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ECONOMÍA

¿Cuáles son las perspectivas de la economía en el cambio del gobierno?

La debilidad de la actividad económica aconseja un relajamiento de las políticas fiscal y monetaria, pero la intensificación de los riesgos externos lo impiden. ¿Por qué?

10 de agosto de 2018

En el transcurso este año la actividad económica está repuntando de una manera gradual (al 2,2% anual en el primer trimestre), con base en la expansión del consumo privado (2,5% anual) y el gasto público (6,7% anual). En contraste, la inversión permanece deprimida (-3,9% anual).

Los indicadores adelantados de la actividad y la demanda sugieren que en el segundo trimestre la expansión de la economía habría continuado a un ritmo de 2,5% anual, según el promedio de los pronósticos de la encuesta del Banco de la República, similar al del primero.

El indicador de seguimiento de la economía del Dane, por ejemplo, se incrementó al 3% anual en el bimestre abril-mayo, después de hacerlo al  2,2% anual en el primer trimestre. Sin embargo, es probable que la inversión permaneciera estancada, dada la postración de la construcción y la posposición de las decisiones de gasto empresarial, mientras se desvanecía la incertidumbre política motivada por las elecciones presidenciales.

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De una manera paralela, la producción industrial y las ventas al por menor se aceleraron con moderación entre ambos períodos, lo cual sugiere una afirmación de la actividad manufacturera y del consumo. Además, el índice de gerentes de compras  (PMI) de Davivienda en julio (53,5) aumentó respecto de junio (53), con lo cual se alejó un poco más del límite (50) a partir del cual señala una expansión en esa rama.

Al mismo tiempo, según las encuestas de Fedesarrollo la confianza de los consumidores, los industriales y los comerciantes continuó mejorando en junio.

La aceleración de la actividad económica este año y el entrante continuará basada en el incremento del consumo privado (a una tasa de 2,6% en 2018 y de 3,1% en 2019), que seguirá favorecido por la postura algo estimulante de la política monetaria, el aumento de los salarios reales y el mayor ingreso nacional.

Además, será incentivada por la expansión de los ingresos por exportaciones, que se beneficiarán con los mejores precios del petróleo (cercano a US$70 por barril de Brent) y otras materias primas, junto con la mayor demanda externa, que se incrementará debido a la aceleración del crecimiento mundial y regional.

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En 2019 la actividad económica recibirá un estímulo adicional por el resurgir de la inversión (al 4,1%), debido a la reactivación de la vivienda y la mayor ejecución de las obras de la infraestructura vial de las concesiones de la cuarta generación (4G).

Con base en esos indicios, los analistas prevén en promedio que el crecimiento tendrá un rebrote paulatino, desde el lento ritmo de 2017 (1,8%) a uno más dinámico en 2018 (2,6%) y otro un poco más alto en 2019 (3,1%).

A pesar de esto, estiman que la brecha del producto permanecerá negativa y que se ampliará este año. Por tal motivo, la economía mantendrá una gran cantidad de recursos ociosos, comparada con la que utilizaría en el pleno empleo. No obstante, esta ruta de aceleración progresiva la encaminará en el mediano plazo hacia su tasa de crecimiento potencial –o de pleno empleo no inflacionaria–, estimada entre 3% y 3,8%, que es baja respecto de la de la década anterior, calculada entre 4,5% y 5%.

Para mejorar la capacidad de crecimiento de la economía en el mediano plazo, se requiere todavía llevar a cabo las mejoras pendientes en la infraestructura vial, las instituciones, el funcionamiento de los mercados tanto de bienes como de factores, la calidad de la educación, la innovación y, con base en ellas, la elevación en la productividad total de los factores. En este campo la opinión pública espera que la administración del presidente Duque concrete pronto sus propuestas.

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La inflación (3,1% anual en julio) permanece cerca de la meta (3%) y las expectativas para el final de este año (3,4%) y el entrante (3,3%), indican que continuará dentro del rango objetivo del BR (2% - 4%).

La tasa de interés mínima de expansión del BR está en 4,25% desde abril, cuando finalizó el ciclo de recorte. Aunque la debilidad de la actividad económica y la amplia brecha negativa del producto aconsejan la adopción de una postura monetaria más estimulante, que sería tolerable en vista de la moderación del déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos (a cerca de 3% del PIB en 2018 y 2019), la convergencia de la inflación dentro del rango objetivo, la alineación de las expectativas con la meta y la estabilidad de la tasa de cambio (en  $2.900 y $2.915 al final de este año y del entrante, según la encuesta del BR), el incremento de los riesgos externos no la permite.

Quizá por ello los analistas pronostican, en promedio, que el emisor mantendrá su tasa sin modificación este año y que la incrementará 50 puntos básicos el entrante, para no menoscabar la paridad con la de la Fed.

El principal riesgo que amenazan la actividad económica mundial en esta coyuntura es la transformación de las escaramuzas comerciales entre Estados Unidos, China, Canad y su demanda por bienes y servicios y los consumidores, por lo cual frenarbales de valor, lo cual perjudicarsercacique se ha prá, México, la Unión Europea y la India en una guerra comercial de grandes proporciones.

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El incremento de los aranceles y otras barreras tendría el efecto de disminuir el comercio internacional y romper las cadenas globales de valor, lo cual perjudicaría el crecimiento de esas economías. Además, disminuiría la confianza de los inversionistas y los consumidores, lo cual frenaría su demanda y tendría un impacto adverso adicional sobre su actividad económica. La desaceleración se transmitiría al resto del mundo por el descenso del precio de las materias primas, una menor demanda por importaciones y una caída en los flujos de capital.

Otra amenaza para la estabilidad financiera y la actividad económica global es una aceleración del tránsito a la normalidad de la postura monetaria de la Fed y otros de los mayores bancos centrales, por una aceleración de la inflación y una desalineación de las expectativas, que son inminentes sobre todo en los Estados Unidos, como consecuencia del estímulo fiscal cuando la economía está en pleno empleo.

La elevación del costo de la financiación externa podría resultar problemática para las economías emergentes muy endeudadas en moneda extranjera y con grandes desbalances macroeconómicos, que requieran altas cantidades de inversión extranjera y crédito externo.

Por fortuna el descenso del déficit en la cuenta corriente del país y la reducción programada del déficit público, de acuerdo con las metas establecidas por la regla fiscal, redujeron su vulnerabilidad a los choques externos. Además el cómodo saldo de RI (US$49.000 millones), fortalecido con el acceso a la línea de crédito flexible del FMI (US$11.400 millones) le brindan a la economía colombiana suficiente liquidez externa para enfrentar contingencias externas.

Aunque el entorno internacional permanece favorable para el repunte de la actividad económica, los mayores riesgos para el crecimiento y la estabilidad financiera global implican ahora una mayor incertidumbre, que no permite la complacencia. Por tanto, con la información disponible en la actualidad, las autoridades no deben relajar las posturas de las políticas monetaria y fiscal. Al hacerlo podrían ampliar los desbalances macroeconómicos y estrechar el espacio para implementar estrategias estimulantes, en el caso de que la economía sufra un choque adverso.

En consecuencia, es imperativo perseverar en la consolidación de las finanzas públicas, por medio del cumplimiento estricto de las metas de déficit fiscal y deuda pública establecidas con base en la regla actual. Incumplirlas podría generar la pérdida del grado de inversión de la deuda y un encarecimiento de la financiación tanto externa como interna, que podrían conducir la economía a una recesión.

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