Economía

¿El fin del PIB?

Pareciera que todo el mundo le está empezando a dar la espalda a la que alguna vez fue considerada la medida económica de mayor prestigio.

Alianza BBC
20 de abril de 2014

El Producto Interno Bruto, una medida del valor de los bienes y servicios que un país produce, es quizás el indicador estadístico más poderoso de la historia y ha tenido una gran influencia en las políticas globales.

La principal crítica al PIB, planteada por nada menos que Bobby Kennedy en 1968, es que "mide todo… excepto lo que hace que la vida valga la pena".

En otras palabras, está irremediablemente viciada como una medida del bienestar humano.

De hecho, si nos remontamos varias décadas atrás, a los años 30, Simon Kuznets, un pionero del PIB, advertía que "el bienestar de una nación podía difícilmente inferirse de una medida del ingreso nacional".

Pero pese a los varios intentos de destronar al PIB, que surgió de la Gran Depresión y de la Segunda Guerra Mundial como un intento por estabilizar las previsiones económicas, el indicador se mantiene como la medida central del éxito de un país.

Ignorando la economía

Social Progress Imperative es una organización liderada por el economista de la Universidad de Harvard Michael Porter.

Su existencia no busca ni enterrar ni alabar el PIB, sino complementarlo por medio de la creación de un índice que mide todo, menos el rendimiento económico.

"Si usted elimina los indicadores económicos", señala Michael Green, director ejecutivo del grupo, "(puede) ver la relación entre el progreso económico y social y entenderlo mucho mejor".

Green, quien trabajó en el ámbito del desarrollo internacional por muchos años, propuso en una reunión del Foro Económico Mundial el índice, junto al jefe del bureau de la revista The Economist en Nueva York, Matthew Bishop.

El Índice de Progreso Social (SPI, por sus siglas en inglés: Social Progress Index) empezó recopilando información de 54 diferentes indicadores de bienestar. En términos generales todos giraban en torno a tres preguntas:

¿Un país satisface las necesidades más esenciales de sus habitantes?

¿Están dadas las bases para que las personas y las comunidades mejoren y mantengan su bienestar?

¿Existen oportunidades para que todos los individuos puedan alcanzar su máximo potencial?

El resultado de la parte superior de la tabla de 132 países no es muy sorprendente.

Todos los países nórdicos ocupan las diez primeras posiciones junto a las democracias liberales como Nueva Zelanda, Australia y Canadá.

El segundo segundo nivel de la tabla es mucho más interesante. Incluye cinco miembros del G7: Alemania, Reino Unido, Japón, Estados Unidos y Francia.

La fortaleza de Japón, por ejemplo, se encuentra en la satisfacción de las necesidades humanas básicas, pero está por debajo del promedio en bienestar y oportunidades y reporta una baja puntuación en tolerancia e inclusión.

Por el contrario, Estados Unidos ocupa la posición 23 en el mundo en la categoría de necesidades humanas básicas, pero es quinto en el ofrecimiento de oportunidades.

Para ser el país que más gasta en atención médica en el mundo, Estados Unidos no queda bien parado en la categoría de esperanza de vida.

Primavera árabe

Aunque mucha de la información recopilada por la organización todavía tiene que procesada para extraer conclusiones significativas, el índice provee algunas lecciones interesantes sobre la distinción entre las estructuras económicas y sociales.

"Tomemos como ejemplo la Primavera árabe", señala Green. "Tienes un grupo de países a los que les estaba yendo muy bien económicamente y de repente ocurrió este colapso social".

"Claramente una política basada simplemente en crecimiento económico no estaba funcionando para generar armonía social".

Pero al darle un vistazo rápido al SPI, es evidente que el descontento pudo haber sido anticipado.

"Todos los países de África del Norte se desempeñan muy mal en la categoría de oportunidades", añadió Green.

"No eran precisamente las necesidades materiales las que no se estaban satisfaciendo, era más bien la oportunidad de avanzar en la vida: derechos, libertades, opciones, tolerancia e inclusión".

"Libertad", dijo el famoso líder laborista Nye Bevan, "es el subproducto del excedente económico", pero el SPI parcialmente contradice su teoría.

Mientras el índice demuestra que la pobreza extrema y el desempeño social deficiente van de la mano, la correlación se detiene una vez los países alcanzan un cierto nivel de prosperidad.

La parte de abajo de la tabla del índice está dominada por las economías en aprietos, pero países ricos en petróleo como Rusia y Arabia Saudita también se desempeñan muy precariamente en materia de progreso social.

Nueva Zelanda e Italia, que están muy cerca en términos de PIB, están separados por 29 posiciones en la tabla del SPI.

"No es el destino"

En otras palabras, como lo platea Green, "el PIB no es el destino". Ha habido varios intentos para complementar o reemplazar el PIB.

Las Naciones Unidas implementaron el Índice de Desarrollo Humano, los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos cuentan con "Tu índice para una vida mejor" e incluso la Oficina Nacional de Estadísticas del Reino Unido mide el bienestar nacional.

Recientemente, Gus O'Donnell, un exfuncionario público de alta jerarquía del Reino Unido, publicó un informe sobre bienestar y política, en el que investigaba los principales motores económicos, sociales y personales de la felicidad.

Pero la fortaleza clave del SPI, afirma Green, es el número de diferentes indicadores que mide y el hecho de que todos, desde la tolerancia religiosa hasta el suministro eléctrico, pueden ser comparados con el crecimiento del PIB.

Pensemos en el famoso problema del economista político Francis Fukuyama que se ha resumido en la frase: "alcanzado a Dinamarca".

Con ella, Fukuyama se refería a la creación de sociedades que reflejaran los supuestos pacíficos y prósperos estados nórdicos.

"Puedes decir que Dinamarca es más feliz que Gran Bretaña, pero eso qué significa", indica Green. "¿Tengo que hablar danés? ¿Tengo que ver más capítulos de Borgen?" Analizar qué indicadores SPI se correlacionan con un aumento de la felicidad podría ayudar a responder preguntas de ese tipo.

Paraguay

Pero hay quienes se resisten a la idea de que el PIB no pueda mapear el bienestar. Nick Oulton, del London School of Economics, argumenta que el crecimiento económico puede ser una buena medida del bienestar de un país.

"No resolverá todos los problemas, pero un incremento de la riqueza puede conducir a una caída en la mortalidad infantil, un aumento de la expectativa de vida y a que la gente sea más saludable porque pueden comer más alimentos", dice el experto.

El grupo de los anti PIB, agrega, corren el riesgo de "incitar políticas intrusivas". Es como si estuvieran diciendo "crees saber lo que es bueno para ti, pero nosotros sabemos más".

En última instancia, el éxito del SPI será medido por un indicador: su influencia en la toma de decisiones políticas.

Algunos países ya están tomando nota. En julio del año pasado, Paraguay se convirtió en el primer país que empezó a usar oficialmente el SPI como base para la toma de sus decisiones políticas.

Pero la utilidad real del índice se verá una vez se hagan las comparaciones con otros datos. Enfrentar el SPI y el gasto gubernamental, por ejemplo, podría ayudar a resolver el debate sobre el gobierno pequeño versus el gobierno grande.

Otra prueba mediría la desigualdad del ingreso en comparación con el progreso social para comprobar la "hipótesis de la desigualdad": ¿una mayor equidad en el ingreso fomenta la salud y la felicidad?".

Sea lo que sea que se decida hacer, lo que es un hecho es que Social Progress Imperative está más que dispuesto a experimentar con la información.