Home

Archivo

Artículo

Todos toman pero nadie pone

Qué piden las Farc? ¿Qué quiere el cura Pérez y Caraballo? Esta vez no se va a transar ni fácil ni barato, ni con taxis ni microempresás.

MARÍA ELVIRA BONILLA
1 de enero de 1995

No había transcurrido una semana de su elección como presidente, cuando en medio de la tormenta de los narcocasetes y en vísperas de su viaje al exterior, Ernesto Samper anunció los primeros cinco nombres de su gabinete. Eran los de sus hombres de confianza, los que no pensaba consultar con nadie, ni con el Congreso ni con las regiones. Entre ellos estaban Horacio Serpa, para la cartera de Gobierno y Fernando Botero en la Defensa Nacional. Ambos cercanos a Samper pero antagonistas y rivales desde la campaña por representar no sólo posiciones y estilos distintos de hacer política sino con claras diferencias frente a la paz, tema prioritario para el nuevo presidente. Este hecho marcaría la ambigüedad que ha caracterizado las aproximaciones del gobierno a la guerrilla.

El nombramiento posterior de Carlos Holmes Trujillo, de la cuerda de Serpa, en nada modificó las premisas iniciales. Más si se tiene en cuenta que el paso de Holmes por el Ministerio de Educación en el gobierno Gaviria se recuerda por su complacencia. frente a las exigencias de Fecode en la discusión de la Ley de Educación. Holmes, poco conocedor del tema de la violencia en el país, debía, en un plazo de cien días, que se cumplió el pasado 17 de noviembre, hacer el diagnóstico sobre las condiciones para la paz, como primer paso para fijar las reglas de juego.

Los alzados en armas, por su parte, llevaban más de dos años de expectativas represadas, desde la ruptura de las conversaciones en Tlaxcala en 1992 y la declaratoria de "guerra total" del gobierno Gaviria. Así que al primer guiño del presidente en su discurso de posesión, empezaron a llegar misivas de intención firmadas por las cabezas de cada uno de los grupos -FARC, ELN y EPL- así

como por Fidel Castaño en nombre de los paramilitares.

Pero en el preciso momento en que tanto él como Serpa tenían que pulsar fuerzas frente a Botero Zea, perdieron un round clave en el Congreso. En efecto, el ministro de Defensa le dio un apoyo frontal a las Fuerzas Armadas y consiguió, en medio de un acalorado debate en presencia de los familiares de los desaparecidos, que el delito de desaparición forzosa quedara amparado por el fuero militar. Quienes aún recordaban la vehemente defensa de los derechos humanos, con jalón de orejas incluido los militares, que sólo dos semanas antes había hecho el propio presidente Samper, se quedaron sin saber a quién creerle, como si se tratara efectivamente de dos gobiernos en uno.

Sin embargo, en lo que sí no ha habido ninguna duda es en el afán del gobierno de echarse al agua rápido e iniciar conversaciones, corriendo por ello con el costo político necesario. Igualmente clara, aunque sin el mismo afán, está la guerrilla. Todo indica que esta vez no se va a transar ni fácil ni barato, ni con taxis, ni microempresarios, ni partidas globales para planes de reinserción.



Las FARC: UN HUESO DURO DE ROER



Son el grupo guerrillero con mayor capacidad de presión sobre el orden público: 6.000 a 8.000 hombres armados, presencia en el 80% de los departamentos del país, estructura militar sólida y una relativa unidad de mando. Tras la muerte de Jacobo Arenas, el dirigente con real interés en una solución política al conflicto es Alfonso Cano. Tirofijo, por su parte, quien no ha modificado sus premisas agraristas, se conformaría con control campesino en ciertas zonas del país. Contrario a lo que pudo creerse, el obligado repliegue tras la toma de Casa Verde en diciembre de 1990 por parte del Ejército, consolidó militarmente tanto a las FARC como al liderazgo de Cano, hecho que le daría la fuerza necesaria para abanderar la política de negociación dentro de la organización.

