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Qué esperar para el 98

Con un déficit fiscal insostenible, una cuenta corriente en rojo y de espaldas a los mercados internacionales, Colombia le apuesta al crecimiento sin traumatismos.

1 de diciembre de 1997

De manera sorprendente, los analistas económicos coinciden con el gobierno en que 1998 será un año bueno, aunque no extraordinario, en materia de crecimiento económico. Para todos, el crecimiento del PIB estará entre 4,5% y 5%, la inflación entre 19,5% y 21%, la devaluación entre 13% y 15% y el déficit fiscal del gobierno nacional en 4,5%, nivel al que parece ya nos hemos acostumbrado todos.



Lejos de la discusión económica de estos días, están los efectos del cambio de gobierno sobre las variables económicas o los efectos de los movimientos recientes en los mercados de capitales y financieros del mundo entero. Parece como si Colombia pudiera mantenerse aislada de estos efectos que, aunque es cierto que no afectan las bolsas del país, sí pueden afectar los flujos de capitales de los que Colombia tanto depende para financiar sus déficit fiscal y externo.



Es curioso, además, que después de por lo menos tres años de estar anunciando lo fatal que sería para el crecimiento económico la ausencia de un ajuste fiscal, todas las proyecciones coincidan en una cifra de crecimiento en 1998 que, si bien no es la óptima, sí es aceptable.



Calma aparente



Es cierto que las condiciones están dadas para que, sin ningún tipo de interferencia de cualquiera de los factores anteriores, la economía se comporte como aparece en las proyecciones del gobierno y de los analistas. El petróleo será sin duda el gran disparador del crecimiento el año entrante. La producción de petróleo de Cusiana y Cupiagua pasará de 320.000 barriles diarios al final de 1997 a 500.000 barriles a mediados de 1998. El café también tendrá un buen desempeño el año entrante, resultado de los altos precios que recibieron los caficultores en 1997. La construcción saldrá de la recesión, en especial en lo que tiene que ver con infraestructura.



Es posible que la recuperación en el sector de construcción de vivienda no se dé con la fuerza que se había anticipado, porque aún no se ha acabado el inventario que quedó de la bonanza de comienzos de los noventa. La industria manufacturera tiene que recuperarse en medio de todos estos movimientos que, sin duda, estimularán la demanda interna.El gobierno ayudará también a la recuperación, pues no hay que olvidar que 1998 es año de elecciones, lo cual inevitablemente aumenta las ganas de gastar. Y así se podría seguir haciendo una larga lista de los factores que posiblemente estimularán el crecimiento el año entrante.



Sería interesante, sin embargo, hacer un viaje por todas estas proyecciones, introduciendo ahora sí los factores de riesgo que podrían llevar a que 1998 no fuera un año tan tranquilo.



Es decir, detrás de todos estos hechos, que prácticamente están dados, se esconden una serie de factores que podrían acabar con esta falsa calma que está caracterizando a la economía colombiana de 1998.



Lecciones recientes



De los movimientos de las bolsas en los últimos días quedaron claras dos cosas. Primero, que no hay economía que no requiera ajuste. Y segundo, que no hay país que quede por fuera del escrutinio mundial. Cada vez con mayor frecuencia, los inversionistas y observadores internacionales se fijan más en las cifras reales de los países que en los discursos de sus dirigentes, que pretenden vender a su país en el exterior con base en cuentos fantásticos que muchas veces no se concretan.



La pérdida de confianza en la solidez de las economías emergentes, a raíz de la caída de las bolsas de los países del sudeste asiático y más recientemente de la Sao Paulo en Brasil, no puede pasar inadvertida para los colombianos. Por años se había hablado de la necesidad de un ajuste fiscal y cambiario en Brasil para garantizar el éxito de la política de estabilización que acabó con la hiperinflación en este país. Sin embargo, el presidente Cardoso y su gobierno le apostaron al tiempo. Creyeron que tenían tiempo para hacer los ajustes gradualmente, sin imposiciones externas de ningún tipo. Pero los mercados se cansaron de esperar. Llegó el día de pasarle la cuenta a Brasil y al presidente no le quedó más remedio que hacer el tan postergado ajuste de un solo golpe, a cambio de evitar la devaluación del real.



Implicaciones



Colombia acabará el año con un déficit fiscal antes de privatizaciones de 3,8% del PIB y de 0,2% después de privatizaciones. Detrás de estas cifras se esconde un déficit fiscal del gobierno central de 4,2% del PIB que, de acuerdo con los expertos -incluso de acuerdo con el mismo ex ministro Ocampo- es insostenible en el mediano plazo. ¿Pero, por qué solo en el mediano plazo? Porque todos estos análisis se hicieron antes de los problemas de los tigres asiáticos y de Brasil y suponían que Colombia podía posponer el ajuste fiscal requerido hasta cuando estuviera políticamente sólida para hacerlo.



