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Privatización frustrada

No obstante la capitalización por parte del gobierno nacional y los éxitos en mercadeo, no se pudo privatizar la parte de El Cerrejón de Carbocol.

TOM QUINN
1 de julio de 1994

Cuando Antonio Pretelt, Emiliani asumió la gerencia de Carbones de Colombia (Carbocol), al principio del gobierno del presidente César Gaviria Trujillo, dejó entrever que su prioridad era sanear las finanzas de la compañía estatal para poder vender su activo principal, la mina El Cerrejón Norte. "Todo es vendible", dijo con refrescante franqueza en ese entonces, haciendo eco de lo que se planeaba a puerta cerrada desde el Palacio de Nariño.

Al principio nadie podía creerle. El gobierno anterior, de Virgilio Barco Vargas, había rechazado una oferta del multinacional británico-holandés Shell para comprar 25% de El Cerrejón Norte por US$1.000 millones -es decir, la mitad de la parte perteneciente a Carbocol. La razón de tal negativa: el precio político al final de los años ochenta era todavía demasiado alto tomando en cuenta que El Cerrejón representaba para el país una de sus fuentes más importantes de recursos naturales no renovables.

Además, el gigantesco proyecto de El Cerrejón Norte, en términos de ventas, había alcanzado un éxito histórico en el mundo internacional del carbón. Al principio de los noventa, en menos de una década, Carbocol y su socio Intercor (subsidiario de la multinacional estadounidense Exxon) convirtieron a El Cerrejón Norte en la cuarta mina exportadora en el mundo. "Y lo hicimos en el contexto de un mercado congestionadísimo y una competencia feroz de productores tradicionales como los Estados Unidos, Canadá, Polonia y Australia", cuenta Roberto Iregui quien, junto con León Teicher (hoy presidente de Unisys de Colombia), diseñó el plan maestro de ventas.

Pero frente al problema financiero el triunfo comercial no ha sido suficiente. Resulta que apoyados por boyantes estudios de factibilidad, basados en cifras a la postre demasiado alegres, Carbocol e Intercor invirtieron US$3.000 millones en un complejo de lujo. "El Cerrejón tiene la infraestructura más moderna del mundo y su operación es una de las más eficientes", dice Pretelt Emiliani con toda razón.

Infortunadamente, el complejo carbonífero -incluyendo la mina, el ferrocarril, una carretera de 100 kilómetros y un superpuerto de carga- tuvo un costo que se iba a compensar con altos precios del carbón. Esas eran proyecciones hechas en plena histeria petrolífera del final de los setenta. "Todo el mundo en ese entonces pensó que se iba escasear el petróleo y por lo tanto el carbón tendría un papel salvador hacia el fin del siglo", explica Iregui. "Por ejemplo, según los estudios la tonelada de carbón térmico de El Cerrejón se estaría cotizando hoy en día a US$100 cuando en realidad cuesta alrededor de US$30 o sea menos, en términos reales, que hace 20 años".

El balance de esta situación es que la producción de una tonelada en El Cerrejón tiene un costo financiero superior a su costo operativo. Es más: el hueco de deuda para Carbocol llegó a ser sisifeano, es decir, entre más se pagaba, más profundo el abismo financiero. Por ejemplo, al principio de 1993 esta deuda había crecido a US$1.800 millones o sea superior a la original.



El dilema de deuda constituyó el principal desafío de Pretelt Emiliani. Después de varias gestiones el gobierno nacional y Ecopetrol asumieron US$903 millones de la obligación. Esta operación implicó un revolcón en el balance del final del año -victoria parcial para la gestión de Pretelt Emiliani- junto con un récord de exportaciones (13.8 millones de toneladas, incremento de dos toneladas sobre el año anterior) y una reducción de costos de producción del 20%. A pesar de este desempeño fuera de serie, Carbocol siguió registrando pérdidas por el séptimo año consecutivo de $113.000 millones.

Hecha esta capitalización, Pretelt Emiliani emprendió una gira mundial para levantar un cliente para tan buena mina. Tarea difícil: un mercado sobreabastecido, recesión económica, altos inventarios de los países importadores y de nuevo inviernos benignos en Europa, el principal comprador de carbón guajiro.



Carbocol encargó a la compañía asesora J. P. Morgan el análisis sobre el valor que podría tener El Cerrejón. El resultado fue desalentador: la parte de Carbocol de la mina valía US$1.000 millones más otros US$ 1.000 millones para su mitad del puerto y del ferrocarril. Es decir, el equivalente de la capitalización que el gobierno y Ecopetrol acaban de hacer más el valor de la deuda pendiente. "¡El colmo!" exclamó Oscar Mejía, ex ministro de Minas y Energía, «resulta que después de una década de resultados comerciales sobresalientes, incluyendo records anuales de ventas y de producción, de volver famoso el carbón de El Cerrejón por limpio y económico, no sacaremos nada al venderla en este momento".

