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CRECIMIENTO

¿Cómo reactivar la economía?

La incertidumbre sigue dominando el juego. ¿Cómo darle arranque al aparato productivo para recuperar el terreno perdido durante la pandemia?

9 de julio de 2020

La cuenta de cobro de la pandemia ha salido muy costosa. Colombia registra más de 120.000 contagiados y 4.210 fallecidos por el coronavirus y las cifras siguen creciendo. A ello se suma el golpe a la economía. La cuarentena paró el consumo y significó el cierre de muchas empresas. Rompió el tejido productivo, llevó al desempleo a niveles históricos y puso en la cuerda floja los avances sociales logrados en las últimas dos décadas.

Durante el primer semestre, gran parte del planeta decretó cuarentenas y aislamientos. Estas medidas eran parte del remedio contra la expansión del virus, pero se convirtieron en un veneno para las empresas y las finanzas públicas.

La decisión de proteger a los más frágiles (ancianos y personas con condiciones y morbilidades específicas) representó un duro costo en materia económica. Aun así, pocos ponen en tela de juicio la utilidad del confinamiento para impedir que el sistema de salud colapsara y el número de muertos aumentara exponencialmente.

En Colombia, la estricta cuarentena inicial logró aplazar el pico de la pandemia. Pero el aislamiento no puede permanecer indefinidamente: no hay país ni economía que soporten tantos meses de encierro. Esto nos puso también frente a una realidad: será necesario reabrir la economía justo cuando va a llegar el pico en número de enfermos y contagios. Y todo el país está avanzando en esa estrategia.

La cosa quedó en claro el 30 de junio, cuando el ministro de Salud, Fernando Ruiz, y la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, llegaron a un acuerdo para evitar que la Capital volviera a una cuarentena estricta.

La situación de Bogotá parecía agravarse más que en otras ciudades. La falta de respiradores para aumentar la disponibilidad de Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) hacía prever lo peor. La tensión se resolvió, el Gobierno entregó nuevos respiradores y se comprometió con más. Así, la alcaldesa abandonó la idea de decretar otra cuarentena.

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Esto no quiere decir que la enfermedad vaya a ceder terreno. Simplemente que la capital y el resto de las ciudades le apuestan a tener la suficiente infraestructura y talento humano para atender el creciente número de pacientes.

En materia de salud, las cartas están echadas: el país le apuesta a la disciplina social, a su talento humano y a su infraestructura hospitalaria para atender a los afectados, mientras reactiva la producción y devuelve algo de normalidad en la vida social. Al cierre de esta edición, el Gobierno extendió el aislamiento preventivo obligatorio hasta el 1 de agosto, pero insistió en los protocolos de bioseguridad y en la disciplina social.

Ahora quedamos frente a la gran pregunta de la poscuarentena: ¿cómo darle arranque al aparato productivo para recuperar el terreno perdido en el aislamiento?

En el "nuevo normal", las operaciones de muchos sectores serán de apenas el 35%. ¿Será suficiente para reactivarlos? 

El diagnóstico inicial

La cuarentena puso al país rumbo a una recesión, disparó el desempleo y afectó duramente los indicadores sociales. Además, lo dejará muy endeudado y con más problemas fiscales.

La economía crecía a un ritmo de 4,1% en el primer bimestre, pero sufrió un frenazo en seco desde las medidas de aislamiento en marzo. Colombia venía mostrando una dinámica económica interesante y por encima de sus pares en la región. Eso pone la vara más alta, porque la pregunta no es cuándo va a recuperar la actividad al 100%, sino cuándo regresarán los ritmos de crecimiento superiores a 4%.

En abril, un mes de pleno confinamiento, la actividad económica se desplomó 20,2%, según el Indicador de Seguimiento de la Economía (ISE) del Dane. Con esto, el segundo trimestre será uno de los de peores en la historia del país. El decrecimiento, según el Marco Fiscal de Mediano Plazo (MFMP), podría estar alrededor del 17,4%.

A este desplome lo ha acompañado la destrucción de más de 5 millones de empleos. La tasa de desempleo alcanzó máximos históricos en mayo en 21,4% y la población desocupada pasó de 2,6 millones a 4,6 millones de personas, con una tasa urbana de desempleo de 24,5%. Ante esto, la pérdida de ingresos de los hogares podría alcanzar $16,7 billones, según Anif.

