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Vacas gordas

Son muchos los colombianos que tienen un par de vacas en una finca, pero es poco lo que se sabe de la verdadera dimensión de la ganadería en la economía colombiana. Diariamente se ordeñan 5 millones de vacas.

Juan Manuel Ospina
1 de julio de 1995

En Colombia hay más vacas que matas de café. Desde la Guajira al Amazonas, del Chocó al Orinoco, incluyendo zonas verdes y avenidas de muchos de nuestras ciudades, deambulan vacas por todos lados. 27 millones de hectáreas de tierra están dedicadas a la actividad ganadera, mientras que el café ocupa sólo cerca de medio millón. Sin embargo, del grano mucho se sabe y de los vacunos a duras penas se habla.

De lejos la ganadería es la actividad rural que en conjunto -no por unidad de superficie- mayor cantidad de empleo genera. En efecto, se calcula que los puestos de trabajo permanentes que de manera directa están vinculados a la producción de carne y leche son 450.000. Los empleos indirectos son muy importantes, porque muchas de las labores asociadas a los pastos, en especial las referidas al control de malezas y renovación de praderas, requieren abundante mano de obra.

El peso práctico del subsector se aprecia en la mesa del comedor. Para que cada colombiano se pueda comer los 19 kilos de carne vacuna que usualmente consume al año -promedio que está en descenso debido entre otras a la competencia creciente de las llamadas carnes blancas-, es necesario sacrificar más de 2.5 millones de cabezas al año, y para que se tomen los 127 litros de leche que les corresponde, deben ordeñarse diariamente más de 5 millones de vacas. Con esos niveles de consumo, la carne y la leche representan cerca del 15% del total gastado por los hogares colombianos en bienes y servicios, y más del 47% de lo correspondiente a alimentación.

La producción ganadera finalmente representa cerca del 4.5% del PIB total de la economía. La carne y la leche, mal contados, equivalen a la quinta parte de la producción de los campos colombianos y los vacunos aportan casi las dos terceras partes de la producción de origen animal que se realiza en el país. Aunque no hay acuerdo en cuanto al tamaño del hato, los gremios hablan de 16 o 18 millones de cabezas y los centros de investigación y el gobierno de 24 millones. Durante más de veinte años la ganadería ha crecido a un ritmo moderado pero persistente del 2.8% anual en el valor de su producción, inferior al promedio nacional y sectorial, pero superior arde la población.



DE EXTREMOS Y CONTRASTES

Lo particular de la actividad es el alto grado de diversidad en su desarrollo tecnológico. Mientras hay fincas en regiones como la Sabana de Bogotá y el Valle del Cauca en donde el avance de su tecnificación permite determinar la ración diaria de alimento de cada vaca por computador, otras permanecen en una etapa seminómada, en donde el ganado libre y espontáneamente debe buscando grandes extensiones de tierra su propio alimento.

Por estos contrastes y diferencias se han identificado en el país seis sistemas ganaderos básicos: el más elemental o natural es el extractivo, donde los animales están al libre crecimiento, con mínima intervención del hombre y ninguno de la técnica, común en regiones aisladas como la Orinoquía.

Los dos sistemas en donde se localiza el grueso de la ganadería actual son el pastoreo extensivo tradicional y el mejorado. Con este último comienza a darse una creciente utilización de recursos técnicos en el manejo del hato de los pastos y se incorporan técnicas gerenciales. En complejidad sigue el sistema de pastoreo intensivo con suplementación en la alimentación, en el cual de manera permanente se refuerza la capacidad nutricional del pasto disponible en el potrero; éste sería el sistema óptimo e ideal para la gran mayoría de los productores nacionales. Quedan finalmente los sistemas más desarrollados, que se realizan en confinamiento para producir leche y carne, en donde los animales ya no están en potreros sino en establos y corrales; son sistemas reservados para regiones muy precisas y para productores específicos, dada la alta inversión de capital y de gerencia que exigen.



EXPORTACIONES, NO FUTURO

El mercado interno seguirá siendo por un tiempo la única salida para los productos bovinos, pues la realidad y el futuro de las exportaciones es prácticamente nulo. Por el contrario, en el marco de la apertura comercial en curso es bien factible que se produzcan importaciones de esos productos.

Para exportar Colombia debe superar dos obstáculos. El primero es la fiebre aftosa, que le cierra las puertas de los mercados prósperos del hemisferio norte, en donde los precios que allí tiene la carne permitirían a los productos colombianos ser competitivos. El control de aftosa es difícil en el país por la gran extensión de las zonas de producción ganadera, por su desarrollo desigual y porque para erradicar esta enfermedad se necesita que todos los animales estén sujetos a un control que debe mantenerse en el tiempo. Vale la pena anotar que la región de Urabá, asediada por la violencia, es la única que se aproxima a ser declarada "libre de aftosa".

