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Luis Fernando Vélez, gerente de Amor Perfecto.

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El que no le teme a Juan Valdez, ni a Starbucks

En un país colonizado por Juan Valdez y Oma y que se prepara para la llegada de Starbucks ¿a quién se le ocurre montar una cadena de tiendas de café gourmet?

16 de septiembre de 2013

El de la idea es Luis Fernando Vélez, un administrador de empresas que en 1997 abrió una tienda de regalos al norte de Bogotá y que hoy tiene una de las marcas de café gourmet más reconocidas del país, gracias a que desarrolló su negocio vendiendo en restaurantes y hoteles.

Para Vélez no es descabellado iniciar justo en este momento su proceso de expansión y de venta al detal, pues considera que, por el contrario, la competencia va a servir para que el negocio de las tiendas de café crezca más en el país. Con más oferta no solo se educa a los consumidores para que estén dispuestos a pagar por una buena taza de café, sino que se crea una costumbre de gasto.

“La prueba de que la competencia nos ayuda a todos es que Oma tenía pocas tiendas, pero con la llegada de Juan Valdez se pusieron las pilas y se expandieron y ahí ganamos todos. Lo mismo va a pasar con Starbucks, que tradicionalmente ha impulsado el consumo en los países a los que llega”, explica.

Su marca Amor Perfecto, se deriva de la marca de una ropa brasileña (Amor Perfeito) que vendía en su originaria tienda de regalos, que abrió como un negocio paralelo a su trabajo ‘oficial’ en una empresa de tecnología. “Conocí un amigo que me motivó a ofrecer tinto de muy buena calidad en el local, como cortesía para los clientes, pero un día tuvimos un afortunado comentario de una periodista en radio, quien dijo que era un plan ira a tomar café a la tienda de regalos y empezó a llegar gente pidiendo café”.

Ese pedido de los clientes hizo que tuvieran que agregarle mesas y sillas al local y que Vélez poco a poco se fuera apasionando con el tema del café, buscando alta calidad en el país que produce uno de los mejores del mundo. Empezó a comprar grano y a tostar por su cuenta, mercadeó su marca y se sumergió en el mundo del barismo, hasta que llegó el momento en que colgó la corbata y se puso el delantal.

“Al que le dio duro fue a mi papá, que pesaba en toda la plata que me había gastado en educación y ahora me veía con delantal vendiendo tintos”, comenta con una sonrisa.

Su marca se fue posicionando en los restaurantes que querían ofrecerles un café gourmet a sus comensales. Ahora, Vélez decide volver a sus inicios con una tienda de atención directa al público y no a mayoristas.

Tiene claro que no podrá competir en número de tiendas (su meta es cerrar este año con diez en Bogotá) y en cinco años estar en Medellín y Cali (donde ya está presente en los restaurantes), pero dice que su oferta es la de una experiencia distinta, pues además de beber el café en el local, las personas pueden ver el laboratorio de catas, tostar y moler el que se quieren llevar.

“En Estados Unidos es igual, detrás de Starbucks hay muchas cadenas que venden café y les va bien, pues hay mercado para todos”, precisa.

Su plan, sin embargo, es más ambicioso y no solo incluye tiendas, sino que está construyendo un edificio en el Bogotá, donde tendrá su sede principal y su local más grande, pero que además contará con una universidad de baristas, los profesionales especializados en el café de alta calidad, que crean nuevas y diferentes bebidas basadas en él, usando varios tipos de leches, esencias y licores. “Estamos en el proceso de incluirlo en el inventario de profesiones del sistema nacional de empleo. Lo que pasa es que no concibo como en un país cafetero es muy chic ser sommelier, pero no barista”, remata.

Vélez está convencido de que en Colombia no solo es necesario subir el consumo de la bebida nacional, sino aprender a apreciarla y a tomarla de la manera correcta. La ventaja es que tanto él como sus colegas de las otras cadenas tienen el mismo propósito.