El Gobierno ha aumentado los giros a los programas sociales, lo cual ha mitigado el impacto hacia las clases pobres. Sin embargo, para pulir el diagnóstico hay que determinar primero la profundidad del impacto sobre la clase media y la cantidad de empresas que se quebrarán, lo que aún nadie sabe del todo.

Un estudio de la Universidad de los Andes estima que esta crisis podría llevar a la pobreza de nuevo a 7,3 millones de personas hoy muy vulnerables. Esto es un aumento de 15 puntos porcentuales adicionales en los niveles de pobreza.

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Esta situación puede reactivar la protesta y el descontento social, que ya venían al alza desde antes de la pandemia. Los niveles de inseguridad también podrían aumentar, como ya notan las ciudades

La crisis también dejará de herencia un aumento de más de 15 puntos en la deuda pública, que alcanzaría alrededor de 65,6% en 2020. El panorama luce catastrófico.

¿Reactivar qué?

La buena noticia es que la economía habría tocado fondo en abril y de ahí en adelante vendría exhibiendo una leve recuperación, ante el fin del confinamiento de algunos sectores como la construcción y la industria. En junio, el aparato productivo habría tenido una mayor dinámica, obviamente lejos de llegar al 100% de la capacidad.

Indicadores como ventas de combustible y de vehículos, el movimiento de carga por carretera, el PMI (de actividad industrial) y hasta los del mercado laboral confirman que el mayor choque sobre la actividad ya tuvo lugar.

Hay que distinguir dos elementos en el análisis: primero, la profundidad del choque; y segundo, la rapidez de respuesta del aparato productivo para retomar los niveles anteriores a la crisis.

El proceso de reactivación, en principio, proviene de la oferta: que las unidades productivas empiecen a abrir y a operar. Pero será necesario darle un gran impulso a la demanda, en especial cuando muchos sectores, como comercio o transporte, entran a funcionar con capacidades cercanas a 30% que podrían poner en jaque a los negocios. Además, el temor al contagio hará que muchas personas mantengan el confinamiento.

En lo que se refiere al efecto de la crisis sobre la estructura empresarial colombiana, todavía hay demasiada incertidumbre. Por eso, tanto los pesimistas como los optimistas podrían tener la razón.

Algunos elementos de análisis pueden ayudar, como lo ocurrido en Colombia en 1999, la más reciente recesión que enfrentó el país. “Ambas fueron muy fuertes, pero yo diría que, por la magnitud del impacto en el empleo y en el crecimiento, es más grave la actual”, aseguró Juan Camilo Restrepo, ministro de Hacienda de la época de la primera recesión. Recordó que aquella crisis financiera originada en el sudeste asiático afectó los canales de crédito y posteriormente se expandió hacia el sector real.

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Varios expertos indican que dicha recesión también resultó de un gasto acelerado en el sector público, en las empresas y en los hogares, que superó los ingresos. Esto acumuló el nivel de deuda lo que, sumado a la alta vulnerabilidad financiera y a un aumento importante de las tasas de interés, creó la tormenta perfecta. Como resultado, el PIB cayó 4,2% y el nivel de desempleo superó 22%.

En 1999, los elementos estructurales de la recesión tenían más peso. La crisis actual se origina en un problema coyuntural y muy grave de salud pública, que obligó a los gobiernos a imponer confinamientos que afectaron el consumo, el empleo y el crecimiento. Hasta ahora, el sistema financiero no se ha visto afectado, y hay sectores que no han perdido su stock patrimonial, a los que les resultará más sencillo recomenzar. También están los que ya perdieron mucho, como los restaurantes y aerolíneas, a los que retomar actividades les va a resultar muy complicado por las normas de bioseguridad y la exigencia de distanciamiento social.

Restrepo insistió en que esas crisis se diferencian en su naturaleza, pero pueden tener un comportamiento similar. Y que seguramente al tocar fondo empezará una recuperación relativamente rápida. Pero es pesimista y cree que el duro impacto alargará la recuperación por varias vigencias.

Según el Gobierno, la economía se contraerá este año 5,5%. Pero en materia de proyecciones, el rango es amplio: los analistas prevén una recesión de entre 4% y 12% del PIB, con un estimado más probable de 7%. Eso demuestra la gran incertidumbre que persiste sobre la velocidad de la recuperación.

