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Un coctel molotov

MAURICIO BOTERO CAICEDO
1 de octubre de 1995

La destorcida económica y la crisis política tienen a los colombianos al borde de un ataque de nervios.

Son pocos los colombianos que pueden negar que el país se encuentra sumido en una profunda crisis, en la cual a la incertidumbre económica que se inició el año pasado con la actual administración, se ha sumado en los últimos meses la incertidumbre política, creando un verdadero "coctel molotov".

La incertidumbre económica nació con la falta de claridad y coherencia en las políticas económicas que debían marcar el rumbo del presente cuatrienio. Las primeras señales de alarma se dieron con los nombramientos claves en el sector económico, que recayeron en un grupo heterogéneo, donde se encontraban intervencionistas de vieja data al igual que unos tímidos neoliberales. No era claro si después de seis años de un proceso dinámico de apertura, intemacionalización de la economía y modemización del Estado, los colombianos regresaríamos a la llamada "década perdida", donde el Estado sería el actor benévolo que guiaría magnánimamente al país en su camino hacia el desarrollo.

De forma automática surgieron todo tipo de incertidumbres en el campo económico: las amenazas por parte del ministro de Desarrollo de regresar a las ingratas épocas de regulaciones de precio en aras del "Pacto Social"; advertencias sobre posibles nuevos impuestos y reformas fiscales sorpresivas para financiar el "gasto social"; tasas de cambio impredecibles y abierta manipulación de las tasas

de interés. En fin, a las pocas semanas de haberse posesionado el actual gobierno se crearon las bases para la gestión de la incertidumbre económica en la cual el sector privado fue soterradamente notificado que no habían reglas de juego claras e irrevocables. El gobierno manifestó que consideraba lícito cambiar prácticamente cualquier reglamentación en cualquier momento y por cualquier razón. Germinó en ese momento el "reino de la incertidumbre".

Los resultados de tan peli- grosa falta de claridad en el rumbo económico no fueron

difíciles de prever, ya que la incertidumbre de los actores económicos reduce en forma inmediata la inversión y frena el crecimiento del sector productivo. El primero en destorcerse fue el sector de

la construcción. Un examen de las cifras de ventas e inventarios muestra que el declive se inició en el cuarto trimestre de 1994. Hoy en día la finca r raíz por fin se parece al

cariño verdadero: ni se compra, ni se vende.

Le siguió a los pocos meses el desplome del resto de la inversión privada con motivo del freno en la demanda de bienes duraderos y de consumo. Actividades que venían en auge comenzaron un espiral descendente, como es el caso del sector

automotor que lideró buena parte del crecimiento industrial el año pasado. El agro, por su parte, aún no sale de la crisis en que se sumió en los últimos años.

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Adicionalmente, en el campo económico buena parte de la incertidumbre nació del hecho de que el proyecto del presupuesto nacional llevaría a que el gobierno central tenga un déficit del 3.3% del producto interno bruto (PIB), el nivel más alto de los últimos 25 años (el gasto del gobierno central es de 18.4% del PIB ). El hecho es que toda economía tiene una capacidad determinada de gastos e inversión que está representada en la producción total de los bienes y servicios y en las importaciones. Es obvio entonces que a medida que el gobierno gasta más utilizando los limitados recursos de la economía, los hogares y las empresas tendrán menos espacio para consumir e invertir. Las empresas y el sectór privado pierden espacio para sus propios proyectos, lo cual contribuye a la angustiosa incertidumbre por la cual atravesamos.

or otra parte el país se encuentra sumido en la incertidumbre política. Los colombianos exigimos que se establezca con claridad absoluta de una vez por todas si realmente existió una alianza entre los carteles de la droga y la campaña de Samper y una buena parte del partido liberal, para asegurar una elección presidencial. De llegarse a establecer que lo anterior ocurrió, y de seguirse el proceso de sucesión enmarcado en la Constitución, se verán fortalecidas nuestras instituciones democráticas. Por contra, si se demuestra que el presidente jamás conoció o autorizó pacto alguno para obtener recursos de los carteles, las instituciones saldrán igualmente fortalecidas. Lo que está lentamente descuadernando al país es la incertidumbre de la verdad a medias.

Existe un poco la impresión del cuento sobre el cliente que le pasó a un abogado un pleito para su estudio. Al ser llamado el abogado por el cliente para preguntarle sobre las posibilidades de ganar el pleito, el letrado contestó: "No sé doctor si este pleito lo puedo ganar; pero lo que sí le puedo asegurar es que lo enredo". Y precisamente eso es lo peor que nos puede pasar a los ,colombianos. Que en lugar de que el pleito se gane o se pierda con base en que se establezca la verdad, se enrede. El país no aguanta tres años más de incertidumbre.

La incertidumbre tanto económica como política por la cual atravesamos no puede ser ni mitigada, ni mucho menos abolida a través de desmanes en el gasto público, ni con acuerdos políticos con el doblegado partido conservador, ni con prebendas diplomáticas y burocráticas. La incertidumbre económica sólo se despejará con base en unas reglas de juego claras y un manejo serio y coherente de la economía. La incertidumbre política sólo se despejará cuando salga a relucir la verdad, sean cuales fueran las consecuencias.

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