El gobierno, sin embargo, siempre ha sabido que está comprando tiempo. Es así como el Ministerio de Hacienda, muy ágilmente y aprovechando que las condiciones externas estaban buenas, resolvió conseguir en 1997 parte de los recursos necesarios para financiar el déficit previsto para 1998. Sin embargo, el tiempo no alcanzó para hacer todo lo que se quería. Las condiciones externas cambiaron. Los fondos de inversión que venían comprando papeles de las economías emergentes se asustaron.



Esto se hizo evidente en Colombia cuando, en las últimas semanas, los fondos extranjeros salieron a liquidar su posición en papeles del gobierno o TES por un valor cercano a US$180 millones. Igualmente, frente a la desconfianza de los mercados en estas economías, el gobierno tuvo que posponer las emisiones de papeles en el exterior que tenía previstas para este año, en espera de unas mejores condiciones externas.



Futuros peligros



Lo que hace pocos meses parecía remoto, hoy se ve como algo que podría pasar más pronto de lo previsto, a raíz de las crisis de las bolsas y el nerviosismo de los mercados. El tamaño de los déficit fiscal y externo y su dependencia de recursos externos para financiarlos hacen que Colombia sea muy vulnerable a cambios en las condiciones de financiamiento de los mercados externos.



Tres posibles eventos en el corto plazo podrían acentuar aún más esta vulnerabilidad, desencadenando una crisis cambiaria mucho antes de lo previsto en las proyecciones del gobierno y de los analistas.



El primero de estos eventos tiene que ver con una posible subida de la tasa de interés en Estados Unidos. El segundo, con si Brasil es capaz o no de realizar el ajuste fiscal anunciado para evitar la devaluación de su moneda y, el tercero, con la probabilidad de que las calificadoras de riesgo cambien la calificación que tiene Colombia actualmente.



En el primero de los casos, un alza de la tasa de interés en Estados Unidos haría que los inversionistas que hoy están interesados en invertir en Colombia a pesar del mayor riesgo que implica, opten por invertir en papeles de Estados Unidos. En una situación como ésta, de restricción de crédito a Colombia, el más afectado sería el sector privado por la composición de su deuda externa. La restricción de crédito externo haría que se trancaran las refinanciaciones de los créditos privados, lo que llevaría a tener que cancelarlos cuando venzan. Como los vencimientos de los créditos privados se producen más o menos al mismo tiempo, se generaría una gran presión sobre el mercado cambiario. El gobierno, por el contrario, tendría un poco de más espacio, precisamente porque la estructura de su deuda externa contempla plazos más largos. Los ejercicios que se han hecho sobre el tema dicen que por cada punto de aumento en la tasa de interés en Estados Unidos, la financiación a Colombia podría reducirse en aproximadamente un 1,5% del PIB o US$1.200 millones.



Por el otro lado, si Brasil no puede hacer el ajuste que se ha impuesto para equilibrar sus cuentas y si los inversionistas que están en ese país pierden porque se produce una devaluación, Colombia podría verse afectada indirectamente. Cuando algo similar pasó en México, en Colombia no pasó nada porque se trataba de un momento diferente. Había un exceso mundial de liquidez, las tasas de interés externas estaban bajas y Colombia todavía no mostraba síntomas preocupantes.



Hoy, por el contrario, una situación como la crisis de México de diciembre de 1995 sí podría tener implicaciones sobre la financiación externa del país. El efecto inmediato sería el aumento en el costo de la misma. Como el problema vendría de afuera y no de adentro, Colombia en un caso como éste sí sería sujeto de crédito en el exterior pero a un costo mayor.



En el último caso, si cambia la calificación de riesgo del país ya sea por problemas de orden público, inestabilidad política o mayor desajuste de las cuentas fiscales y externas, podrían pasar las dos cosas. Una reducción del crédito y un aumento del costo del mismo.



Lavada de manos



Cualquiera de estos tres escenarios que llegara a darse en 1998 pondría al país en grandes problemas, al anticipar un ajuste que de todas maneras se sabe que tiene que darse, pero para el cual no está preparado. Se cree, como lo ha creído este gobierno, que hay tiempo para hacer el ajuste requerido. Esta es una actitud que por supuesto le cabe a esta administración, porque su misión acaba en agosto de 1998 y lo que pase hacia adelante no es problema suyo.



Para el gobierno, lo importante es lograr que las cosas no se deterioren en los meses que faltan, para poder llegar al 7 de agosto de 1998 y decir "con permiso, yo me piso". Claramente, después de tres años de oscuridad es difícil ver hacia el futuro, pero es importante hablar de lo que pueda pasar cuando se acabe este gobierno o incluso antes de que se acabe.

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