La reactivación

El Gobierno tiene claro que no es posible seguir en el aislamiento y se alista para reactivar la vida productiva con apenas un par de excepciones. Pero es hora de buscar los mecanismos para abrir hoteles y restaurantes, darles vuelo a las aerolíneas y paso al transporte intermunicipal, por ejemplo.

Para la segunda semana de julio preparaba el anuncio de una línea con garantía de 90% con plazo de gracia de un año para los sectores más afectados. Es claro que hasta ahora los créditos no se han disparado por la incertidumbre de los empresarios sobre el inmediato futuro. Pero, a juicio del Gobierno, en el momento en que retorne la vida productiva, las empresas querrán acceder a crédito porque verán las posibilidades de ese crecimiento rápido. Y con esa garantía tan alta, el sector financiero debe tener el apetito para hacerlo.

Sin embargo, no todos piensan igual. “Algunos sectores económicos y/o empresas se verán en una situación aún más compleja que la que tienen hoy, una vez se autorice su reapertura. En estos casos, los costos de operación superarán significativamente los ingresos generados, de tal manera que la pérdida será aún mayor”, escribió hace unos días en un trino Munir Falah, presidente de Cine Colombia.

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En época de vacas flacas, las empresas tienen la tentación de cuidar la caja y los escasos recursos. Pero aquellos grupos que han pasado con relativa tranquilidad la pandemia, sin que su caja se haya visto muy afectada, deberían mantener los planes de inversión. De ese modo podrían impulsar sus cadenas de proveedores y generar círculos virtuosos en la dinámica empresarial.

La pregunta sobre cómo volver a encender la máquina debe poner el foco en la capacidad de las unidades productivas. Y hay señales positivas. El director de investigaciones económicas del Grupo Bolívar, Andrés Langebaek, destacó los resultados a junio del PMI (Purchasing Manager´s Index), indicador que anticipa con alguna exactitud las tendencias económicas. El balance general del indicador fue de 54 en junio.

Según explicó Langebaek, un balance por encima de 50 muestra expansión y por debajo de esa cifra señala contracción de la actividad industrial. En abril y mayo, el PMI de Colombia estuvo en apenas alrededor de 30, lo que muestra el impacto del confinamiento. Colombia tuvo en junio el mejor resultado de PMI en una muestra de 25 países. Esto puede ser un primer indicador sobre la recuperación que va a tener el país.

Para muchos sectores va a ser clave la posibilidad de acceder a capital de trabajo con el cual consolidar su caja por un tiempo y salir a flote. En ese sentido, el sector financiero desempeñará un papel clave. Sin embargo, muchas empresas llegaron endeudadas a la crisis y les resultará muy complejo asumir más deuda ante unos ingresos inciertos por la dinámica de la economía.

Algunos analistas creen que la reactivación debe ir de la mano con una política monetaria más agresiva. “El Emisor está con una timidez que no le corresponde. Bajar 25 puntos básicos en la última junta es difícil de descifrar. Mientras la economía toma ritmo, las presiones inflacionarias van a demorarse en aparecer. El Banco debería bajar más rápido las tasas”, explica un experto que pidió no citar su nombre.

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Plan Marshall

Los planes oficiales para buscar recursos que incentiven la demanda y muevan el PIB pasan por varias estrategias. Uno, utilizar los recursos del Fome (fondo creado en la primera emergencia económica) para impulsar la vivienda, vía subsidios de vivienda no VIS que reactivan el consumo y la construcción. Dos, desarrollar carreteras terciarias para mejorar la conectividad local y generar empleo. Y tres, dar un impulso al sector agropecuario.

El Gobierno financiará las nuevas obras de infraestructura con ajustes en las vigencias futuras. Sin embargo, el exvicepresidente Germán Vargas Lleras, en una columna reciente en El Tiempo, criticó los avances y la gestión en las obras.

“Para gasto directo tendremos del Fome entre $3 billones a $4 billones o incluso unos $5 billones, dependiendo de la velocidad de ejecución. Teníamos un tope de 10% del PIB comprometido en vigencias futuras y lo vamos a subir a 11% del PIB”, dice el viceministro de Hacienda, Juan Alberto Londoño.

Otra palanca provendrá de los recursos de regalías. En emergencia, el Gobierno permitió reasignarlos y redujo los requisitos de los Ocads. El sistema general de regalías tiene en bancos cerca de $12 billones y la idea es poderlos comprometer lo más pronto posible. La suma daría más de $25 billones, que podrían ser la cuota inicial del Gobierno para la reactivación, más los recursos del sector privado.

