto de las Américas deberá crear "un millón de nuevos empleos en los Estados Unidos hacia el final del siglo".

Funcionarios de la OEA y del BID elogiaron el anuncio del presidente Clinton como "una iniciativa oportuna", la cual debería conducir a una "sociedad efectiva para el desarrollo... y la solución de los males crónicos y las desigualdades sociales de la región". La agenda para esta reunión sólo se dará a conocer dentro de algunos meses, pero podemos aventurarnos a hacer algunas predicciones. La agenda se planteará en términos de "comercio, no ayuda", con una fuerte relación entre el ingreso al TLC, el mercado libre, la democracia y el respeto por los derechos humanos.

La agenda latinoamericana buscará un cronograma concreto para el ingreso al TLC, el cual sin duda será más rápido de lo que Estados Unidos está dispuesto a considerar. En Washington, los encargados de elaborar las políticas están hablando de una estrategia que comprenda un período de 10 a 15 años, mientras que entre los líderes latinoamericanos más fuertes como Carlos Menem y César Gaviria, el consenso prevaleciente es que el ingreso debe ser inmediato, con negociaciones simultáneas para resolver todas las diferencias y suavizar las dificultades que se presenten en el camino. Y si esto debe hacerse en un contexto de igualdad total, con una Latinoamérica regionalmente integrada de un lado de la mesa de negociaciones y Estados Unidos/Canadá del otro lado.

La agenda latinoamericana también comprenderá temas como pobreza y educación, deuda externa, distribución desigual de la riqueza y mejores condiciones para el comercio. Cuba también va a figurar en la dicha agenda. La administración Clinton ya ha dicho que solamente los "líderes elegidos democráticamente" serán invitados a la cumbre. Esto quiere decir que Fidel Castro no estará en la lista, tema sobre el cual el resto de las Américas (inclusive el Canadá) pueden decidir tomar partido.

Al convocar la cumbre en Miami, la administración Clinton está reconociendo la importancia de América Latina para los intereses estratégicos de Estados Unidos, ya que hoy día Miami es más latinoamericana que "gringa". Pero la determinación del seño , Clinton de reafirmar liderazgo de los Estados Unidos sobre la región ha de requerir más que sólo simbolismo, una reafirmación retórica de promesas de extender el TLC a la totalidad de las Américas.