Tan negativa es la perspectiva que ni siquiera el socio Intercor estaría interesado en incrementar su participación en la mina. Según el gerente general de Intercor, Hernán Martínez: "La compra del resto de El Cerrejón Norte no es atractivo para nosotros si se consideran el factor financiero junto con otros como el problema de inseguridad (por primera vez en La Guajira la guerrilla se atrevió a atacar este mayo cinco tractomulas transportadoras de carbón), la política cambiaria del gobierno y la realidad del mercado internacional".

Sin embargo, Martínez no quiere cerrar por completo la puerta a una eventual negociación con Carbocol. Y otras fuentes dicen que la multinacional estaría dispuesta a comprar la infraestructura de ferrocarril y puerto, pero a precio de regalo, una posibilidad que hizo exclamar a un oficial del gobierno: "¡No hay derecho: Primero la Exxon con sus estudios de factibilidad irreales nos induce a invertir demasiado en la infraestructura y ahora que ven que no podemos pagar esta deuda nos quieren comprar a bajo costo" (comentario este por demás absurdo pues nadie obligó al gobierno colombiano a meterse en este negocio como socio capitalista).

Otros opinan, como el refrán (tal vez el que más refleja el eterno optimismo del colombiano), que no hay mal que por bien no venga. El costoso comienzo en el negocio del carbón ha abierto la puerta a empresas privadas. Con mucho menos inversión inicial, compañías como Prodeco, Carboandes y Carbones del Caribe han podido incrementar su producción y exportaciones en un promedio de 20-30% anuales durante los últimos cinco años, y registran verdaderas ganancias. A su vez, la empresa norteamericana Drummond anuncia la inversión de US$1.000 millones en la construcción de su puerto carbonífero en Ciénaga (Magdalena), la infraestructura en lámina en La Loma (Cesar) y la rehabilitación de los 180 kilómetros existentes de ferrocarril entre la mina y el puerto.

Los proyectos de Drummond y las empresas colombianas representan la nueva filosofía del gobierno, después de la frustración de El Cerrejón. "El desarrollo de los otros campos carboníferos corre ahora por costo y riesgo de los inversionistas privados. El país no tiene que invertir nada, sólo recoger su 15% en regalías e impuestos", dice Augusto Jiménez Mejía, presidente de Drummond Colombia. "Entonces por cuenta nuestra se crea empleo, acueductos y alcantarillado, carreteras, ferrocarril y puertos".



Al asimilar todos estos factores, no es sorprendente que el ministro de Minas y Energía, Guido Nule Amín, acabe de hacer un anuncio lacónico: el gobierno de Gaviria no va a privatizar El Cerrejón, que es lo mismo no privatizar a Carbocol. La decisión le quedará al próximo gobierno.

En todo caso, Carbocol se quedó reducido a una mera comercializadora con la creación el año pasado de Ecocarbón que asume la responsabilidad de regular la industria. Esta decisión siempre formó parte del plan maestro del presidente Gaviria y de Pretelt Emiliani y con ella están de acuerdo las compañías privadas. "Hasta la aparición 'de Ecocarbón teníamos con Carbocol una compañía estatal que competía con nosotros a la vez que nos regulaba, o sea, Carbocol era juez y parte", comentó un ejecutivo colombiano de una empresa privada.

Mientras tanto, el costeño feliz Pretelt Emiliani sigue optimista. "Sin lugar a dudas el año 1993 dividió en dos la historia de Carbocol luego de un importante esfuerzo del gobierno nacional para el proceso de capitalización y la redistribución de las funciones de Carbocol, la cual se efectuó con el fin de definir el panorama empresarial a dos organizaciones independientes, cada una de ellas con objetivos muy definidos", manifestó Pretelt Emiliani. Y muy lejos de sentirse derrotado por el fracaso de la privatización de Carbocol /El Cerrejón, el gerente general tiene ya un plan para realizarla en unos años.

Pero para privatizar hay que invertir otros US$300 millones. O convencer a un inversionista extranjero de la bondad de la compra y de esa expansión. Sin embargo, el futuro no depende ni de Pretelt Emiliani ni del saliente residente Gaviria. Depende del próximo presidente que, como se sabe, no es amigo de las privatizaciones.

Y de la evolución del mercado Pretelt Emiliani puede estar contento. Su gestión como director de los destinos de a industria del carbón ha sido positiva.

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