Las FARC llegarían ala mesa de negociación fuertes y con una agenda clara, aprendida del fracaso de Tlaxcala y dirigida a los tres poderes: el económico, el político y el militar. Primero: reforma del Ejército y limitación en el ejercicio de su autoridad, especialmente en los temas relacionados con derechos humanos. Segundo: distensión en 300 municipios en donde se consideran política y socialmente influyentes. Tercero: reforma agraria en las zonas de colonización, donde a la vez su presencia es importante. Cuarto: acceso a los medios de comunicación. Y cinco: garantías políticas a través de un estatuto de oposición.

También derivado de la experiencia pasada, las FARC prefieren una negociación dentro del país para poder garantizar una representación calificada, ya que los diálogos en el exterior dificultarían aún más los desplazamientos de los miembros de la cúpula para que puedan participar en las conversaciones. Con esta solicitud, que además conduciría en un proceso posterior a "distensionar" zonas dentro del territorio nacional, las FARC buscarán probar la capacidad de mando efectivo del ejecutivo sobre las Fuerzas Armadas. Es decir, buscarían consolidar su influencia en aquellas zonas de colonización en donde de años atrás han actuado como un verdadero Estado y más que amenazar de manera general a los propietarios, especialmente a los terratenientes, estarían interesados en jugarle al poder local y a la descentralización para consolidar su poder territorial. Para ello necesitan que su enemigo, el Ejército, sea controlado, y que se le den garantías políticas y acceso a los medios, en especial radio. No hay un gran diseño revolucionario sino su reiteración, de cepa campesina, de acceder a la tierra, de controlar territorio; la territorialidad en la teoría y en la práctica de las FARC, siempre ha tenido un puesto central, que aún conserva.



EL CASCARÓN VACÍO DEL CURA PÉREZ



Contrario a las FARC, ya no se puede hablar de una unidad de mando dentro del ELN. Aunque se trata de un grupo con 2.500 hombres armados, la riqueza petrolera los dividió. Podría decirse que el ala político-militar quedó al mando del cura Pérez y Gabino, localizado en sus zonas tradicionales de control en el nororiente colombiano, mientras que el sector militarista, enriquecido por el "boleteo del petróleo", quedó concentrado en Arauca y Casanare, coordinado por el Frente Domingo Laín, al cual pertenecía Francisco Galán, hoy detenido en Bogotá. Este hecho le da singular importancia a la solicitud del ELN de contar con él como vocero en los eventuales diálogos.

Pero, ¿qué busca el cura Pérez? ¿Por qué podría estar interesado, por primera vez en 25 años de guerrilla, en una negociación? Para muchos, poco a poco se ha ido quedando al frente de un cascarón vacío, con nombre pero sin mando, porque la organización empezó a gravitar alrededor del petróleo. Y si miran los puntos de su agenda de negociación, tan generales y doctrinarios como siempre, el cura podría estar simplemente comprando tiempo para reorganizarse. Antes que presentar una agenda concreta hablan de la revisión del modelo de desarrollo y del equilibrio ecológico; de la desmilitarización de diversas zonas del país y de la persecución a los paramilitares; de la reducción del gasto militar y de la revisión de los contratos con las multinacionales, puntos que en una negociación son todo y nada y que como Tlaxcala pueden, en cualquier momento, dejar el proceso en el limbo total.



CARABALLO CON ALAS DE LIBERTAD



Francisco Caraballo y el EPL se confunden en una misma cosa. Fueron pocos los guerrilleros del EPL que rehusaron convertirse en el movimiento Esperanza Paz y Libertad y firmar la paz con el gobierno Gaviria, el del primer año. Lo cierto es que Caraballo cuenta con una pequeña fuerza de 500 hombres, hoy dispersa y acéfala, concentrada principalmente en la costa norte del país. No se conoce solicitud distinta de este grupo, a la de permitir que el jefe detenido actúe como negociador, solicitud que de no ser atendida anula cualquier posibilidad de acuerdo con el EPL disidente.