La segunda emergencia económica abrió la posibilidad de que las empresas puedan sacar al mercado de capitales títulos de deuda privada con garantía de la Nación. Eso hará que los fondos de capital puedan entrar a financiar y a hacer parte de empresas.

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El Gobierno busca permitirles a los inversionistas institucionales fondos de pensiones tener un mayor portafolio para invertir y profundizar el mercado de capitales. Hay en camino un borrador de decreto para que los fondos de pensiones puedan desarrollar nuevos fondos de deuda que entren a apalancar proyectos como los de infraestructura, al igual que sucedió en la Cuarta Generación de concesiones.

La infraestructura y nuevos proyectos ayudarán a la reactivación.

Para Londoño, la crisis de hace 20 años fue financiera, pero no lo es en esta oportunidad. “En el país y en el mundo hay capital para inyectarle a la economía. El capital no se ha destruido y en el mundo hay liquidez”, dice. Y agrega: “No podemos como Gobierno nacional seguir endeudándonos, tenemos que ser responsables. Y el ancla fiscal debe seguir existiendo, porque de lo contrario haríamos más difícil el acceso a los mercados”, añade.

Como parte de la estrategia, el Gobierno va a hacer todo lo posible para que el país viva un auge de inversión extranjera. En eso trabajan ya el Ministerio de Comercio y Procolombia. El jefe de esa cartera, José Manuel Restrepo, anunció durante un road show virtual con inversionistas de Inglaterra que el Gobierno tiene un plan de 13 acciones encaminadas a generar empleo, impulsar el crecimiento económico y mejorar la productividad.

Esas acciones abarcan múltiples campos: revolucionar la financiación empresarial; transformar las empresas para la nueva normalidad; reactivar las regiones; brindar acceso a factores de producción; promover exportaciones en servicios basados en conocimiento; estimular el comercio electrónico para tomar ventaja de las nuevas oportunidades de negocio; atraer inversiones eficientes; aplicar la certificación de bioseguridad para el turismo; apoyar la economía de este sector y la del aeronáutico; adelantar una campaña de promoción nacional e internacional, y promover la innovación y competitividad de los negocios.

En materia de reformas, el Ministerio de Hacienda aún no tiene definidas cuáles llevará al Congreso. En cuanto a la reforma fiscal, incluiría una tributaria, recorte de gastos y venta de activos. Pero el Gobierno solo la impulsará cuando haya pasado la pandemia, para determinar el tamaño del hueco, en principio estimado en $20 billones. Muy seguramente abordará su discusión el año entrante.

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El Gobierno solo tiene claro que una nueva reforma tributaria no echará para atrás los beneficios para las empresas. “Volver a subirles la carga impositiva sería un error, porque ellas van a jalonar el rebote”, explicó el viceministro Londoño. También está claro que deberá abordar una discusión laboral.

Será fundamental recuperar el crecimiento para volver a tomar la senda contra la pobreza.

En el campo del empleo, el Sena tendría que avanzar en una estrategia profunda de capacitación, por ejemplo, para unas 250.000 personas, la parte inactiva del mercado laboral. Eso en busca de dos resultados importantes: uno, capacitar mano de obra para cuando la economía vuelva a tener dinámica. Y dos, en el corto plazo, le quitaría presión al indicador de desempleo, porque esas personas no saldrían a buscar trabajo.

El éxito de la reactivación en la economía definirá el futuro inmediato en materia productiva y la balanza política de cara a las elecciones de 2022. Para muchos, el Gobierno nacional tiene una capacidad muy limitada para hacer reactivaciones efectivas y un margen de maniobra estrecho en medio de presiones políticas y tensiones económicas.

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En todo caso, reiniciar la actividad económica es la prioridad de aquí en adelante. Para aquellos sectores que solo necesitan un pequeño empujón de demanda, reabrir el país va a ser suficiente. Para otros, que sufrieron un daño estructural, habrá que facilitarles el acceso a capital de trabajo mediante programas públicos de crédito y garantía, y un menor nivel de tasas. El plan de obras públicas y el impulso a la inversión masiva al país también debe formar parte de este gran Plan Marshall.

Jugadas las cartas en el frente de salud, retomar la actividad económica de la manera más inteligente posible es la meta en el mediano plazo. Eso está en juego ahora mismo.