El segundo obstáculo es el atraso en que se encuentran los procesos ligados a la comercialización, sacrificio y procesamiento de los productos derivados de la carne, donde como norma general prevalecen condiciones equiparables a las existentes a principios de siglo en países actualmente líderes en ganadería como Australia, Argentina, Brasil, Uruguay, Estados Unidos, y aun Costa Rica.

La leche, por su parte, es el producto agropecuario más subsidiado en los mercados internacionales, razón por la cual, al menos para la leche en polvo que es su principal forma de presentación en el comercio internacional, no tiene el país ninguna posibilidad de exportar.

Por el contrario, se mantiene la amenaza permanente de ser inundados por leches europeas, norteamericanas, canadienses y neozelandesas. Para productos frescos y derivados lácteos es factible encontrar nichos de mercado en la región andina, en la centroamericana y en la caribeña.



ESFUERZOS QUE SE VEN

A pesar de las dificultades, es evidente que el subsector bovino en los últimos quince años ha dado pasos hacia adelante. Ha avanzado en el manejo de pastos, especialmente con la introducción de especies mejoradas como las braquiarias, para las tierras con menor fertilidad. Hay mayor tecnificación en las prácticas de la sanidad y el control y manejo de la reproducción animal, aunque lo predominante sigue siendo la ganadería extensiva.

La separación entre producción de carne y leche se ha ido superando, al imponerse los cruces de razas de la familia Cebú con otras especializadas en la producción de leche como la Holstein y la Pardo Suizo, llegándose a una nueva forma de ganadería llamada de doble propósito, que representa actualmente el 60% del hato nacional, con el consiguiente acelerado desplazamiento de la producción lechera hacia las tierras calientes, y el aumento significativo en la capacidad interna para obtener leche. En esto de los cruces poco a poco se avanza en la búsqueda de una mayor eficiencia en la ceba y una mejor calidad en la carne, al cruzar animales cebú con otros de razas europeas especializadas en la carne.

Poco se ha avanzado, aunque el futuro augura cambios en este aspecto, en la tecnificación en los procesos de comercialización del ganado y de la carne, en las técnicas de matanza y manejo de las carnes, así como en su industrialización. En esto la lechería ha sido más dinámica, pero para ambas actividades queda por delante un gran trabajo que permita consolidar sus cadenas productivas o de agregación de valor, punto en el cual se ha conformado un consenso que le augura a la ganadería el decisivo impulso que demanda su modernización.



SE GANADERIZA LA AGRICULTURA

En medio de la crisis del campo colombiano, la ganadería ha mantenido una rentabilidad baja pero positiva, gracias a la cual pasaron a ser potreros tierras que hasta hace muy poco estaban dedicadas a la agricultura: café en las zonas más calientes de la región cafetera, sorgo y algodón en la Costa Atlántica, arroz en el pie de monte llanero, soya en el norte del Valle. Este fenómeno que ha sido denominado de "ganaderización" o "potrerización" de la agricultura cubre más de 400 mil hectáreas en los últimos tres años, e indudablemente ha sido influido por la incorporación de narco capitales al campo, los cuales prefieren el pasto a los cultivos.

Este cambio en el uso del suelo tiene otra causa: la violencia endémica que ha azotado a la ganadería, en especial a la localizada en las regiones más apartadas, en las zonas de frontera y colonización en donde se amplió la superficie ganadera. La violencia ha acompañado casi desde siempre a la ganadería. En ello intervienen muchas causas, básicamente ligadas a su localización en partes apartadas y desprovistas de las mínimas condiciones que ofrece y exige la sociedad moderna, al significativo atraso que presentan muchas de esas zonas y a la precariedad de títulos de propiedad en áreas de reciente colonización. La ganadería aprendió a convivir con esa violencia, que le ha implicado sobre costos de todo tipo y que se convirtió en un freno para su expansión y plena modernización.

Frente a este complejo escenario, lo único cierto es que dentro de las limitadas posibilidades que ofrece el campo en un país tropical, la ganadería ha sido un elemento de desarrollo real; buena parte de la ocupación del territorio nacional se logró gracias a la extensión de la ganadería, convertida por eso en un elemento clave para la construcción del país. Hacia adelante, es claro que en un alto porcentaje las tierras colombianas serán ganaderas y que existen los elementos para modernizar dicha ganadería, siempre y cuando se le mire no como una actividad reducida a los linderos de la finca, sino como haciendo parte de una dinámica cadena de agregación de valor, que tenga la capacidad para aprovechar las ventajas naturales y de desarrollo relativo con los cuales nuestra ganadería está equipada, para asomarse a un mercado internacional que también se le abrió, en términos tanto de las posibilidades como de los riesgos.

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