LOS PARAMILITARES TAMBIÉN QUIEREN



Con 30% del presupuesto nacional y la directriz de guerra total trazada por el dúo Gaviria-Pardo, las fuerzas militares no han logrado ni siquiera poner a la guerrilla a la defensiva, a pesar de haberle capturado a algunas personas importantes. Internamente pasan por un momento de crisis y desmoralización expresada, entre otras, en un número creciente y preocupante de solicitudes de retiro por parte de los oficiales jóvenes. Por el contrario, el recrudecimiento de la intimidación guerrillera en muchas zonas del país, producto de las acciones efectivas del Ejército ha propiciado la reactivación del paramilitarismo, de las llamadas autodefensas, que han tomado la justicia por su cuenta. Son cientos los muertos que ha puesto esta guerra irregular frente a la cual el Estado, en muchos casos, es un simple espectador. Por esto para muchos la paz implica desactivar este otro frente.

En efecto, hay cierta simetría aunque de signo contrario, entre la guerrilla y el paramilitarismo, nacido en buena medida como reacción a ella y ante la incapacidad estatal. Para la guerrilla negociar mientras el paramilitarismo mantenga las manos sueltas puede ser un verdadero suicidio y para los paramilitares cesar sus actividades mientras la guerrilla permanezca, sería olvidar las causas que les dieron origen. Dificultad grande en este punto son los frecuentes vínculos entre paramilitares y narcotraficantes, lo cual podría ampliar peligrosamente a los actores de la negociación.

Los paramilitares se ven a sí mismos como una necesidad social, hecho que los lleva a solicitar ser reconocidos como fuerza política. Así lo ha expresado Fidel Castaño, quien junto con Víctor Carranza representa el mayor poder paramilitar y quien estaría dispuesto a desarmar sus "grupos" a cambio de recibir un tratamiento similar al de la guerrilla.



LA PAPA CALIENTE

DE LOS NARCOS




Pero sin duda el nuevo ingrediente que hay que agregar a este cuadro de violencia es el narcotráfico,

cada vez más presente en la dinámica económica y social colombiana. Tanto a la guerrilla como a los paramilitares los ronda el dinero narco. El presidente Samper quiere que el tema del narcotráfico sea asunto de la Fiscalía y que no sea relacionado con la política de paz, razón por la cual no estaría en la agenda. Sin embargo, la realidad del narcotráfico juega un papel cierto en la violencia política del país e igualmente puede aportar elementos para su solución.



PATOS AL AGUA



La urgencia del gobierno de echarse al agua es evidente. No sólo diagnostica que están dadas las condiciones políticas sino que ha dado muestras explícitas de sus intenciones con el traslado de los dos jefes guerrilleros, Galán y Cáraballo, de las guarniciones militares a cárceles civiles. Ya se sabe que no exigirá cese al fuego ni distensión para iniciar las conversaciones y que se está realizando un trabajo de convencimiento interno dentro de las Fuerzas Armadas para tener un representante suyo en la mesa de negociaciones. Por otro lado, cuando de gestos se trata, no es gratuita la decisión de lanzar la propuesta de paz precisamente desde los patios del Colegio Don Bosco en Popayán, donde estudian los compañeros de los estudiantes asesinados por las FARC en Puracé, hace pocos días.

El interrogante que se abre es ¿qué tanto está dispuesta la sociedad civil a acompañar al presidente Samper en su intento de paz con los alzados en armas? ¿Hay una verdadera conciencia del costo económico y político que habría que pagar para avanzar en este camino? ¿Está dispuesta la guerrilla a ir hasta el final o es acaso ésta una nueva estrategia para fortalecerse, sobre todo en el caso del ELN? ¿Está preparado el país para asumir un recrudecimiento de la violencia como mecanismo de presión y para mejorar la capacidad negociadora de la subversión? Muchos de estos interrogantes ya fueron respondidos negativamente en el pasado.

Noticias Destacadas