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Se puede crecer mas?

Son demasiadas las circunstancias requeridas para que Colombia alcance tasas más altas de crecimiento.

Mauricio Carrizosa
1 de noviembre de 1995

En contraste con la inflación, el crecimiento económico es uno de los fenómenos más difíciles de explicar. Nuestra comprensión de la inflación cuenta con una teoría ampliamente aceptada, basada fundamentalmente en el apetito de los gobiernos por financiar sus gastos a través de la emisión monetaria. Por supuesto, la inflación depende en alguna medida del crecimiento de la producción, y en algunas circunstancias, la emisión monetaria conduce a un aumento transitorio en las tasas de crecimiento.

Pero, a la larga, la historia de la inflación es fundamentalmente una historia monetaria. No es tan fácil entender el crecimiento de la producción. Para comenzar, la medición de la actividad económica es mucho más difícil que la medición de la inflación. Si bien la medida de la inflación adolece también de los problemas de los números índices y de algunas omisiones de precios, la validez de las medidas de la producción está muy limitada por factores como la omisión de la producción de la llamada economía subterránea, la inclusión de costos para combatir el Economista, trabaja en el Banco Mundial Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad exclusiva del autor de un crimen y la contaminación, y el agotamiento de los recursos naturales.

Un ejercicio reciente en los Estados Unidos intentó tomar en cuenta esos factores, arrojando como resultado que la producción per cápita de la economía norteamericana en realidad ha sufrido un deterioro continuo desde comienzos de los años setenta, que contrasta dramáticamente con el vigoroso crecimiento de la cifra convencional de Producto Interno Bruto (PIB). Las limitaciones son de tal importancia que persuadieron al célebre economista norteamericano Simón Kuznets, inventor de las cuentas nacionales en ese país, a declarar que el PIB difícilmente mide el bienestar de un país. Podemos suponer que

la incorporación de producción subterránea y la sustracción de costos como el crimen, la contaminación ambiental y la corrupción, cambiarían radicalmente el perfil que conocemos sobre la evolución del bienestar económico en Colombia.

Por lo que valga, el cabal entendimiento del crecimiento del PIB sigue siendo un desafío. El llamado modelo neoclásico de crecimiento, desarrollado por el Nobel Robert Solow hace alrededor de cuarenta años, parece prevalecer como el paradigma más útil para entender el crecimiento. Este modelo le atribuye a la inversión o acumulación de capital y al desarrollo tecnológico los papeles centrales en la explicación del crecimiento.

El ahorro, fuente de financiación de la inversión, asume entonces un papel determinante del crecimiento. En un reciente artículo, un profesor de la Universidad de Harvard (Gregory Mankiw) argumenta que, pese a sus limitaciones (e.g., las disparidades de ingresos entre países parecen ser mayores que las que indicarían las diferencias entre tasas de ahorro), este modelo sigue siendo el mejor disponible para entender el crecimiento y que cabalmente aplicado, en particular incorporando las inversiones en capital humano, su poder de explicación aumenta significativamente.

Con todo, incluso si aceptamos la relación estrecha entre crecimiento por un lado, e inversión y cambio tecnológico por el otro, quedan por responder los interrogantes sobre los determinantes de la inversión, el cambio tecnológico y de las tasas de ahorro. De la copiosa literatura sobre los determinantes de la inversión se destacan las expectativas de crecimiento económico y el costo del capital. Por ejemplo, que un descubrimiento petrolífero eleva la inversión total, puesto que los productores esperan un incremento resultante en la demanda total. Un fortalecimiento de las instituciones o una mejor eficacia de la protección de los derechos de propiedad también elevaría la inversión, puesto que disminuiría el componente de riesgo incorporado en el costo de capital.

En el caso del cambio tecnológico, es necesario distinguir entre países exportadores y países importadores de tecnología. Colombia es primordialmente un país importador de tecnología, de tal suerte que la pregunta relevante debe consultar los incentivos y restricciones existentes sobre la adopción de las nuevas tecnologías ya disponibles. Para los productores, la adopción de tecnología es un ejercicio normal de evaluación de proyectos que sopesa las ganancias de una nueva tecnología frente a los costos de adoptarla. Como los beneficios de una nueva tecnología se distribuyen dentro de un largo período futuro, en tanto que los costos se concentran al comienzo de la adopción de la nueva tecnología, muy probablemente la adopción de nueva tecnología,

como la inversión en general, depende del costo del capital (i.e., la tasa de interés). El alto costo del capital en Colombia, explicado en buena medida por los altos riesgos que enfrenta la actividad productiva, es una de las barreras a un mayor crecimiento.

De otra parte, al comparar los diversos países, se concluye que la tasa de ahorro (la fracción del PIB que se ahorra) depende en gran medida del nivel de ingreso. En los países más pobres, donde los bajos ingresos no pueden acomodar un ahorro significativo, el ahorro externo se torna en un ingrediente importante del crecimiento. Presumimos también que el ahorro depende de la remuneración real al mismo (e.g., la tasa de interés real sobre los depósitos), pero la evidencia empírica sobre esta relación es aún pobre, en buena medida por las dificultades de medir el ahorro y su remuneración real.

Una vez determinado el nivel de ahorro, la pregunta importante desde el punto de vista de crecimiento es hasta qué punto el ahorro doméstico se traduce en inversión local y no en inversión en otros países, don

de el perfil de rentabilidad y riesgo sean más atractivos. Existen diferencias, a veces bien amplias, entre tasas de ahorro y tasas de inversión, que significan salidas o entradas de capitales, o acumulación o desacumulación de reservas internacionales, según la inversión sea superior o inferior al ahorro. Los países están operando cada vez más en el contexto de una economía global donde los capitales se movilizan hacia las mejores oportunidades de inversión.

¿Dónde deja todo esto a Colombia? Para comenzar, vale la pena señalar que la tasa de crecimiento promedio del PIB per cápita durante 1970-1993 en Colombia (1.4% anual) superó los de la mayoría de los países de ingresos medios, con excepción de Chile, Tailandia y Turquía. Dicho esto, también debe señalarse cómo varios países (e.g. Malasia, Corea, Hong-Kong y Singapur) han logrado crecimientos mucho mayores. En estos países, las tasas de ahorro superan el 30% del PIB, en tanto que el ahorro en Colombia es apenas ligeramente superior a 20% del PIB, y este ahorro no se ha traducido totalmente en inversión adicional. Presumiblemente, Colombia podría lograr tasas de ahorro parecidas a las de los países más exitosos adoptando políticas que típicamente favorecen el ahorro. Una de ellas es la estabilización de precios, la cual disminuye la incertidumbre sobre la rentabilidad real de los ahorros. Seguramente hay otras.

Igualmente importante es el fortalecimiento de las condiciones de inversión y de cambio tecnológico, particularmente la mejor protección de los derechos de propiedad, la estabilidad de la política económica, la calidad de la educación, y la privatización de empresas públicas. Cambios de esta naturaleza han probado ser lentos y difíciles en Colombia. Requieren mayor liderazgo, consenso y capacidad administrativa del Estado. En su ausencia, podemos esperar que Colombia crezca como siempre ha crecido, es decir, a un ritmo que sigue siendo inferior a su gran potencial.

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